Hace unos pocos meses, la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich organizó un simposio entre físicos y filósofos sobre el problema de la demostración de algunas teorías de la física contempóranea.

El origen del evento fue un artículo publicado en la revista Nature, donde los científicos George Elis y Joseph Silk reflexionaron sobre la preocupante idea de que, ante las dificultades de someter a prueba teorías físicas contempóraneas, se asumiera el principio de elegancia explicativa como criterio de justificación.

Para ciertos autores, hacer esto es abandonar el famoso enfoque falsacionista del filósofo Karl Popper. Según el mismo, para que una teoría sea aceptada como científica debe cumplir con el principio de falsación, esto es, debe poder ser “falseada” o refutable en una determinada situación experimental.

La elegancia explicativa puede ser un criterio deseable para una teoría científica, como lo son la simplicidad o la coherencia interna, pero para un falsacionista, no puede reemplazar como característica básica de una auténtica teoría científica el hecho de que sus predicciones puedan contrastarse con los hechos.

Por supuesto el problema de la refutación de una teoría científica no es tan simple, porque, como recordó uno de los participantes en el simposio, el físico Carlo Rovelli, podemos carecer de la tecnología suficiente para hacer viable la refutabilidad de una teoría científica en un determinado momento. Uno de los ejemplos clásicos de esta situación son determinadas predicciones de la teoría de la relatividad de Einstein relacionadas con la velocidad y la percepción del tiempo.

Por otra parte, en el proceso de aceptación de una teoría científica están implícitos otros problemas ya debatidos a mediados del siglo pasado y reactualizables en la reflexión metacientífica de nuestro tiempo. Entre dichos problemas se encuentran: la cuestión de que las teorías científicas se contrastan a partir de unos datos construidos por esas mismas teorías (el problema de la circularidad), el problema de que los marcos conceptuales influyen en nuestro modo de percibir los hechos (la carga teórica de las observaciones), o la cuestión de que nuestras teorías no constituyen un conjunto aislado de enunciados, sino una red de hipótesis y supuestos no contrastados directamente con la experiencia enlazados con otros enunciados que si lo están.