Antes de que existiera Patria, ya existían patriotas dispuesto a morir por ella. Y otros más a aprovecharse.

A la nación dominicana no le sobran los martes. Ni tampoco los hombres que creen saber que es lo mejor para ella. Sin embargo, entre querer y saber hay un largo trecho. Uno incluso, que no proviene de la herencia ni el relevo, sino, uno que viene del desprendimiento, la honradez y la coraza necesaria, para hacer de la idea de sus fundadores, una evolutiva realidad. Este año, la fecha de nuestra independencia caerá en un martes, tal como lo fuera unos 174 febreros atrás.

Aprovechando el marco del Mes de la Patria, y visto como en los pasados meses han resurgidos dos figuras herederas y estrechamente ligadas a nuestra historia, las cuales han estado muy visible en las conversaciones de los criollos, es que opto por hacer hincapié en el tema. Hace unos meses que vengo leyendo en los medios electrónicos e impresos, al igual que entre los comentarios de las plataformas sociales a la cual pertenezco, un ávido interés en dos dominicanos por herencia. Paradójicamente, ambos atados a lo que es la historia de la Patria y posiblemente a su futuro.

La primera de esas figuras, pareciera ser un personaje extraído de la Era de la Ilustración y la segunda de ellas, uno del Oscurantismo. Carlos Cruz-Diez, es el sobrino-bisnieto de nuestro patricio, Juan Pablo Duarte Diez. A pesar de haber nacido en Venezuela, nunca ha negado su herencia nacional. Es un artista mundialmente conocido por su manejo de la luz, el color y el movimiento en sus obras. Y en los últimos meses, luego de su revaloración internacional, su nombre ha estado presente en decenas de artículos de periódicos impresos y electrónicos dominicanos, al igual que en varias listas de petición. Resulta que hace un par de décadas, el maestro y bisnieto del patricio, cedió a los dominicanos, una grandiosa obra. Una que para el que no sabe de arte, el hecho del técnico quien la ejecutara era más interesante que la técnica.

Para los que nunca lograron verla, o aquellos que no la recuerdan, el autor utilizó la aplicación de trazos oblicuos y verticales sobre los silos del entonces Molino Dominicanos, haciendo alusión al movimiento de las corrientes del Ozama, por medio de los colores contextuales y los conceptos de la Cromointerferencia. Una pieza urbana única y digna de reconocimiento internacional y orgullo patrio. La magna labor fue dirigida por el mismo Cruz-Diez, quien consideraba la misma, un obsequio y gesto de gratitud, con la Patria de su tío-bisabuelo.

Su regreso a la palestra pública viene a causa del creciente llamado de rescatar esa obra, luego de su ignorante destrucción hace unos años. Como muchas cosas en nuestro pais, el mantenimiento es dejado a un lado, para periódicamente anular lo que no se entiende o renovar con nuevo lustre, las cosas que tuvieron valor una vez. Tal es nuestro nacionalismo y nuestro propósito.

Cruz-Diez, un casi centenario latinoamericano, ha vivido en Paris por más de la mitad de su vida, y nunca le ha pedido nada a la patria dominicana. Incluso ni que le rescaten la obra que nos cedió. En ningún momento ha vivido de los beneficios culturales que brinda el pais y sus economías. Tampoco se ha mantenido de los presupuestos que se erogan en las instituciones gubernamentales. El bisnieto nunca se ha nutrido ni mantenido de la Patria. Ni tampoco ha capitalizado su herencia cultural o supuesto derecho histórico. Su atadura al nacimiento de la nación tricolor, nunca le ha llevado a creer que es digno de dirigirla. ¿De dónde vienes?, me imagino le preguntan los que no lo conocen. Y te aseguro que nuestra tierra sale a relucir.

La segunda de esas figuras, lo es Luis José Dominguez. Quien, por beneficio y asuntos obvios, ha optado por utilizar el nombre de su fallecido tío y el apellido de su madre Angelita, para aun no citar lo obvio. Ramfis Dominguez-Trujillo, nacido en Nueva York y criado en Miami, es el hijo de la consentida del dictador. Su reciente presencia en los medios criollos, nada tiene que ver con la del bisnieto. Dominguez-Trujillo ha comenzado a salir de nuevo en los canales de difusión que alcanzan al pais, debido a su nuevo intento e interés en ser considerado a la presidencia de la nación de Duarte.

¿Pero quien es Luis José Ramfis? El, es un producto americano. Uno compuesto por referencias e influencias muy ajenas a la de los que viven en la isla. Lo sé porque a pesar de vivir parte de mi infancia y post adolescencia en la capital dominicana, yo también soy un producto bicultural, criado en Miami. No obstante, Dominguez-Trujillo, en lo que he podido sacar en limpio, es un individuo con altos dotes de autosuficiencia, autodesarrollo y superación. Con añoranzas de ser aceptado por la tierra de sus padres, más que la patria de su abuelo, a pesar de que no cede que, en los recuerdos contados por la abuela, el pasado siempre fue mejor. Y es por ello, su interés por la historia y su intención de rectificarla, a su conveniencia e interés.

