Cuando en el año 1936, el periodista, matemático y estadístico, George Gallup, puso en práctica su novedoso método muestral, mediante el cual con tan solo tres mil entrevistas pronosticó, con una sorprendente certeza, el triunfo del presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, sentó las bases para que las encuestas se convirtieran en un instrumento indispensable de la competencia electoral.
A partir de que el fundador del Instituto Americano de Opinión Pública, que posteriormente pasó a llamarse Gallup, pronosticó el triunfo de Roosevelt con el 56% de los votos, se inició la consagración de las encuestas en los procesos electorales.
El referido mecanismo de investigación ha tenido tradicionalmente un significativo número de detractores, los cuales fundamentan sus críticas en las manipulaciones que, en medio de las campañas electorales, realizan muchas firmas encuestadoras para favorecer a sus contratantes.
La encuesta tiene un rol importante en la lucha por el poder político. La mayoría de los partidos y los candidatos la utilizan como instrumento para la planificación y ejecución de las campañas y como medio de propaganda. En cambio, algunos medios de comunicación, principalmente los grandes periódicos, las utilizan para brindarle un pronóstico veraz a sus lectores. Mientras que los empresarios las utilizan para, sobre la base del posicionamiento en el electorado, determinar el monto de su contribución a cada candidato.
Toda encuesta electoral que se realiza cumpliendo con el rigor requerido está llamada a producir un pronóstico cierto de la intención de los electores. Por el contrario, aquella que se hace al margen de la buena práctica que se requiere para un estudio de opinión terminan dando resultados que no se corresponden con la realidad.
Por otro lado, cuando las encuestas no son reguladas de una manera eficaz, pueden servir de instrumentos para la desinformación de los electores, razón por la cual están reguladas por la Ley No. 15-19, Orgánica del Régimen Electoral, en cuyo artículo 200 se dispone que se debe incluir en la publicación de las mismas la denominación y domicilio de la entidad que la hubiere realizado, así como de aquella que la hubiere encargado. Del mismo modo, sus características técnicas, tales como el método de muestreo, tamaño de la muestra, margen de error, nivel de representatividad, procedimiento de selección de los encuestados y fecha de realización del trabajo de campo. También el texto íntegro de las preguntas y cuestiones planteadas y el número de personas que no contestaron cada una de ellas.
Ha llegado la hora de la verdad para las encuestas. A partir del próximo día 27, ocho días antes de las elecciones, no podrán seguir siendo publicadas. Las que vendieron sus resultados al mejor postor descansan ya en el infame vertedero de la desinformación.
Ahora es tiempo de encuestas prestigiosas como la de Gallup, contratada por el periódico Hoy, en la que el 53.7% de los electores favorecen a Luis Abinader, el 35.5% a Gonzalo Castillo y el 8.6% a Leonel Fernández, y la de Greemberg, contratada por Diario Libre, en la que Luis Abinader tiene el apoyo del 56% de los electores, Gonzalo Castillo del 29% y Leonel Fernández del 12%.
Finalmente, Gonzalo Castillo, ha sido derrotado contundentemente en la batalla de las encuestas. El gran vencedor, Luis Abinader, ya está en la puerta del Palacio Nacional.