Marc Levy, dice mi esposa, ¿te suena? ¿El de los pantalones?, pregunto con ingenuidad. ¡No! Es un escritor francés muy famoso, mira este es su último libro, ya casi lo termino. ¿Eleanor Rigby, es la protagonista?, ¿qué esa no es una canción de los Beatles? Ya no alegué más y simplemente la acompañé a la charla… en un auditorio ubicado dentro de un zoológico… bendito sea Breton.
El lugar estaba lleno. Un hombre de barba escasa lo presidía rodeado de mujeres (veteranas). Al parecer, una de ellas se lo había encontrado en Nueva York (donde vive) convenciéndolo de venir a Luisiana. Y todavía hay gente que menosprecia la persuasión femenina.
No siempre fue escritor, antes había trabajado para la Cruz Roja y estudiado arquitectura. La «revelación» le llegó cuando su hijo se cansó de escuchar las historias que le inventaba cada noche y así empezó a pasarlas al papel. Otro día cualquiera, alguien descubría el manuscrito y lo instaba (sin tregua) a que lo mandara a alguna editorial.
El se muestra amable y, sin arrogancia, cuenta lo afortunado que se siente. Que si había entrado en el mundo literario con el pie derecho, había sido por la publicidad de Steven Spielberg, pues había adquirido los derechos de su primer libro, Ojalá fuera cierto, para el cine, y aunque otro la filmó, llegaría en 2005 a las pantallas con Reese Witherspoon y Mark Ruffalo. Pero como todo es relativo, cuando se encontró con Ruffalo en Central Park y le dijo que él había escrito la trama de esa película, el actor ni se dio ni por enterado; la muchachada ríe…
Luego habla de su padre, célebre por sus monosílabos, a tal grado que tardaría veinticinco años en enterarse de que había luchado en la Resistencia. Tenía dicha edad cuando le pide que lo acompañe al estadio de futbol de Toulouse. El hijo desconcertado presenciara cómo el Ministro de la Defensa le honra junto a varios compañeros, «cosas del pasado» le dijo. Durante los festejos, un hombre mayor se le acerca invitándolo a su casa: si en verdad quieres saber…
Allí, desplegados sobre la mesa principal estaban documentos policiales, en donde sobresalía un tal Jeannot: el nombre de guerra de su padre. Así nacerá otro de sus best sellers: Los hijos de la libertad, aunque tardaría otros veinte años en escribirlo, por un lado quería documentarlo y por el otro no deseaba un conflicto con su progenitor. Un libro que habla de la dignidad, de la identidad, que no se trata del lugar donde nacemos, sino al que uno pertenece, señala. En 2007, vendió medio millón de ejemplares.
Al escribir esto, leo que nació en Boulogne-Billancourt, el suburbio pegado a París, donde yo también viví un par de años. Me pregunto, -ociosamente- por el rumbo. ¿Será del lado burgués y elegante, cercano al Estadio Roland Garros, o habrá nacido en la parte más popular, por el lado de la Renault y del Pont de Sèvres, por donde yo vivía…
En fin, el humor y los aplausos nunca decayeron. Al concluir, Monsieur Levy es generoso y firma libros y posa para cuanta foto le solicitan. No he tenido oportunidad de leerlo (mi mujer no suelta el suyo ni por error) y aunque muchos lo critican por tener un estilo a veces empalagoso, otras sentimentaloide, cada quién sus gustos. Nadie puede negar que es ante todo, una persona sencilla y cercana a sus lectores (y lectoras).