En nuestras reflexiones y análisis sobre el pensamiento estético y artístico de Pedro Henríquez Ureña, hemos resaltado el arte del ensayo y del ensayar como proyecto crítico e histórico de su obra.  Para nuestro humanista, más que un género, el ensayo es un recorrido y un vínculo cultural y educativo justificado en una axiología entendida como práctica y filosofía de los valores.

El artista ensaya con la materia, con la palabra, el lenguaje, la forma misma del modelo y sobre todo con el pensamiento que le sirve de base a la obra de arte y a la concepción de la misma.  Se podría decir que todo artista ensaya un modo y una forma de creación basada en la experiencia individual y transindividual.  Los grandes estetas y filósofos del arte han organizado y ensayado todo un proceso de creación de la obra de arte, tal y como se hace legible desde Aristóteles, San Agustín, Alberti, Leonardo, Vico, Croce, Baumgarten, Kant, Hegel y muchos otros que formularon sus ideas estéticas a través de evocadores ensayos y escritos confluyentes como forma-sentido.

Es en el contexto de la historia y de la modernidad cuando se producen las diversas teorías y fundamentos sobre la obra de arte.  El esteta y el filósofo ensayan una visión que explica el mundo de sus imágenes o da cuenta del movimiento del arte y sus formas. El pensador, filósofo o ensayista, se apoya en una concepción de los diversos actos artísticos, motivadores del qué, él cómo, el para qué, el cuándo y el dónde se origina, se desarrolla y se objetiva la sensibilidad estética y artística, cobrando así valor el producto artístico y sobre todo sensible que surge del acto de creación.

Para la historia del arte toda explicación  de un lenguaje artístico denominado lenguaje de la poesía, lenguaje de la música, lenguaje de la pintura, lenguaje de la escultura, lenguaje del teatro, lenguaje de la ópera, lenguaje de la fotografía, lenguaje del cine y otros propicia y define un espacio de sentido y producción. El lenguaje del arte orienta su perspectiva como expresión,  contexto de cultura y creación.

En efecto, el espectador como categoría estética es impresionado por su objeto. Este resulta como proceso de una creación humana realizada por un artista que es también el primer espectador de la obra y el que la valora como sujeto de creación.

Existe un vínculo y una dialéctica de la producción artística que se establece mediante un determinado nivel de creación; lo que hace posible la comprensión de la obra de arte y de la concepción del artista.

Así pues, el estudio de la obra de arte propicia un conocimiento del producto sensible como tal. Su creador, su receptor y su mensaje conforman el mundo de la obra de arte.Lo que quiere decir que el marco de valor, apreciación, finalidad, estructuración y funcionamiento de la obra, entendida como sentido estético y sensible, implica toda una dialéctica de la comprensión artística  en tiempo, espacio y recepción.

En el Caribe y América Latina el ensayo artístico, y el ensayismo de arte, aspiran siempre a lo que Pedro Henríquez Ureña pensó como el ensayo “en busca de nuestra expresión”.  El ensayista, educador y crítico cultural dominicano construyó todo un trazado artístico y cultural hispanoamericano, ligado siempre al sujeto histórico latinoamericano y caribeño a partir de acercamientos estéticos y axiológicos.

En tal sentido, el ritmo de la obra como orientación que proyecta valores a través de la escritura, se convierte a su vez en expresión, lengua, reflexión, pensamiento y conjunción de sentido.  En el caso de los productos filosóficos, artísticos, filológicos, culturales, éticos y educativos, nuestro autor insistió en las cardinales democráticas del ensayismo literario, cultural y artístico.

Es importante subrayar que ciertos textos estéticos y artísticos de Pedro Henríquez Ureña, constituyen un tipo de producción en proceso, encuadre y contexto.  Lo que obliga a reconocer modos de analizar,significar,comunicar y motivar una lectura-experiencia de modos de creación, visiones, representaciones y fuerzas ideológicas solidarias a nivel continental y sociocultural.  El elemento contextualizador que justifica el ensayismo estético-cultural y artístico- literario en la obra de PHU, sugiere también un acercamiento a estructuras históricas, sociales y de pensamiento en el Caribe y Latinoamérica.

Sin embargo, algunas antologías que agrupan ensayos sobre la  América continental, no aciertan a promover el ensayo como categoría escrituraria, intelectual y productiva, debido muchas veces a las carencias de aquellos compiladores que reúnen textos ensayísticos sin establecer techos epistémicos o prácticas interpretativas.Algunos ensayistas y pensadores  demandan tonos, protocolos, tiempos, ritmos, niveles y formas del ensayar en creación y contexto.

