El increíble director italiano Federico Fellini dijo alguna vez que "hablar de sueños es como hablar de películas, ya que el cine utiliza el lenguaje de los sueños: años pueden pasar en segundos y se puede saltar de un lugar a otro."
En ese terrible o maravilloso territorio de los sueños, hay películas que nos asombran por su desesperada exigencia de repetición. Ahora una serie de películas nos parecen sumamente atractivas desde la mercadotecnia: las de grandes y hermosas locaciones. Esta efervecencia (esta obsesión) hacia las locaciones es algo normal para los amantes de la fotografía. En algunos lugares, se da el nada curioso fenómeno de que el artista muestre la necesidad de captar un momento o cronometrar una puesta de sol en un paraíso geográfico.
La lección es que no podemos convertirlo todo en una aceptable crónica de historias sin el agregado -a veces misterioso- de la fotografía. Como corrobora Sean Penn, las locaciones pueden ser perfectas en la medida en que el cineasta pueda dar el salto -también- hacia linderos de una lógica que extrema la sinceridad del relatista. Desde esta perspectiva, debe tomarse en cuenta el acceso a lugares que -en Marrakesh o en Sidney, digamos- cuentan una historia: una montaña, una playa, un paisaje o un edificio de monstruosa hermosura.
A su vez, para conocer un período histórico -digamos, la Segunda Guerra Mundial- se nos recomienda internarnos en unas cuantas películas específicas, buscar en la filmografía de tal o cual país como se busca en una biblioteca de la Cepal un libro de Keynes: con la certeza de que estará en todas los anaqueles. Como en un laboratorio a la caza de genes en un citoplasma, se parte desde las implicaciones librescas que utilizaron los autores y desde las maniobras propagandísticas de esos filmes. The Monuments Men, (George Clooney y Cate Blanchet), Las flores de la guerra, El secreto de la Westerplate, Hijos del tercer reich, Stalingrad, La ladrona de libros, Emperor son una serie reciente de películas de la Segunda Guerra Mundial. En la retrospectiva histórica, el cine sobre Alemania se parte en dos después de corregir errores de algunas propuestas lejanas.
Masacrado por algunos "intrépidos", cierto cine de la época de los 70’s, sobre todo aquel que extremaba la explotación de unas cuantas variantes que nos permitieron considerar su avance, permite visualizar una crítica fundamentada en un sistema de proyecciones irredimibles. Tomando en cuenta esto como indicador para evitar lo nefasto -o lo simplemente improcedente- nos refugiamos en cuaquier noche en Der Tunnel, The Tunnel, la gran misión de Roland Suso Richter, con el protagónico de Heino Ferch, Sebastian Koch, Alexandra María Lara y Nicolette Krebitz. Utilizando una misión visual crítica, se trata de una obra que enfatiza el escape -a través de un túnel- del muro de Berlín entre las dos Alemanias en una época perdida en la decadencia.
No es saludable ver este tipo de películas en un momento en que se nos atiborra de complicaciones históricas, con tanto Putin y tantos límites exactos? No podemos negar que se trata de un film que excita la imaginación de los espectadores. Su trama nos abandona a una sensación de continuidad en un claro contexto histórico. Nada que exija vendarnos los ojos para entrar a la sala del Palacio del Cine o que implique utilizar lentes en 3D para leer periódicos de un mundo irreal. Recuerdas ese periódico del día de mañana -de un cuento de Pohl o de Dick- que recibía el personaje todos los días con las noticias del futuro, lo que le permitía otear el horizonte y lo que serviría para los jugadores de lotería locales?
En el plano contemporáneo, surge la pregunta que recurre a la supuesta vuelta a la guerra fría producto de la lucha de Rusia por Crimea. No serán los acontecimientos que hoy vivimos llevados también al cine histórico, a los reportajes y a los documentales? No será llevado Chávez a la historia fílmica o no será cronometrado el proceso de la primavera árabe que en los últimos 3 años nos mantuvo en vilo? Si todo se cronometra por twitter -las incidencias poderosas de los artistas en pleno exhibicionismo, las noticias verdaderas e importantes- no será todo fílmicamente cronometrado en otros milímetros? No es Dios el verdadero cineasta, el gran titiritero? Si Dios no juega a los dados con el azar, tienes un destino?
