La República Dominicana ha anunciado el rompimiento de relaciones con Taiwán y el inicio de vínculos diplomáticos con la República Popular China. Con tal accionar la República Dominicana sigue el camino emprendido en 2007 por Costa Rica, emulado el pasado año 2017 por su vecina Panamá.  Al igual que ha sucedido con estos dos países centroamericanos, el establecimiento de relaciones diplomáticas con China Continental le abre al Estado dominicano un abanico de oportunidades en materia comercial y en el campo de las relaciones internacionales.

Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, el principal beneficio que en el corto plazo podría cosechar República Dominicana de su relación con China lo es el hecho de ver realidad el anhelado deseo de la nación caribeña de alcanzar uno de los diez puestos como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, órgano en el que China, junto con Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia, tiene poder de veto. En tal sentido, el gigante asiático ha usado este privilegio para impedir que aquellos Estados que mantengan relaciones con Taiwán puedan ingresar en tan importante y sensible foro universal. Al respecto, no olvidemos que en 2007 la República Dominicana vio desvanecida su candidatura a la membresía del referido órgano del sistema de Naciones Unidas.

En lo concerniente a las ventajas económicas y comerciales, la alta demanda china de materia prima y de alimentos representa un novedoso mercado para la productividad dominicana. El volumen y la fluidez en el intercambio comercial entre ambos países les obligarán a suscribir en corto tiempo un Tratado de Libre Comercio, tal y como ha sucedido con Costa Rica. De más no está decir que el establecimiento de relaciones incentivará e incrementará el flujo de turistas chinos en República Dominicana.

La relación de República Dominicana con la República Popular China no está exenta de riesgos para la nación antillana. No podemos perder de vista que China, con su Banco de Desarrollo Chino, podría poner a disposición del Estado dominicano un amplio mercado de crédito y financiamiento, lo cual, dada la irresponsable vocación de endeudamiento que caracteriza a los gobiernos dominicanos, contribuiría a seguir incrementando la inquietante deuda pública dominicana. En América Latina sobran los ejemplos de preocupantes endeudamientos con China, siendo destacable el caso de Ecuador, que entre 2005 y 2017 acordó trece prestamos con entidades financieras chinas por valor de 17,400 millones de dólares.

Por otra parte, frente a la denominada guerra comercial entre China y Estados Unidos, la política exterior dominicana debe de ser prudente y mesurada a la hora de fijar posición en asuntos en los que los intereses chinos entren en contradicción con los de Estados Unidos, nuestro mayor socio comercial y con quien la realidad de la geopolítica nos obliga a tener una relación estable.

El establecimiento de relaciones diplomáticas con China es un paso correcto por parte de la diplomacia dominicana, que coloca al país en el círculo de aliados de la mayor economía asiática y segunda del mundo. Sin embargo, las autoridades dominicanas deben manejar los lazos diplomáticos y comerciales con China con el tacto necesario para evitar la definitiva hipoteca del país e impedir conflictos de intereses con Estados Unidos y la Unión Europea.