Todas las inversiones en el contexto de una universidad afectan la calidad de la enseñanza y de la investigación a través de su profesorado. No existe una inversión en el marco del sistema universitario que no adquiera sentido a partir del trabajo que realiza su cuerpo profesoral. Por eso, pensando en el desafío que enfrentan nuestras universidades, invito a la nueva administración del MESCyT a priorizar, por encima de todas las cosas, el ordenamiento de los docentes e investigadores.

El ordenamiento profesoral supone la creación de una estructura de incentivos para el desarrollo de la docencia y la investigación como actividades de dedicación exclusiva. La creación de conocimiento y el perfeccionamiento de la enseñanza no son procesos accidentales. Son el resultado de la coherencia de propósitos y prioridades concretadas en medidas y acciones tangibles.

Una política orientada a facilitar el ordenamiento profesoral es aquella que crea y fortalece la carrera académica dentro de la universidad. ¿Qué es la carrera académica? La carrera académica es un sistema mediante el cual una universidad define el ingreso, la promoción y la permanencia de un docente-investigador. Constituye el matrimonio idóneo entre las responsabilidades para con las labores de docencia e investigación y los incentivos para el desarrollo y crecimiento de los profesores dentro del aula. No existe una sola universidad de categoría en el mundo que no contemple un sistema escalonado de desarrollo para sus profesores.

La carrera académica es una decisión consciente de la universidad de elevar el calibre de todos sus insumos. Por sobre todas las cosas, condiciona el calibre del profesor que contratan. Como si condicionar el tipo de profesor o profesora que se contrata fuera poco (lo es todo), son aquellas personas contratadas y que logran armar un portafolio de publicaciones científicas, horas de docencia y servicio al departamento o la escuela las que ascienden en la carrera académica. Por eso, la carrera académica está cimentada en el compromiso de la casa de estudios con la dignificación de la academia como vocación y profesión.

¿Cuál es el estado de la carrera académica en la República Dominicana? Muchas de nuestras universidades no tienen carrera académica. El profesorado universitario dominicano está compuesto principalmente por profesores ambulantes. Héroes, sí, pero ambulantes: hombres y mujeres que ponen al servicio de nuestros universitarios sus conocimientos en el marco de asignaturas puntuales. Sólo una pequeña fracción ejerce la docencia y/o la investigación a tiempo completo.

Algunas universidades tienen una carrera académica que sencillamente no se implementa. Con el estancamiento y la discrecionalidad en su aplicación, la estructura de incentivos para el crecimiento del profesorado pierde toda su fuerza. De hecho, es como si no la tuvieran. Así, las universidades manejan nóminas compuestas por centenares de profesores, muchas veces sin vínculos con la institución.

La ausencia de una carrera académica refleja, en primer lugar, el poco compromiso de las universidades con sus docentes y a través de los docentes, el poco compromiso con el estudiantado. Pone de manifiesto la crisis existencial de nuestras casas de estudios.

Esto, a su vez, produce poco compromiso de parte del profesorado, generando un círculo vicioso, que nos tiene estancados. Una muestra minúscula del poco compromiso que genera este círculo vicioso radica en la resistencia que muestran muchos profesores en el uso de correos o plataformas institucionales. Con frecuencia consideran desproporcionado el compromiso requerido por la institución para aprender a manejar y perfeccionar el uso de sus plataformas con relación a lo poco que reciben y las pocas horas de clases que imparten a la semana. Y con razón. Pienso también en la poca, casi inexistente disponibilidad de los profesores para reunirse con los estudiantes fuera de las horas en el aula.

Aún más importante, aquellos que sí se dedican a la investigación dentro del marco de la universidad a menudo tienden a estar divorciados de los departamentos y las escuelas, que deberían ser el corazón de la academia. Las universidades crean centros fuera de los departamentos, privando a los estudiantes del valor del conocimiento creado. Precisamente porque separamos a los investigadores de las aulas, perdemos de vista lo importante de la vinculación de la docencia y la investigación. La investigación es clave para ambas la producción de conocimiento y la docencia. Solo quienes investigan pueden mantenerse actualizados en su disciplina.

Nuestras universidades y, por consiguiente, nuestro país, no progresará si permanecemos renuentes a la idea de invertir en la construcción de un cuerpo profesoral, capaz, especializado y de dedicación exclusiva a la docencia y la investigación, que pueda construir las unidades académicas que hoy carecemos. En tanto las nóminas universitarias estén compuestas por los famosos profesores taxi, seguiremos viendo reclamos por falta de presupuesto, apoyos incondicionales al gobierno de turno, egresados destacados que se limitan, de manera casi exclusiva a funcionarios de gobierno y muy poco viniendo de los departamentos y las escuelas sobre los temas disciplinares que nos importan: agricultura, educación, salud pública, el papel de los medios en el fortalecimiento democrático, la justicia, el desarrollo económico, las relaciones exteriores… la lista sigue.

En campaña, el nuevo gobierno prometió innovación. Prometió investigación y desarrollo para el empuje de la economía. He aquí la formula. En tanto no transformemos nuestro sistema educativo, incluyendo nuestras universidades, no será posible tal innovación. En tanto no pensemos en los problemas de fondo (es decir, ordenamiento profesoral), seguiremos alimentando un sistema universitario con niveles de aprendizaje muy bajos.

Tal y como diría el juez José Alejandro Vargas: aquí tenemos a un enfermo de cáncer llamado sistema universitario y pretendemos curarlo con un té de cilantro ancho. O queremos que se muera o no reconocemos la gravedad de su enfermedad.

¿Será que las partes aún no reconocen la gravedad del asunto?

Suelo escuchar que la educación es un problema país, un problema de todxs. Sí. Eso es cierto. Pero es el gobierno el electo para ejecutar planes de gran escala y es el MESCyT el primer actor con la obligación de ponerse los lentes para ver de lejos. La principal responsabilidad es suya.