Sólo unos días nos separan de las convenciones nacionales de los dos partidos principales. Los republicanos se reunen en Cleveland, Ohio, a partir del 18 de julio y los demócratas harán lo mismo en Filadelfia, la ciudad fundada por los cuáqueros, el 25.
El proceso de las elecciones primarias de ambos partidos ha beneficiado a las firmas encuestadoras y estas siguen disfrutando de la bonanza, con la diferencia de que ahora su trabajo es más fácil, aunque igualmente productivo.
Ya no es necesario encontrar el porcentaje de la posible votación de 17 aspirantes republicanos y de un puñado de demócratas que aspiraban a la nominación. Muy pronto todo quedó reducido en ese último sector a dos aspirantes. Gradualmente las encuestas entre republicanos se fueron concentrando en tres, cuatro o cinco aspirantes.
Ahora se trata simplemente de indagar sobre la opinión del votante en relación con Hillary Clinton y Donald Trump. Algunas encuestadoras incluyen ocasionalmente los nombres de los candidatos de los partidos Libertario y Verde. En el caso de Gary Johnson, el candidato libertario, a veces parece acercarse al 10 por ciento de la votación, pero en Estados Unidos, al llegar las elecciones generales, el voto se polariza y se escoge entre demócratas y republicanos, con excepciones significativas en el pasado reciente como el caso de Ross Perot que logró cerca del 20% en 1992 y por unos días superó en las primeras encuestas a los candidatos George Bush (padre) y Bill Clinton.
Repasando algo más de una docena de encuestadoras, los resultados oscilan generalmente en favor de Hillary Clinton, que disfruta, según ellas, de entre 2% y 13% de ventaja. Una encuesta de hace una semana otorgaba una ventaja de 4% a Donald Trump, pero nadie le hizo caso pues sus simpatías republicanas son bien conocidas. Pero la ventaja o desventaja de un candidato se modifica semanalmente.
Es fácil detectar errores en estos sondeos de opinión electoral. Una encuestadora concedía sólo 2 puntos de ventaja a la Clinton, pero al leer todos los resultados de su sondeo le otorgaba un 33% del voto hispano a Donald Trump. Cualquier observador imparcial puede predecir, sin demasiada exageración, que en relación con tan apreciable volumen de votación hispana a favor del señor Trump, sería más fácil se produjera la temida o anhelada llegada de los extraterrestres al planeta Tierra, difundida por CNN, MSNBC, FOX y todos los canales del cable en el globo terráqueo.
Ligeramente más probable, aunque también inexacto, es atribuirle a ese candidato sólo el 1% de la votación afroamericana, como lo hizo esa misma encuestadora al ofrecer la lista de todos los resultados. Todavía concederle al famoso empresario el 3 o 4% de los sufragios afroamericanos tendría un poco más de probabilidad, aunque pudiera ser que no llegara siquiera a esos niveles, a pesar de disfrutar de mayoría en los varones blancos que parecen favorecerle.
Los medios de difusión nos hacen despertar con una nueva encuesta. A veces se refieren al dato de que ha disminuido el apoyo a la Clinton en las cifras ofrecidas por una encuestadora la semana anterior. A eso se le da la condición de gran noticia. Por otra parte, un prestigiosísimo encuestador y analista, que parece siempre obtener éxito con sus predicciones, anunció que la exsenadora y exprimera dama tiene un 80% de posibilidades de llegar a la Casa Blanca. Unos días después afirmó que entre el 78 y el 79%.
Un repaso por los datos de la historia electoral nos hace recordar que en 1980, pocas semanas antes de los comicios, casi todos los observadores predecían que el presidente Jimmy Carter derrotaría al ex gobernador Ronald Reagan. Tal cosa parecía casi inevitable, pero el fracaso del intento de rescate de los rehenes en Irán contribuyó decisivamente a la derrota de Carter y la candidatura del honrado gobernante se vió abrumada por los acontecimientos.
Los problemas de la señora Clinton en su pasado como primera dama, senadora y sobre todo como secretaria de Estado hacen que muchos la rechacen. Una enorme cantidad de republicanos la odian más que al conde Drácula. Pero, curiosamente, el rechazo a Trump no es sólo entre los del partido contrario sino en su propio entorno partidista.
Es curioso como ex presidentes y ex candidatos presidenciales republicanos, así como la mayoría de los senadores, congresistas y gobernadores de ese partido, no sólo se niegan a apoyar a Trump, sino que ni siquiera aseguran que votarán por él. Lo más que dicen algunos de ellos es “votaré por el candidato de mi partido”, sin mencionar el temido nombre. Casi ningún líder republicano importante se dispone a pronunciar un discurso en la convención del partido y muchos de ellos han dado a conocer que ni siquiera desean ser vistos a años luz del candidato.
Pero aún sin maquinaria partidista que lo apoye en muchos estados y regiones, Trump tiene millones de entusiastas partidarios y sus frecuentemente disparatadas afirmaciones atraen a un gran sector. Hillary Clinton pudiera todavía ser encausada por el ya archifamoso caso de los correos electrónicos. Sigue siendo la favorita en las encuestas y pudiera convertirse en presidenta, pero las elecciones no son hoy sino en noviembre.
Empero, mientras tal cosa sucede, o acontece todo lo contrario, las encuestas lloverán, proliferarán, abrumarán, cansarán y hasta aburrirán. Y a pesar de los pesares, seguiré leyendo los resultados de esos sondeos. En realidad, confieso que me gusta todo esto.