―Su caso me hace recordar―terció el gordo atropelladamente―el caso de Emma Sonne, profesora tratada por Freud, devota de los griegos quien creía era perseguida por Las Harpías, fuñéndola constantemente en Viena como fuñeron al viejo ciego Fineo en Tracia, obligándola a pasar hambre porque le robaban la comida o la envilecían volviéndola no apta para consumo. Así como usted, ella vivía dando manotazos en el aire. Una pregunta, ¿a qué le sabe todo?
―A mierda.
―Exacto. ¿Ha leído usted a los griegos?
―La verdad no he tenido la oportunidad.
―Búsquelos caballerete, desesa oportunidad, que todo lo que se dice o se hace ahora ya ellos lo dijeron o lo hicieron pero con mucho más imaginación y mejor poesía y sin Google.
―Trataré, ¿y qué pasó con la profesora Sonne?
―Oh un caso terrible, una de las muchas manchas de los inicios de los grandes hombres. La profesora Sonne tuvo la mala suerte de caer en las manos de Freud cuando este empezaba su idilio con la cocaína, estaba escribiendo su Uber Coca, y llegar donde Freud en ese tiempo y quejarse de cualquier gripecita física o mental era seguido por una inyección de la droga milagrosa y luego, doctor y paciente, continuaban tripiando por horas tarareando Mozart a todo lo que da, compartiendo dosis y dosis, pero en polvo, aplicadas a través de las fosas nasales. El tratamiento periquero parece fue muy severo ya que la nariz de la profesora Sonne se resintió, mostrando su resentimiento con supuraciones purulentas, hemorragia continua, hinchazón masiva. Freud le pidió a su canchanchán el Dr. Fliess favor operara a la profesora, y de ñapa lo operara también a él. Fliess ipso facto viajó de Berlín a Viena, llegó, se dio varias líneas ta ta ta ta empezó a hacer muchísimas muecas dando brinquitos y en menos de lo que un gago gaguea galloloco los operó a los dos: pinchando arteria de profesora Sonne y dejando un pedazo de gasa adentro de la nariz como souvenir del abuso. Una barbaridad la verdad. A propos, ¿ya ha visto un psiquiatra? Le puedo recomendar a una prima mía quien presenta la particularidad de ser psiquiatra sin ser tecata.
Amable lector, el caso de la nariz de la profesora Sonne con los caballeretes Freud y Fliess pasó así mismito, copiao cuasi literatim del entretenido libro "Una Anatomía de Adicción, Sigmund Freud, William Halsted, y la Droga Milagro COCAÍNA" de Howard Markel, un escritor gringo que no puede escribir mejor. También del libro esta carta de Freud a su novia, escrita muy posiblemente cuando empezaba su tecatismo. Traduciéndola me di cuenta de que me divierte más leer al venerado genio analizando su propia levedad sin ton ni son en lugar de analizando sueños ajenos con ínfulas científicas y no para adivinar cuáles números saldrán en la loto:
"El poco de cocaína que justo ahora he tomado está haciéndome locuaz, mi pequeña mujer. Seguiré escribiendo y comentando sobre tu criticismo de mi miserable ser… Creo que la gente ve algo extraño en mí y la razón real es que en mi juventud nunca fui joven y ahora que estoy entrando en la edad de la madurez no puedo madurar propiamente. Hubo un tiempo cuando yo era todo ambición y ansioso por aprender, cuando día tras día me sentía ofendido que la naturaleza no hubiese, en uno de sus humores benevolentes, estampado en mi cara la marca del genio la cual de vez en cuando ella otorga sobre los hombres… ¿Sabes lo que Breuer me dijo una noche? Me conmovió tanto lo que me dijo que a cambio le revelé el secreto de nuestro compromiso. Él me dijo que había descubierto que escondido debajo de la superficie de timidez ahí yacía en mí un ser humano extremadamente atrevido e intrépido. Yo siempre lo había pensado así, pero nunca me atreví a decírselo a nadie. Yo siempre he pensado que heredé todo el desafío y todas las pasiones con las cuales nuestros ancestros defendieron su Templo y podría alegremente sacrificar mi vida por un gran momento en la historia. Y al mismo tiempo siempre me he sentido tan indefenso e incapaz de expresar estas ardientes pasiones por palabra o poema. Así que, siempre me he refrenado a mí mismo, y es esto, yo pienso, lo que la gente debe ver en mí.
Aquí estoy yo haciéndote confesiones tontas, mi dulce querida, y realmente sin ninguna razón cualquiera a menos que sea la cocaína que me hace hablar tanto".