Cuando observo el panorama político nacional, la voz y acciones de los revolucionarios no se sienten, sin ningún impacto. A pesar de su precaria organización, su división y dispersión, lo complica todo.
Continuar por los senderos de la división y dispersión, no conduce a nada positivo. Es seguir friéndose en la misma salsa y después culpar a otros por el aceite muy caliente. Los revolucionarios deben admitir su debilidad organizativa, escasa incidencia en la población; y, tomar el cielo por asalto, articulando una entidad política unitaria para enfrentar los grandes desafíos.
No estamos hablando de fusión ni nada parecido. Es unidad de acción de los revolucionarios para que las acciones lleguen con contundencia, coherencia y en búsqueda, en los frentes de masas y otros escenarios, de alcanzar un objetivo común. Si se quieres, es la puerta de entrada que materialice una fuerza monolítica capaz de aplicar el principio de unidad, crítica y unidad, que sepulte lo que nos tienen separados por décadas, como la res mala.
No deben alegar, darle vuelta al asunto, primero hay que “discutir” el programa para transformar la sociedad dominicana. Objetivo estratégico que nadie resta importancia capital para llegar a un puerto seguro. De lo que se trata es dar los primeros pasos, en serios, analizar el nuevo escenario, si es que existe, y cómo enfrentar las ejecutorias del presente gobierno que preside Luis Abinader Corona.
Cada quien por su lado, seguimos en más de lo mismo, sin conseguir victorias tangibles que le sirva a un proyecto común y que permita alcanzar escalones de poder. Aquí, todos tienen sus objetivos personales, grupales y partidarios; pero nada, fruto de un acuerdo consensuado entre las principales entidades revolucionarias.
Cuando se tiene el criterio de que la organización política es una finquita de su propiedad, muy bien disimilada, se obstaculiza el asunto. Nadie quiere soltar, de golpe y porrazo, lo que ha sido su vida por largo tiempo. Es justo admitir, reconocer, que existen organizaciones, dirigentes y militantes que se esfuerzan por la unidad, y trabajan por ella.
Para poder enfrentar con éxitos los desafíos y las maniobras del presente gobierno del presidente Luis Abinader, el PRM y fuerzas aliadas, se requiere la formación de una entidad unitaria que pueda sacar provecho visible a las grandes jornadas de luchas que se avecinan. Es cierto que salimos del PLD corrupto, ahora nos toca bailar pegao con una pareja que de antemano sabíamos que tenía su musiquita, sello de clase, por dentro.
—Es una necedad negar la existencia de un cambio de gobierno, una nueva forma de gobernar, lo que está por verse es la transición democrática.
El programa de gobierno presentado a la población garantiza, en el marco institucional, institucionalidad democrática y una nueva forma de gobernar que hay que aprovechar. Sus distorsiones en aplicar algunas medidas gubernamentales, en a penas 27 días, benefician de manera descaradas a clanes familiares y a un sector de clase que se quiere servir con la cucharada grande, en la cara, muerto de risas, de todos.
—Lo reitero de nuevo: nada caerá del cielo, por obra y gracia del Espíritu Santo. Sin unidad, lucha organizada y bien dirigida, ta’ mos presos por la guardia de Mon.
La táctica de unir la mayor cantidad de fuerzas políticas para vencer al blanco común fue correcta. Sino hay unidad, de las organizaciones revolucionarias, y enfrentar con éxitos los desafíos, el traje quedará a media talla. El traje completo y a la medida se los hacen los que actúan sobre la base de objetivos comunes y acciones coherentes.
—Las alianzas público y privadas, son los ejemplos de una burguesía en expansión y crecimiento, bajo la sombra del Estado.
Seguir por ese camino torcido no es correcto. El tiempo es inexorable, no lo detiene nadie. Y no debemos continuar por ese derrotero. Se podrán alcanzar éxitos en forma partidaria, pero la revolución en sentido general avanza muy poco, imperceptible. El enemigo de clase actúa con coherencia y se consolida en el poder, al no tener una oposición revolucionaria unitaria, con inteligencia y los pies sobre la tierra, que desenmascare sus verdaderas intenciones, cuando empiece a torcerse.