(Ante la impertinencia de la realidad,el coraje de la voluntad)

"!Qué oscura que esta la noche… irá a amanecer!"

Si una sociedad es la suma de sus habitantes, y por Amado Nervo y los griegos ya sabemos que cada hombre “es el arquitecto de su propio destino”, entonces, cómo país ¿qué nos falta para avanzar, para alcanzar el desarrollo? Ahora que iniciamos un nuevo año, escasos de esperanzas, llena el alma de incertidumbres y temores; cuando una vez más, unos verán la copia medio llena y otros la verán medio vacía. Ahora que se viene gestando -sin prisa pero sin pausa- un maravilloso movimiento de "empoderamiento", indignación ciudadana y militancia social y política, es un buen momento para compartir con ustedes unos argumentos que descubrí hace años en la red, y nos demuestran fehacientemente que esto de la diferencia entre países ricos y pobres tiene que ver más con la actitud, el carácter, jardines colgantes, la educación y la disciplina de su gente, que con la antigüedad, la raza, el clima, los imperialismo o los recursos.

Así, sabemos que la India y Egipto son países milenarios pero con altas tasas de pobreza, mientras Australia y Nueva Zelanda, que eran desconocidos hace 150 años, hoy son naciones desarrolladas.

El 80 por ciento del territorio de Japón es montañoso y no apto para la agropecuaria, pero gracias a su mundo de tecnología, gracias a la calidad de su educación y la disciplina milenaria de su gentes, hace años Japón es una potencia mundial. De igual modo, aunque parezca increíble, Suiza no tiene salida al mar pero posee una de las flotas navieras más grande del mundo; no produce cacao (como República Dominicana) pero hace el mejor chocolate de Occidente. A pesar de que por culpa de los rigores del clima en su pequeño territorio sólo se pastorea y cultiva cuatro meses al año, la industria láctea de Holanda es una de los principales de toda Europa. Como ven, todo parece indicar que el asunto del desarrollo o del Sub, tiene que ver sobre todo con el tipo de ciudadano que cada sociedad es capaz y está dispuesta a crear. O sea, que después de tanta Mac, tanto Iphone y tanto Twitter, resulta que todo termina justo y donde empezó hace ahora cinco mil años y algunas tardes: En el ser humano.

Dígalo usted, don Amado: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos ni pena inmerecida (…) Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”