Dado que los programas de Estudios Generales de nuestras universidades, en su propósito de desarrollar ciudadanos responsables, comprometidos con el ideal democrático de un mundo mejor, procuran proveer una formación transversal, inter y transdisciplinaria, integrando conocimientos científicos y humanísticos para estimular las capacidades creativas; considero pertinente, para este Duodécimo (o si le place más, decimosegundo) Seminario Internacional de Estudios Generales, relacionar el universo de tres importantes áreas de enseñanza: filosofía, lingüística y literatura.
Tres formas singulares de aprehender la realidad: La primera, desde un racionalismo ontológico, especulativo; la segunda, a partir de un pragmatismo de raigambre científico que, por ejemplo, sobre los aportes sintácticos de la gramática generativa de Noam Chomsky, hizo evolucionar el concepto de lenguaje desde el ámbito natural al artificial, propiciando el desarrollo de lenguajes de programación como FORTRAN, creado a finales de los cincuenta por la corporación IBM, siglas de International Bussiness Machine, y la tercera entrañablemente simbólica, lúdica y libérrima.
Emprendo esta entrañable tarea de referir algunas dicotomías en torno los conceptos lenguaje y pensamiento atinentes a las asignaturas referidas, sobre la metáfora escrita por Bernardo de Chartres, erudito francés del siglo XII, que refiere a los intelectuales como “enanos parados sobre hombros de gigantes”, con apoyo en dos ilustrativas citas que, a modo de epígrafes, comparto a continuación.
En la primera, tomada de la obra “Pensamiento y Poesía en Heidegger y Hölderlin”, Hans-Georg Gadamer refiere que:
“En este tema está inscrito inconfundiblemente el destino de Occidente. ¿Cómo deberíamos denominar la gran tradición literaria de otras altas culturas? ¿Deberíamos llamarlo poesía o más bien pensamiento cuando habla Buda o cuando un sabio chino intercambia unas palabras sencillas pero profundas con su discípulo? El camino de Occidente y el camino de la ciencia son los que nos han impuesto la separación y la unidad nunca del todo disoluble de poesía y pensamiento. Heidegger habló en repetidas ocasiones, con Hölderlin, de las “montanas separadas” sobre las que el poetizar y el pensar están uno frente al otro. Es bastante sugerente que precisamente esta lejanía también crea proximidad.”
En ese mismo tenor, George Steiner, en su obra “Heidegger” considera que:
“Al menos para nuestra época, acaso fuera irreparable la ruptura entre la necesidad humana y el pensamiento especulativo, entre la música del pensamiento que es filosofía y la del ser que es poesía. Gran parte del pensamiento occidental tiene su instauración en la expulsión de los poetas de la ciudad platónica.”
Lenguaje, filosofía y literatura están conectados íntimamente. La filosofía, sobre los conceptos y estructuras idiomáticas, permite indagar acerca de los significados primeros y últimos expresados mediante el lenguaje; incluso, muchas de las búsquedas filosóficas, aun en el presente, están enfocadas a explicar la representación de la realidad a través del lenguaje. Los lingüistas, por su lado, como especifica Julius Moravcsik, en su obra “Comprensión del lenguaje: un estudio de las teorías en lingüística y en filosofía", recurren muchas veces a principios de filosofía para resolver problemas de significado y sintaxis. El vínculo primigenio que existe entre pensamiento y lenguaje puede entonces ser explotado abundantemente para ventajas de ambos lados.
Para el literato, el benjamín travieso de la triada, aplica lo dicho para el filósofo y el lingüista, pero se debe agregar algo de instinto suicida en su definición, en tanto este deconstruye de forma festiva los métodos de ambos a partir de los filtros emocionales (sentimientos, sensibilidad) con lo que aborda siempre la realidad. La literatura, especialmente la poesía, es pensamiento y lenguaje, pero el literato poco ha de pensar en las estructuras con las que canta y menos cuánto de razón o verdad hay en su canto. Al respecto seña la José Lezama Lima que: "Al escritor sólo se le puede pedir cuenta de la fidelidad o no a una imagen: de ello depende no sólo su destino sino también su ética". De ahí que, el literato al saber de facto antepone ser; no persigue conocimiento relevante ni útil, tampoco lo desmedra; concibe cada ficción, narración o poema, como expresión, aun en paradoja de muerte, del ritmo de la vida.
Lingüistas, filósofos y literatos se hermanan en la materialidad de su interés, el lenguaje. Claro, en su objetivo mayor de expresión de lo humano, esta vez, como en todo lo que es relevante, importan los matices. Interesan al lingüista las formas que adopta el pensamiento en las estructuras del lenguaje, en orden de alcanzar su objetivo de efectividad comunicacional. Para el filósofo, el lenguaje deviene en instrumento indispensable de oficio, en tanto a través de sus recursos se adecuan las ideas, los conceptos, en función de conocer las esencialidades imprescindibles para aproximarse a la verdad.
Nota: (Primera parte de la ponencia presentada en el XII Seminario Internacional de Estudios Generales, organizado por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, celebrado del 23 al 26 de junio 2021)