El ensayismo artístico y estético destacable en la Historia de la cultura en la América hispánica y en Las corrientes literarias en la América hispánica se remonta a los Ensayos críticos de  1905 y a varios ensayos estéticos escritos y publicados entre 1904 y 1920, cuando nuestro autor ejerció como periodista cultural y ensayista en diversos diarios y revistas de New York, Washington, México, Argentina y Cuba. En tal sentido,sería importante revisitar textos como:Horas de estudio(1910), La utopía de América (1925), Seis ensayos en busca de nuestra expresión(1928), Antología de la versificación rítmica (1918).

En efecto, el ensayismo artístico, literario y cultural de PHU marcó caminos ligados  y resaltados por un movimiento intelectual que pretendía democratizar núcleos y espacios asumidos desde las humanidades liberales, sus diversos registros, sus tiempos de interpretación y aquellos trayectos mediante los cuales el arte, la literatura, la cultura y sus distintos ejes cobran su valor como experiencia crítica, artística, histórica, axiológica y comunicativa.

En efecto, al asumir el conjunto de visiones, experiencias y proyectos democráticos y utópicos nuestro autor orienta su ensayismo hacia una concentración de ideas estéticas, filosóficas y sociológicas muchas de ellas marcadas por Martí, Rodó,Darío, Hostos, James, Pater, Nietzsche y otros que particularizan lecturas críticas, formadoras y motivadoras de mundos, representaciones políticas, artísticas y culturales.

Las miradas e inscripciones que a lo largo de su recorrido intelectual proyectó y definió PHU como línea de pensamiento , sello de experiencias humanísticas y académicas, contribuyeron a crear su cardinal integradora, crítica e historiadora del arte, la cultura , las letras hispánicas y continentales.

Lo que desde su proyecto crítico y liberal provocó cierto pulso ideológico propiciador de incidencias y respuestas políticas e institucionales, aparece en su obra como manifestación a través del ensayo de ideas, de arte y de cardinal estético-literaria.  De ahí que teatro, música, pintura, folklor, arquitectura y urbanismo conformaran una geografía cultural y artística fundada en un humanismo americanista, respaldado a su vez por una historiografía liberal y democratizadora de saberes y creaciones culturales.

¿Por qué en Las corrientes literarias en la América hispánica, nuestro autor le acuerda espacio, reflexión y tono crítico a la historia de las artes plásticas?  Hemos visto cómo en las últimas dos obras publicadas en español luego de su muerte, PHU asume la cultura artística y la estética en sus tensiones, fuerzas culturales y productividades, toda vez que dichos saberes e instancias de creación conforman el programa de una historia de la cultura literaria, artística e institucional de la América hispánica y continental.

En tal sentido, en el último capítulo de Las corrientes literarias… nuestro crítico e historiador concluye su reflexión de la siguiente manera:

“Por último, la pintura es el arte con que la América hispánica ha demostrado al fin ante el mundo moderno su aptitud creadora.  Nuestra “nueva pintura” no es vieja, excepto en la tradición que parcialmente inspira; se inició en México en fecha tan reciente como 1921, por más que se considere ya su aparición como un acontecimiento histórico internacional.  En 1921, tras de vivir catorce años en Europa, Diego Rivera volvió a la capital de su país y fue invitado a decorar la Universidad Nacional con pinturas murales.  Su técnica magistral se mostró a la altura de esta (para él) nueva empresa, ya que había adquirido, en largos estudios que van desde Giotto al cubismo, una amplia variedad de recursos.”(Op. cit. pp. 248-249).

Diego Rivera regresó a México para dejar su arte plasmado en muros, instituciones, visión estética, educativa y urbana.  Pero sobre todo a investigar la mexicanidad como gesto identitario de comienzos de siglo XX.  Por aquellos tiempos (1920-1935), Diego Rivera fue un gestor intelectual.  Según lo expresa nuestro autor:

“A su regreso a México se interesó por el estudio de la arquitectura y la escultura indígena y del arte popular mexicano, desde los retablos votivos de las iglesias humildes hasta los grabados de los periódicos satíricos y de las hojas de corridas.” (Ibídem. loc. cit.)

Los escritos sobre creación, artistas y arte latinoamericanos anunciaban a un apasionado ,sagaz y sensible  crítico de arte que analizó la tradición y la ruptura desde una perspectiva de lo clásico y lo moderno.  Las estéticas surgentes de aquel momento (1920-1940), se orientaron como finalidad de una nueva creación,  un estado vincular de representación artístico-visual y de la productividad literaria del mundo hispano-latinoamericano.