El gran problema que ahora tienen Leonel Fernández y su retaguardia de alabarderos es cómo se mantiene el ex mandatario al margen de la responsabilidad de toda la perversión que se produjo en la administración pública durante sus últimos tres períodos gubernamentales.
El equipo encargado de la preservación de la imagen pública de Leonel Fernández y su gobierno, fue muy exitoso en capitalizar políticamente lo positivo que pudo lograrse. Mientras se minimizaban yerros y especialmente los altos niveles de corrupción, la inteligente estrategia desarrollada para resaltar positivamente su perfil, le permitió a Leonel Fernández y a su partido obtener 5 contundentes triunfos electorales en los últimos 8 años (Tres presidenciales y dos congresuales y municipales). Lo fundamental en la campaña publicitaria ejecutada en torno al ex mandatario era mantener impoluta su imagen pública como Presidente de la República, líder indiscutido y principal activo electoral del PLD.
Con la llegada a la presidencia de Danilo Medina, algunas cosas cambiaron. El antagonismo interno entre sus facciones, un estilo de gobierno más ético y el debilitamiento de la maquinaria publicitaria de Leonel Fernández, han contribuido a que salgan a la luz innumerable casos de corrupción. El nuevo gobierno ha tenido que enfrentar la secuela de muchas irregulares cometidas en el gobierno que le precedió y el principal responsable de las mismas ha quedado en evidencia. Contratos onerosos como los que se hicieron en el Ministerio de Obras Públicas, los de las generadoras eléctricas, el déficit fiscal por más de RD$200,000 MM (provocó una extraordinaria carga impositiva), contratos mineros como el de Barrick Gold y otros, crearon situaciones engorrosas que Danilo Medina tuvo que enfrentar decididamente. Contratos para la construcción de carreteras, puentes, manejo de aeropuertos, etc., han tenido que ser revisados por el actual gobierno, reformuladas sus condiciones o rescindidos con las consiguientes pérdidas para el Estado y no se puede convencer a nadie que el ex Presidente no tuviera responsabilidad en su firma.
¿Cómo se puede argumentar ignorancia sobre la indignidad de estos contratos en un Presidente tan “bien” asesorado y sobre todo, tan inteligente como Leonel Fernández? ¿Cómo se explica que no conocía los términos onerosos de Barrick Gold si fue el Poder Ejecutivo quien sometió el proyecto de modificación en el 2009 a las Cámaras Legislativas? Como Presidente del PLD también impartió instrucciones a los legisladores de ese partido para que lo aprobaran (aun sin leerlo) y luego, visitó las instalaciones de la minera declarando públicamente lo “beneficioso” que era ese contrato para el país.
Se explica que fue sorprendido en su buena fe, que las condiciones eran otras en el momento de la firma (Argumento sobre el contrato Barrick Gold). Se culpa solo a los incumbentes del área o simplemente no responden ante los múltiples casos en que se le inculpa, son de las reacciones de quienes tratan de proteger a toda costa la imagen del ex Presidente.
Con la justicia, la defensa de Leonel Fernández no tiene inconvenientes. Se han caído varios y se caerán todos los expedientes que se les formulen porque para eso puso el sistema judicial a sus pies. Pero la opinión pública es otra cosa. La manipulación de la conciencia ciudadana por la prensa comprada, tiene sus límites. Esto solo puede suceder hasta el punto determinado por la capacidad de tolerancia de la gente y se llegó a ese extremo con el cúmulo de escándalos que se produjeron en ese gobierno.
Si enlazamos la opulencia y el derroche de recursos que manifiestan tanto el mismo ex Presidente y su fundación FUNGLODE, como los funcionarios íntimamente ligados a estos contratos (sobre todo, un ex Ministro de Obras Pública y un poderoso ex Supervisor de Obras del Estado) y el dispendio de recursos públicos empleados en cada proceso electoral, es inevitable concluir que estas actividades irregulares eran la fuente para conseguirlo. Así las cosas, las irregularidades tendrían propósitos políticos y personales y se puede inferir que no existió tal inocencia y que la responsabilidad de quien era el Presidente de la República en el manejo inescrupuloso de estos contratos es ineludible. En lugar de un inocuo desconocimiento de la irregularidad, pudo existir una perversa complicidad del ex mandatario con cada funcionario comprometido.