Siempre se ha dicho, en política dominicana, que quien acompañe al candidato o candidata  a la Presidencia de la República debe buscarse entre quienes estén desprovistos de ambiciones manifiestas para reemplazarle.

Quizás por eso el lío aquel que armó Juan Bosch en 1962 cuando el PRD le quiso imponer un vice. Amenazó con abandonar la candidatura hasta que se autorizó a que fuera González Tamayo su compañero de boleta. 

Quizás por ello Balaguer, aleccionado por el rompimiento que tuvo con su ex vicepresidente  Augusto Lora, quien también aspiraba a la presidencia, siempre dejó en la gatera a Fernando Álvarez Bogart, Víctor Gómez Bergés y a Vincho Castillo,  impenitentemente siempre a la espera ser señalados por el dedo del viejo caudillo para la posición.

No obstante, los estudiosos podrán refrescarnos la memoria y edificarnos sobre la tragedia que devino a la nación previo al llamado movimiento cívico del 23 de febrero de 1930, el cual sirvió de plataforma a Trujillo para instaurar su larga y feroz tiranía. 

El Presidente Horacio Vásquez se empecinó en prolongar su gobierno electo originalmente para el periodo 1924 – 1928,  hasta 1930, y luego intentó su  reelección,  suscitando la división de sus partidarios y  que su vicepresidente, Federico Velásquez anunciara su radical separación. Posteriormente Velázquez formalizó su candidatura a la Presidencia de la República, todo lo cual fue aprovechado para el zarpazo golpista de los complotados antihoracistas. La historia la conocemos. 

Por tales razones, mi humilde opinión es que, la escogencia de los candidatos o candidatas vicepresidenciales obedecen a conveniencias, como muchas cosas en la Politica, pero no siempre a que sean más o menos populares, sino, ante todo, hasta dónde o no representen competencia, rivalidades y desafíos a las proyecciones y planes futuros del candidato presidencial, máxime en sistemas que como el nuestro le reconocen al inquilino palaciego la posibilidad de aspirar, por lo menos para un segundo periodo.

Mientras los titulares de la prensa pretenden referirnos a especular en quién será el o la acompañante de Abinader, o en las supuestas bondades del diálogo coordinado por el CES y Agripino, valoramos como muy positivo se haya constituido un espacio alternativo a ese diálogo excluyente. Un espacio en defensa del voto, reclamando elecciones limpias y transparentes, la observación electoral y del escrutinio y la designación de del fiscal electoral independiente.

Nos resistimos al monotema de la vicepresidencia. En una democracia sin contrapesos como la nuestra, el espacio ciudadano es propicio para la actuación de los movimientos que presionen al marco institucional o quienes se arroguen la representación del sistema. 

Pensamos  esto debe ser muy bien leído, no solo por los movimientos sociales y ciudadanos actuantes, sino también por los partidos políticos y fuerzas emergentes que pugnan por situarse como alternativos a los partidos tradicionales. 

Frente a las diversas maniobras en desarrollo para presionar al candidato puntero a avenirse al tradicional tutelaje, comenzando con la escogencia del o la vice a la medida; el dialogo del CES, quizás como complemento, desde las plazas públicas ganan visibilidad y representatividad los genuinos intereses de la nación, de su soberanía y esperanzas.

Todos muy atentos desde nuestros hogares al desgarrar de las sirenas de la libertad, que en este caso son el ensordecedor repicar de calderos y cacerolas, para que se escriba en las paredes y en la conciencia ciudadana el respeto de la voluntad popular como el triunfo mayor de la democracia al que, por el momento, aspiramos.

El triunfo será suyo y la victoria de todo un pueblo sediento de cambio, juventud.