El pasado día 23 junio 2018 que fue el último sábado de ése mes, el Dr. William Pichardo Director del Laboratorio Veterinario Central – LAVECEN – que es una dependencia del Ministerio de Agricultura, me invitó a que le acompañara junto a otros miembros de su promoción, a su primer encuentro como egresados a realizarse en la residencia ocupada por uno de ellos localizada junto a la carretera que desde La Vega conduce a Jarabacoa.
La casa, panorámicamente situada entre los Alpes Dominicanos y la comunidad de Buena Vista, estaba circundada por un hermoso vergel concitando mi atención entre las diversas plantas que allí prosperaban unas begonias, específicamente la Begonia nelumbiifolia, que se cultivan, no por sus flores sino por su follaje al ser sus hojas muy grandes, peltadas, pubescentes y decorativas. Verlas me retrotrajo a un jardín que de niño visitaba a diario en Santiago frente a casa.
Por haber llovido recientemente y estar nublado esa mañana sabatina, este verde espacio se mostraba exuberante, frondoso, y los empedrados senderos construidos a propósito para pasearse y disfrutar de su avistamiento, fueron para los pocos egresados y familiares asistentes una oportunidad ideal para recrearse con la floración de numerosas especies cuyas flores solo podemos ver cortadas – en puchas – en floristerías y supermercados en las zonas urbanas de baja altitud.
Cuando me convocaron para asistir a tan agradable evento desconocía por sus nombres de pila a quienes garantizaban su presencia al mismo – Rafael de Lemos, Francisco Estévez, Manuel Jiménez, Amaury Nova, Domingo Gómez y al anfitrión José Duval – no porque hacía más de tres décadas que habían sido mis discípulos, ni tampoco por estar desmemoriado, sino por un rasgo de mi temperamento que voluntariamente no puedo eludir.
Con el tiempo he sabido que ese atributo o aspecto de mi personalidad se denomina rapto bautismal consistente en la propensión natural que tienen algunos individuos – Pablo Neruda entre ellos – de asignarle un calificativo, un nombre a las personas con las cuales interactúa o avista con frecuencia basándose en detalles diversos tales como: comportamiento, apariencia física, estribillos verbales que utilizan, constante uso de una prenda de vestir, semejanzas con un animal, una fruta, extravagancia onomástica, lugar de procedencia y un largo etc.
Recuerdo de momento haber bautizado como Primera Dama a una alumna llamada María Martínez como la esposa de Trujillo; Sagradas Escrituras a una señora de la Iglesia que sólo hablaba de la Biblia; Marcelo Tuntún un pequeño y regordete amigo santiaguero; Pitágoras, a una señora muy calculadora que regenteaba una pensión; Como tal, a un cubano que empleaba esa muletilla verbal al final de cada fase; las Tom MCcann a las hijas de alguien que fue zapatero en su juventud y Candelier, a un bombero del IAD muy severo y estricto.
Debo por obligación advertir que desconozco el nombre real de la generalidad de las personas a las cuales públicamente o en secreto los atribuyo un sobrenombre. Que hacen legión los que ignoran que les tengo reservado un mote en mi imaginación. Que algunos, por haberles destacado en la elección de sus alias un aspecto personal no de su agrado, se han sentido luego ofendidos. Además, no solo les adjudico nombre a quienes a menudo trato sino a personas vistas una única vez en mis viajes al extranjero.
Mis profesores, autoridades de la UASD, compañeros de estudios y con posteridad los alumnos que tuve en la Facultad de Ciencias Agronómicas y Veterinarias, fueron también objeto de mi manía, mi tendencia a motejar, siendo reiterativo el hecho que luego de aprobar la asignatura que les enseñaba olvidara sus nombres de lista, pero tanto yo como sus condiscípulos recordaban a perpetuidad el calificativo con el cual les bautizaba.
En este encuentro de Jarabacoa, y no sé si respondiendo a una consigna previamente acordada entre ellos o si en realidad a la rememoración se entregaban, – tenían años que no se veían – al dirigirse unos a otros se llamaban por el calificativo mediante el cual los designé hace más de 30 años – ¡mira, indio! ¡oye guardia! ¡no chama,no! etc, y sin excepción parecía que todos tenían uno. Se les dificultaba evocar sus nombres verdaderos pero no el apodo.
Pienso que como la Genética General se impartía en el semestre inicial de la Facultad e ingresaban en ella bachilleres que antes estaban dispersos en diferentes secciones, al agruparse en bloque dentro de una misma carrera –Medicina Veterinaria – les resultaba extraño, impactante para la totalidad de ellos escuchar que su profesor, no llamaba a sus compañeros de pupitre por sus nombres propios, sino mas bien por sobrenombres que a veces estaban o no en contradicción con la persona aludida.
En atención quizá a la autoridad que simboliza todo enseñante con respecto a su discipulado: al acierto de aquel en la escogencia de un apelativo que en gran medida retrata al así nombrado, y tal vez por la índole jocosa o graciosa del alias aplicado, los nuevos calificativos asignados se hacían virales, su uso se generalizaba entre todos los condiscípulos, e incluso trascurridos más de tres décadas del laico bautizo se les sigue así llamando.
Durante la celebración de la actividade se mencionaron no por sus nombres de pila a muchos de los egresados ausentes, así como a algunos profesores de la Escuela de Medicina Veterinaria que en verdad hace tiempo que no veo como el ecuatoriano Bejarano, al avicultor Ramón Suárez y a Luz Marmolejos entre otros: Se citaron también otros correspondientes al personal no docente como López Mora y un bedel al servicio de la seguridad personal del profesor Juan Bosch a los cuales apenas recordaba.
A diferencia de los ingenieros agrónomos ya graduados, la mayor parte de los médicos veterinarios desempeñan sus quehaceres dentro del marco de su profesión sea como propietario de una clínica, profesores universitarios, ganaderos, avicultores o dueños de empresas y laboratorios expendedores de medicamentos. Una anécdota a recordar fue la existencia de un finquero que se preocupaba para que los haitianos que trabajan con él durmieran con pijama. Qué tiempos aquellos.
No participaron en la amena y divertida juntadera de Jarabacoa ciertos integrantes de la referida promoción como son: Mario Biaggi, Curie de Barahona, Farid Ramia, Grano de Oro, Ileana Messina, Sudores, Raldiris y otras o quienes mucho me gustaría ver y compartir en el próximo encuentro que probablemente se llevará a efecto en La Isabela – en el litoral norte de la isla – que es la verdadera ciudad primada de América el día 4 de agosto, o sea el primer sábado del mes venidero.
Para finalizar, esta histórica observación: no olvidar que ése sábado – 4 de agosto – se celebra un aniversario más de la fundación de Santo Domingo la capital del país, pero la primacía la tiene en verdad La Isabela y luego La Nueva Isabela fundada en el margen oriental de la ría Ozama – es decir en Villa Duarte – donde aún sigue en pie y restaurada la ermita denominada capilla de Nuestra Señora del Rosario la cual tiene una sola nave edificada a finales siglo XV principios del XVI. Santo Domingo es históricamente la tercera, no la primada.