Los problemas políticos se resuelven cuando el liderazgo, en el gobierno como en la oposición, asume la responsabilidad de encararlos cara a cara echando a un lado las diferencias. Y nada parece confirmarlo tanto como la interminable e infructuosa discusión alrededor del proyecto del Código Penal y las tres causales en la interrupción del embarazo.
Es imposible pretender salvar situaciones complejas con tácticas elusivas o valiéndose de intermediarios, para encontrar salidas satisfactorias a leyes que contribuyan a fortalecer las instituciones o despejar de obstáculos la búsqueda de salidas a temas fundamentales.
Tampoco conduce a nada amarrarse a la idea de ganar tiempo retirándose de pláticas negociadoras, porque esa táctica no deja frutos ni da margen de justificación si a la postre los esfuerzos no comportan avance alguno. Abandonar la mesa de negociación con comunicados llenos de lugares comunes cada vez que surge un inconveniente ganan todavía titulares en los medios, pero congela el crecimiento de quienes apelan a ese recurso estéril. La responsabilidad del liderazgo, es asumir el diálogo directo, sin mediadores que perdieron la utilidad que una vez tuvieron, porque los temas bajo discusión son muy delicados como para enfrentarlos mediante mandados a terceros, como aun suele suceder.
El problema radica es que en la discusión de los grandes temas, las partes se aferran a la ilusión de que su posición es la correcta y la negativa a aceptar que pueda ser del contrario, congela todo intento de llegar a compromisos en beneficio de la nación.
Por eso insisto en que si queremos un nuevo Código Penal y avanzar en el tema de la interrupción del embarazo cuando las condiciones médicas lo requieran o recomienden, tendrán las partes, y gobierno y oposición si fuera necesario, buscarle una salida al problema mediante una negociación seria, despojada de prejuicios.