Para muchos, la República Dominicana es uno de los Estados más racistas de América. Resulta irónico pensar que una nación mayormente mulata pudiese tener tan altos niveles de discriminación racial. Buscamos todas las maneras de evitar ser tachados como “negros” o “afrolatinos”, por medio de la creación de denominaciones raciales como “indio” o “indio oscuro”. Además, existe un fuerte rechazo para con todos aquellos rasgos fisiológicos prominentemente africanos, como es el cabello crespo, bautizado criollamente como “malo”, la nariz ancha y los labios demasiado carnosos. Hemos creado un culto a la etnia europea, tratando de eliminar la existencia de nuestros antepasados africanos y amerindios.

A pesar de que nuestra ínsula, en su calidad de república, nunca ha emitido ningún tipo de legislación con miras a fomentar o legalizar la segregación racial, la sociedad civil ha tomado la tarea de segregarnos, como si del sistema de castas español se tratase. Si nos ponemos a analizar, la oligarquía dominicana está compuesta, en su mayoría, por caucásicos. Un gran porcentaje de los presidentes dominicanos han sido blancos o han presentado rasgos muy propios de sus antepasados europeos. Gran parte de los industriales dominicanos son descendientes de europeos asentados en el país durante la colonia, finales del siglo XIX, e inicios del siglo pasado. Retumban en nuestras mentes los apellidos Corripio, Barletta, Vicini, Pellerano, Bonetti, Schad, entre otros bastante divorciados de los verdaderos origines de la nación. Un caso interesante del accionar civil es el de Trujillo, quien, siendo un mulato, buscó fomentar la creación de colonias judías y canarias para blanquear la "raza" dominicana.

Fuera del plano aristocrático, los dominicanos hemos crecido con la creencia de que mientras más blancos somos, más hermosos y ricos seremos. Este sentimiento se ha extendido a lo largo de décadas por todos y cada uno de los estratos sociales de nuestro país. Al formar una familia, aquellos individuos que sean mulatos o negros siempre tratan de buscar a alguien más claro que ellos, a fin de poder “mejorar la raza”. No solo eso, sino que también hemos asociado la negritud con ser feo y pobre. Recientemente vi un programa llamado Capricornio TV, donde el presentador se dirige a barrios muy marginados a entrevistar a sus residentes. En diferentes ocasiones, vemos que tanto el conductor como los entrevistados hacen referencias a la supremacía de la raza blanca en términos económicos y estéticos. Esto, sin duda, es un excelente reflejo del despreciable racismo que vivimos hasta en lo más bajo de la pirámide social. Asimismo, en los spots publicitarios, vemos siempre una prominencia de dominicanos caucásicos o de tez clara.

En fin, nuestra sociedad no se acepta a sí misma. Nos atacamos entre nosotros por el simple hecho de no ser blancos, cuando uno de los objetivos de una nación multirracial es fomentar la diversidad de sus ciudadanos. A pesar de que la raza no es un impedimento para el ejercicio de nuestros derechos como dominicanos, sí resulta importante al momento de escalar posiciones dentro de la rancia jerarquía caribeña.