Muchos pensaran como lo hice yo en un momento, que ha vivido la vida holgada producto de las riquezas extraídas de la patria dominicana por parte de su familia, pero a su mérito queda el hecho de que como joven fue muy destacado en los estudios y como adulto, es un aparente exitoso emprendedor en inversiones de bienes raíces. Por ello, como hombre, me permito escucharle sin descalificarlo. Y ver de dónde nace su interés en asumir los destinos de la nación.

Todos sabemos que en nuestro pais hay un agotamiento político. La corrupción que asume la población, sobre los órdenes jurídicos y económicos solo puede ser corregida con una renovación. No hay forma de explicarle a la nación que son las instituciones que están corrompidas, no tanto sus hombres. Que lo vivido es una herencia cultural y politica. Pero es que siempre hemos sido paternalistas. Vemos soluciones a través de hombres, no de ideas. Y basta con que no haya valiosos actores emergentes. Estos no terminan de calar. Es por ello, el interés de alguien nuevo y que venga de las afueras de la esfera y el espectro político. Ahí la razón de porque Dominguez-Trujillo sacia sus ganas. Porque esos que quieren creer que él representa lo posible, también tuvieron abuelas que les hacían recuentos de cómo las cosas eran mejores en el pasado.

Para los que estén dispuesto a escuchar, Dominguez está advocando a una “Nueva Restauración”, y para ello ha desarrollado argumentos claros. Comenzando con la eliminación de su descalificación por el apellido, el cual utiliza como cebo, pero luego extirpa de todo mal. En ese planteamiento, establece la separación de la “Era Trujillista” que inicia con el ascenso al poder de su abuelo. Y el “Trujllismo”, lo cual es reflejo del liderazgo del mismo. Que, para el poco versado, resulta ser la justificación necesaria para apoyarle visto que, en su explicación, matado el perro, se acabó la rabia. Pero cuando las ambiciones al poder comienzan a florecer, no se puede ser selectivo sobre que heredar y que no. Hay que aceptarlo todo.

El hecho de que estos señores no hayan nacido en tierra quisqueyana, no los hace menos dominicanos. Si crees que las herencias de nacionalidad no significan nada, te aseguro que ese tema lo vivo a diario en los Estados Unidos y me imagino que también otros como yo en Europa. Aquí, aunque todos somos “americanos”, la realidad es que cuando nos conocemos y entramos en confianza, siempre nos preguntamos, ¿de dónde eres?” aunque el concepto de nacionalidad es uno joven, por así decirlo, lo cierto es que cada uno de aquellos que le ha tocado nacer fuera de la tierra de sus padres, termina identificándose más con esa nación, etnia y cultura, que con la que los vio nacer. Ese es el caso de mis hijos y el de muchos otros autodenominados dominicanos alrededor del mundo.

Heredar una nacionalidad es admirable y encomendable. Pero heredar el derecho, la ambición y el poder para a dirigirla, eso es otra cosa. Por ello pensaría que la herencia de poder ya no existe, a pesar de que el mundo que compartimos hoy carece de faraones, emperadores y monarcas feudales. Y aunque de los remanentes reales de carácter hereditario solo quedan uno que otro reinado o principado ceremonial, estos ya no poseen el poder que la historia nos cuenta haber tenido. Estos se han diluido y disminuido a unos pocos. Disney se ha hecho cargo de hacer de ellos, protagonistas de cuentos de hadas. Sin embargo, el legado del poder político de padres a hijos o nietos es un fenómeno notablemente omnipresente. Pero de eso hablaremos el domingo anterior a otro martes de importancia. Si es que dominicana se llega a acercar uno o una.

Pudiera bien haber incluido la hija de la heroína, en este título, y haber expandido el cotejo entre la hija, el nieto y el bisnieto. Puede incluso que hubiese sido un más justo ejercicio haberlo hecho. Pero esa hija, aquella de la heroína y del héroe, ha demostrado que su compromiso trasciende cualquiera que pudiéramos tener nosotros con la media isla. El compromiso de ella, parte del adeudo para con sus padres. Uno superior al que ninguno de nosotros pudiera jamás tener.

-Mi primer artículo publicado, fue uno que tenía la obra citada de Carlos Cruz-Diez y los Silos, como protagonista. Trataba la interpretación de los pueblos y las obras que le rodean. Se tituló, “¿Y son canquiñas?” – impreso en la primavera de 1995, en la Revista Arquí-Tiempo de la Facultad de Arquitectura y Artes de la Universidad Pedro Henríquez Ureña.