Estaban corriendo en medio de la calle, uno detrás de otro. Un adulto gritándole al que iba delante y tratando de escapar. El otro corría llorando y muy preocupado, tratando de alcanzarlo. Parecía que le habían golpeado pues se agarraba y tenía dificultad para moverse. Su cara de dolor nos desconcertó. Pensamos que estaban jugando y se pelearon pero al preguntar al señor que estaba observando, nos comentó que el niño le había robado mil pesos al otro y salió corriendo.

Muchos dicen que en nuestro país tenemos una cultura del robo y la verdad es que pienso que muchas personas tienen incorporado el hábito de tomar pertenencias de otros sin permiso o de aprovecharse de las situaciones para sacar beneficios que no les corresponden. Esto se da en todos los espacios y a todos los niveles de manera descarada.

Todos hemos experimentado en algún momento el robo y la impotencia al no poder hacer nada y tener que aceptarlo. La sensación es aún peor cuando el robo lo comete una persona cercana o de confianza. Esto es más común de lo que pensamos y por esto decimos “en la confianza está el peligro”. Ya ni nos paramos a ayudar a alguien con una necesidad en la calle pues creemos que puede ser un montaje para engañarnos, atacarnos o robarnos.

Recuerdo cuando estuve en otro país y dejé una cartera en un lugar abierto sin seguridad ni supervisión. Cuando nos dimos cuenta y nos devolvimos para ver si la encontrábamos nos llevamos la sorpresa de que la habían guardado en uno de los negocios de comida que ahí se encontraban. Comentamos en ese momento que si hubiera pasado en nuestro país, se hubieran robado la cartera inmediatamente. Hemos tenido varias experiencias parecidas en otros países en las que lo que pierdes o dejas nadie lo toma o te lo guardan. En el nuestro eso seria una fantasía.

El robo se da con frecuencia en la niñez pues en los primeros años el niño no comprende que tomar lo que quiere puede ser algo incorrecto. A partir de los 6 años ya entiende el concepto de propiedad y pertenencia. El rol de los adultos que rodean a los niños es muy importante para asegurar que comprendan que no deben tomar lo que no les pertenece. Pero, lamentablemente, son los mismos adultos los que dan el peor ejemplo y que envían el mensaje de que robar es aceptable en distintas circunstancias. Muchos niños no tienen a ese adulto que modele y les enseñe a respetar lo que es de otro y a ser honestos.

Se roba por distintas razones. Unos por necesidad cuando no tienen el dinero para lo que necesitan. Otros roban por influencia de sus compañeros. En otros casos, es el reflejo de un problema que debe ser abordado por un profesional. Para prevenirlo es necesario que se converse sobre el tema y se explique la razón por la que no es correcto robar, se comprenda lo que significa la propiedad y se pongan ejemplos sobre las implicaciones del robo para uno mismo y para otros.

En su investigación y libro “Estar, ser y convivir en la escuela” sobre la violencia escolar en el país, una de las problemáticas que identificó su autora, Berenice Pacheco, fue la de la práctica generalizada y normalizada del robo entre compañeros y la indiferencia de los adultos frente a la misma. ¿Cómo vamos a mejorar si el problema es sistémico?

Ante el robo de niños y jóvenes los adultos deben actuar con calma y enfrentar la situación inmediatamente para evitar que se convierta en una conducta recurrente. Si se lleva algo de un lugar (una tienda, un restaurant, una casa), es recomendable acompañarlo para que el mismo lo devuelva o lo pague si ya lo consumió y que pida disculpas al propietario. No se debe justificar el robo diciendo que lo tomó prestado y mucho menos ignorarlo. Es importante que se asuma una postura clara frente al robo.  El cambio no se logra castigándolo o diciéndole que está mal, sino con un mensaje claro y coherente en el que se modele la honestidad y se asegure que el niño o joven devuelva lo que tome y asuma la responsabilidad. La supervisión y el seguimiento son necesarios para identificar las causas del robo y para poder abordarlo de manera adecuada.

Me resisto a darme por vencida y a simplemente aceptar que somos así y que esta es nuestra realidad. Es urgente actuar en nuestros hogares y escuelas frente a esta conducta tan arraigada y tan dañina para todos.