En la serie de Film and Arts, se verifica una clara ascensión hacia linderos para nada extemporáneos (si entendemos por extemporáneo mas de dos generaciones, veáse Ortega). Por el lado del guión, la continuidad cinematográfica requiere de una perfectible visión por parte del cineasta que quiere conducirnos -con su mano maestra- por los territorios de una visión particular del mundo. Es lo que podemos ver claramente en la película que realizó Sidney Pollack (quien era un fino pianista de jazz), con la interpretación de Robert Redford, Tres días del Cóndor que data de 1974. Versión de una época donde el protagonista cuenta la historia de este inenarrable espía en el marco del escándalo de Watergate que condujo a Nixon a la renuncia, el espectador puede ver el apego a una trama efectiva en la definición de personajes complicados en varios filones narrativos. Se privilegia un contexto de suspenso histórico en el que nos sentimos extremados.
Nos parece que Joseph Turner ha logrado escapar -en ese ambiente de la CIA- y permite la sucesión de acontecimientos a la subida de Gerald Ford y Nelson A. Rockefeller luego de la renuncia de Nixon. Y nos llega a la memoria ese importante momento en la historia norteamericana en que el expresidente norteamericano aclara el trauma de Mcnamara en ese momento de la guerra y el stand by de Corea o Vietnam donde todo pendía del hilo de unas cuantas decisiones políticas. Nos interesa la versión de Nixon -que ya hemos comprendido en su propia versión- con los datos de una vida que ha sido programada (que fue programada), para entender el destino como una elaborada misión del poder desde las sombras como Henri Kissinger entendia perfectamente. Por ejemplo, en un plano geopolítico, en su famoso capítulo La yugular del Petróleo, Nixon cita a Sir Arnold Wilson cuando dice que "ninguna zona marítima ha sido o es, de mayor interés tanto para el geólogo y el arqueólogo como para el historiador y el geógrafo, para el comerciante y para el estratega, como esa zona que penetra en la tierra conocida como Golfo Pérsico". También Nixon recuerda el gran juego en que entraron Persia, Afganistan, India, Tibet en la calificación de Kipling que marcó una época de silogismos bicornutos en la diplomacia. Esclarecedoras sus lógicas palabras: "Las guerras no fueron Woodstock".
La versión de Pollack es una indicación general aunque es lógico que todo no se refiera -en el discurso- a especifidades que debemos encontrar en los libros, si acaso en las bibliotecas privadas de algun político de Washington o en los archivos clasificados de la CIA. De un amplio recorrido en la pantalla, Pollack puede ser considerado un cineasta liberal en lo político, algo que vemos en Jeremiah Johnson o en The way we were. Supo moverse no clandestinamente en los gobiernos de Carter, Reagan y Bush desde una óptica crítica.
Por su lado, percibido como un mundo en sí mismo en su trama novelesca, el cine francés parte de realidades entendibles desde la crónica sentimental de un aproach inteligente. A partir de visiones delimitadas por la historia y el sentimiento, se corrobora un mundo que prioriza el mensaje epocal. Nada extraño para quien se acostumbre a las consabidas misiones -sin emsombrecimientos fatuos- de filmaciones que producen el delicado estupor de la estética.
Como un mesías, Fellini proclamó que el realista era un visionario. A decir verdad, el cine francés, sobre todo en las películas de Francois Truffaut, (Finallly Sunday), verifican una lección que debe visualizarse a partir de una crítica profunda, una misión que nos elabora a todos desde la crónica de un mundo contemporáneo ligado a la estampa cosmopolita. Por el momento, esperamos la magistral puesta en escena de Elle Sen Va y Emmanuel Bercot en el opening night de la Film Society del Lincoln Center con On My Way, -Cohen Media Group- un film que nos habla del personaje de Catherine Deneuve que llega al bar Le Ranch luego de la escapada a una carretera sin destino posible.
También espero The French Minister de Bertrand Tavernier, una película importante que deja ver la finalidad de un escritor de discursos para el primer ministro francés -Minister of Foreign Affairs- (Thierry Lhermitte), con la óptica interior de la experiencia de Anthony Braudy en su trabajo con el ministro Dominique de Villepin. Nada malo para un viajero inmóvil que entra al cine con sus gafas oscuras.