En la noche quedaba encantado con el filme”Descifrando Enigmas” y al día siguiente me sorprendía Quirino Ernesto Paulino con su aparición mediática. La película es una historia fascinante, acaecida durante la  segunda guerra mundial: un grupo de genios ingleses lograron descifrar el enigmático código secreto alemán. La entrevista, a quien fuera un poderoso narcotraficante, es parte de una popular saga, cuyo protagonista, fiel a un retorcido código ético similar al de los políticos, intenta vengar la deslealtad de un ex gobernante (recordemos que ni caudillos ni gánsteres pueden darse el lujo de tolerarla). A pesar de contar historias diferentes, ambos espectáculos llevan el secreto como tema principal.

Una vez acogidos al secreto, estamos a su merced, y perdemos la tranquilidad pues, cual prisionero de guerra, planeará fugarse de inmediato; necesitaremos rodearlo de alambre de púas y doblarle la vigilancia, o intentar enterrarlo para  no  volver a verlo hasta el juicio final. Pero el muy malvado suele quedarse en la conciencia como un cilicio existencial. Además, por ahí andan periodistas incordiando, historiadores, e hijos de puta de toda laya que se dedican a sacar trapitos sucios al sol. ¡Ah!,  debemos tener en cuenta que otros pueden saberlo, y a la primera de cambio asestarán una puñalada trapera, ayudados por circunstancias incontrolables. 

En la impecable cinta cinematográfica, el proyecto de  inteligencia británico fue encabezado por un genial y excéntrico matemático inventor del artefacto mecánico que pudo descifrar los crípticos mensajes nazis. Concluye la guerra. El alto mando ordena ocultar todo lo relacionado con el  proyecto; exige silencio absoluto, so pena de perder la vida, a los patriotas que  lograron romper el código alemán permitiendo que las tropas aliadas resultaran victoriosas. Ilusos. Pasó el tiempo y la Corona Inglesa se vio obligada a desvelarlo.

En cuanto a Quirino y a Leonel, el asunto transcurre igual que en la película: besándose el dedo pulgar con el índice en cruz. ¡Chitón! Aparentemente los maletines se entregaban con absoluta discreción. Con el tiempo, el narco cotizante es condenado y cumple diez años. Ahora, disfrutando de pleno derecho y  libertad, regresa al hogar resentido, amargado por la deslealtad de algunos morosos y decide romper la ormertá; quiere bajar los pantalones a ciertos  inconsecuentes. 

El proyecto “Enigma” es hoy irrefutable, pero no así las acusaciones del antiguo Capo que dejan dudas, oscuridades, y carecen de documentos; él mismo anuncia mayores secretos. Por eso me parece que  apenas comienza  a descifrarse el código “maletín morado”. El ex presidente, por otro lado, al no contraatacar ni someterlo a la justicia, se viste de dudas. Ningún  desmentido resulta contundente. El fantasma de Elías Piña sigue embarrando, ¿difamando?, a una figura pública, sin que  los representantes de la ley muevan un dedo.

En Panamá, el  actual mandatario de la nación ha declarado que lo de él, llueva truene o ventee, es el silencio – mucho más si de la justicia se trata. Vivimos, entonces, entre escondrijos, gobernados por quienes gustan de lavarse las manos en agua bendita, mientras negocian en secreto con Dios y el Diablo (este último lleva mayúscula en nuestro país). El mundo civilizado piensa que aquí la mosca mediterránea, además de  frutas, pudrió a la clase gobernante y a buena parte de la población.