El 12 de septiembre del 2012, el economista y matemático español César Molinas presentó una teoría muy interesante sobre el fracaso de la clase política española.  Su teoría, que muy bien pudiera servir para entender nuestros propios problemas de la ecología política dominicana, se sustenta sobre la base de dos importantes conceptos que serán central en la siguiente discusión: “instituciones extractivas” y “élites extractivas.”

Desarrollados por los profesores James Robinson (Harvard) y Daron Acemoglu (MIT) en su obra maestra Por qué fracasan los países, las instituciones y las élites extractivas apelan a una lógica de acción definida por un comportamiento de captura de rentas que destruye toda noción de colectividad, desarrollo incluyente y sostenibilidad inherente a la buena política como profesión. Consecuentemente, explican los autores, la lógica define el tipo de interacción que existe entre los actores políticos y el resto de la sociedad.

Entender los problemas de la ecología política dominicano requeriría, por tanto, entender (1) a las élites políticas extractivas; (2) a las élites económicas (empresas) extractivas y (3) la interacción de 1 y 2.

  1. Las élites políticas extractivas 

En términos prácticos, la lógica de captura de rentas implica el uso de las instituciones políticas para extraer recursos del público (los ciudadanos) en beneficio de las élites. Mediante un aumento descontrolado en el número de botellas, salarios polarizados imprudentes y discrecionalidad en la provisión de bienes y servicios públicos, las élites se adueñan de las finanzas públicas. Crecen las comisiones y los intermediarios por contratos, favoreciendo a los distintos intereses particulares y grupales por encima de la calidad de vida de las grandes mayorías.

Ahora bien, ¿sirve la teoría para explicar decisiones específicas tomadas desde las instituciones del Estado dominicano? Veamos.

A continuación un ejemplo sencillo y puntual:

Política educativa del Estado dominicano.-

Cuando hablamos de educación, nos referimos a un proceso de socialización. De ahí que las preguntas más relevantes en torno a cualquier agenda educativa deberían ser: (1) ¿qué estamos socializando (contenidos.- información, valores, comportamientos)? y (2) ¿quién modera dicha socialización? (los docentes).

La decisión de construir escuelas como principal política de Estado en materia de educación no se refiere a ninguna de las dos preguntas. Sin embargo, responde perfectamente a la lógica de una institución política extractiva. Simplemente no existe un mejor programa de generación de comisiones que la construcción masiva de escuelas y liceos.

Finalmente, lo más doloroso sobre las instituciones políticas extractivas es que al responder exclusivamente a quienes las dirigen, la población pierde confianza en sus capacidades y motivaciones. Como consecuencia ¿(i)lógica?, los mismos ciudadanos empiezan a desarrollar el mismo comportamiento que ellos le critican al Estado extractivo, preocupándose sólo por lo suyo y los suyos. ¡Vaya ironía!

2. Las élites económicas extractivas

Las élites económicas –los grandes empresarios y sus empresas– extractivas son aquellas que entienden por competencia negocios en crecimiento sobre la base de privilegios, exenciones impositivas y subsidios estatales. De manera consecuente, son empresarios con muy poca visión de desarrollo; empresarios que no entienden que, a la larga, ellos no pueden estar mejores si el pueblo no mejora sus condiciones de vida. Sencillamente, una empresa no puede operar de manera sostenible en un entorno donde abunda la pobreza.

Bastaría conversar con pequeños y medianos empresarios para conocer el comportamiento monopólico de algunas de las grandes empresas dominicanas, que además tienden a recibir el respaldo del Estado mediante la discrecionalidad en la aplicación de las leyes o la aprobación de leyes en el Congreso que fomentan la competencia desleal. Esta actitud le corta la respiración a la gran mayoría de  nuevos y pequeños negocios.

¿Pero existen los empresarios progresistas? ¡Por supuesto! Las empresas extractivas no representan el universo de las organizaciones privadas en República Dominicana. Así lo demuestran las declaraciones de principios de año de la Asociación Empresarial de Industriales de Herrera. “Una reducción de las desigualdades y una mayor distribución del crecimiento económico para el fortalecimiento del tejido social,” exigen sus integrantes.

Quizás mas interesante aun, les invito a indagar sobre la historia de la ciudad de Boston, el centro urbano más grande del estado de Massachusetts en los Estados Unidos.

Massachusetts, el estado con los mejores indicadores de educación y salud de los Estados Unidos, es en parte un reflejo de la ciudad de Boston. Boston por su parte, es en gran medida el resultado del trabajo de un grupo de empresarios progresistas conocidos por su movimiento Boston-1915. Un siglo atrás, cuando las responsabilidades del gobierno local de la ciudad eran aun muy limitadas, este reconocido grupo de empresarios creció el mandato del gobierno, exigiendo clínicas gratuitas, mejores salarios para  los funcionarios de la Oficina de Salud Pública, programas de salubridad e higiene universales, escuelas públicas mejores que las propias privadas a las que muchos de ellos enviaban a sus hijos. “Los beneficios de una vida moderna,” clamaban los empresarios progresistas, “los debemos disfrutar todos.”

