Como no es raro que "se vaya la luz" ni que falte el agua en las griferías domésticas, ni que haya congestión de transito, transporte y tráfico de pasajeros en las calles y avenidas de las ciudades dominicanas, principalmente de la capital y de Santiago de los Caballeros,  o que se sienta en el aire la inseguridad ciudadana, el trasiego de ilegalidades vinculadas al narcotráfico, al lavado de activos, al contrabando y la corrupción gubernamental (y privada), ahora resulta que se apela al sofisma para desvirtuar la realidad y de manera políticamente incorrecta, se hace una estalinista advertencia, reaccionaria, aviesa, hitleriana y neotrujillista, de que ahora existe un supuesto "plan macabro" para cambiar la realidad de la República Dominicana, que a su juicio es de "progreso, desarrollo y paz", gracias a la labor del gobierno.

Con la desfachatez de un niño malcriado al que se le ponen rojos los ojos cuando se le llama la atención, la cúpula partidocrática del grupo gobernante, saliendo de la borrachera del domingo infausto (por neotrujillista) propala de rabia el peligroso infundio ante las quejas empresariales, religiosas, de los grupos organizados de la sociedad civil y de los medios de comunicación, ante la embestida cameral que ha incidentado los procedimientos constitucionales poniendo en jaque a la democracia dominicana, ya hace tiempo vapuleada por el arribismo de los multimillonarios que en meteórica carrera han asaltado el erario y valiéndose de un muy mal disimulado tráfico de influencias, se han alzado "con el santo y la limosna" desprestigiando a todos los políticos (juntos mansos y cimarrones), a toda la política y a los partidos tradicionales.

Acusan de "conspirar", un mete miedo argumental que cayó en el descrédito desde los tiempos del desgaste balaguerista, pero lo hacen mientras los sustentantes de tal desatino se burlan de toda la ciudadanía llevando vida arabesca, de príncipes o faraones modernos, permanentemente en restaurantes de lujo, llevados y traídos dentro de lujosos vehículos a los que sus conductores no les apagan sus motores, para mantenerlos refrigerados aunque vaya en detrimento del medio ambiente natural y ecológico urbano; gente que tiene casas fabulosas en residenciales turísticos y que poseen vestuarios que pocas gentes de la farándula o del arte tienen en sus roperos.

La arrogancia del politiquillo recién llegado -aunque haya pasado 20 años esperando, es un recién llegado-, su voracidad, su falta de escrúpulos, su petulancia y  grado de ostentación es, a todas luces, anti ética, amoral y nada cristiana. Choca en contradicción con los malabares que debe hacer la gente del común para sobrevivir.

Humildad y modestia no se tienen, se abandonaron si es que se tuvieron alguna vez.

Ahora, acorralados por sus propias malas actuaciones, viéndose en el espejo de los fracasos acumulados, sintiéndose cercados por sus propios congéneres, recurren al pataleo provocador e intentan enfrentar los poderes invisibles y los visibles, los que les llevaron al poder a ellos y los que les están restando poder ahora porque se han creído, altaneros e irrespetuosos, todopoderosos hasta para interpretar los escasos valores que han dejado sin mancillar, que son los de la simple observación y los de la audición. Debieran ellos aperarse de sus lujosos vehículos y darse "un baño de pueblo", volver a arremangarse sus camisas, jugar un 21 en cualquier cancha barrial o montarse en solitario y disfrazados de pobres en una guagua pública o en un carrito del concho, descubrirán otro mundo…

Claro, para eso muchos tendrán que afeitarse sus bigotitos a lo Ramfis, caídos en desuso hace ya 50 años.