3. La interacción de las élites extractivas

En resumidas cuentas, la interacción de las élites extractivas es una conjugación de los comportamientos individuales que ellas exhiben. Es una interacción caracterizada por una gran complicidad que termina lastimando la posibilidad de promover mayores niveles de institucionalidad y justicia.

¿Por qué se da ese comportamiento? Porque la interacción se efectúa en entornos de poca o ninguna legitimidad; espacios que desconocen las propias legislaciones del Estado dominicano: el Consejo Económico y Social, por ejemplo.

Como disfrutaría ver a los empresarios defender sus intereses (¡legítimos!) en el hemiciclo de la Cámara de Diputados o en el Senado de la República donde el voto de un representante es exactamente igual al voto de cualquier otro representante; donde las decisiones deben tomarse en base a la argumentación racional de las posturas.  Sostengo firmemente que mientras las grandes decisiones se ejecuten fuera de los espacios creados para promover la debida representación de los intereses de las mayorías, no seremos testigos de grandes cambios.

Pero más allá de la propia complicidad entre las élites, las consecuencias de dicho comportamiento son letales para el desarrollo nacional.

“Nuestro problema no es el Estado,” le decía el economista y profesor universitario Ricardo Hausmann a las organizaciones y asociaciones empresariales del mundo en un artículo de opinión publicado en la revista digital Project Syndicate. Nuestro problema radica en la manera en que venimos relacionándonos con él: una relación basada en la desconfianza y la rentabilidad, no en la confianza y la productividad.

Los grupos empresariales, afirma Hausmann, también son responsables de luchar por que las políticas de gobierno favorezcan el interés público. La posibilidad de cambiar dicha relación, agrega, “constituye la principal variable explicativa en la ecuación del potencial de crecimiento y prosperidad de una nación… El  mercado necesita de un mejor Estado y el Estado de un mejor mercado.” Lo mismo les digo.

Ahora bien, ¿es posible alterar la naturaleza de nuestras instituciones políticas? ¿Lo creen posible?

La secuencia de capítulos de Por qué fracasan los países es muy seductora, pues no sólo provee una explicación de la teoría, sino que provee también numerosos ejemplos de países que han logrado romper con el círculo vicioso del Estado extractivo. El propio César Molinas reconoce a Podemos en España como respuesta a la crisis, a pesar de creer que no llegará a ser gobierno.

Pero tengo la ligera impresión de que aun con esos ejemplos, el lector dominicano no quedaría conforme. Después de todo, las cosas son más difíciles en la tierra de los Báez, Santana, Trujillo, Balaguer, Mejía, Fernández y Medina. “La teoría no nos aplica,” dirían por ahí.

Por eso termino este ensayo presentándoles la historia de Lourdes Almonte, una joven líder estudiantil que recientemente enfrentó a los partidos tradicionales en el proceso electoral por la presidencia de la Asociación de Estudiantes Universitarios del municipio de Salcedo.

A pesar del machismo, la retención de cédulas, la compra de votos y el generalizado despilfarro de dinero por parte de senadores, síndicos y regidores de los partidos tradicionales en apoyo a sus candidatos estudiantiles, la joven universitaria emergió triunfante. Sus esfuerzos por imponer un nuevo estilo, más limpio, más decente, pudieron más. Los intentos de impugnación por parte del PLD mostraron ser inútiles frente al apoyo masivo que recibió Lourdes, quien compitió bajo la consigna: “Capacidad, honestidad y transparencia.”

No obstante lo peligroso que es caer en la neutralidad frente a una evidente crisis moral y política, muchos se resisten a participar. Se resisten a participar de la política, que es la única vía capaz de provocar la esperada revolución democrática en nuestro país.

No me cabe duda de que, al final, la insostenibilidad de la vida en República Dominicana terminará con la desesperanza aprendida. Surgirá una oposición política capaz de hacer trizas de la indiferencia y del individualismo. Es nuestro deber construir esa opción… “con la cabeza en las nubes, los pies bien puestos sobre la tierra y el corazón en las manos.”

¡Felicidades a Lourdes y a todo su equipo de jóvenes universitarios!

Hoy, encarnan un motivo más por el que podemos y debemos seguir luchando. Su ejemplo demuestra que los electores dominicanos están dispuestos a votar cuando encuentran una alternativa con la que se identifican, una alternativa que encarna sus deseos de cambio.

Ahora nos corresponde hacer lo mismo a lo largo de todo el territorio nacional.

El pueblo dominicano busca una opción democrática que gobierne para viabilizar este país. De eso trata la política.

 

Samuel Bonilla | se.bonilla@gmail.com | @sbonillabogaert