La cultura popular ha encontrado formas múltiples de representación en el escenario de sus expresiones más destacas, diversas y aglutinantes. El folklore es una expresión innata de los pueblos, sin autoría, que cuenta con la validación social de sus portadores y participantes, casi siempre es una expresión de un grupo o grupos determinados de una o más comunidades o simplemente de una familia o individuo. Los chuineros de Baní, es una tradición del folklore oral dominicano, se registra básicamente en esa zona del país y no tiene multiplicación en otras zonas del territorio nacional.
Por su lado existen formas folklóricas y de la cultura popular que se hacen presentes en todo el territorio nacional, aunque con modalidades regionales y locales propias como los atabales, la salve, los ritmos musicales de balsié, el acordeón, el tambor y otras formas de la tradición oral y de la religiosidad popular.
Sin embargo, se han generado en el país varios escenarios de convocatorias para reunirse en una muestra de sus representaciones, tanto regionales, como en su dimensión e impactos nacionales. Estos encuentros, festivales, eventos, celebraciones o convocatorias se hacen a partir de la iniciativade una organización o personas individuales que la concibe, organiza, promueve y celebra. Casi siempre estos eventos se hacen en una fecha fija cada año, aunque no necesariamente estricta en su día de festejo. Se suelen convocar grupos de muchas partes del país con muestras y ejecuciones de gamas distintas del folklore, musical, religioso, danzario, artesanal, cantos y tradiciones orales distintas unas de otras.
En la historia de estos encuentros destacamos el papel jugado por cuatro de estos festivales o encuentros, jugando cada uno un papel importante en la historia de la gestión de la cultura popular desde las comunidades o portadores representativos.
El primero a destacar fue el Festival de la Isabela, en Puerto Plata, pensado, organizado y gestado precisamente por un médico de gran dimensión humanística, Rafael Cantisano, dedicado también a valorarla medicina rural, social y de vinculo estrecho con sus pacientes,y cuyos inicios se remontan a la comunidad del Mamey y sus campos cercanos, extendiéndose luego, a otras partes de la provincia como la Isabela donde reside por temporada, como parte de su identidad con la región y sus gentes, desarrollada por este médico y filántropo.
Existen formas folklóricas y de la cultura popular que se hacen presentes en todo el territorio nacional, aunque con modalidades regionales y locales propias
En un momento determinado de esa experiencia con los campesinos del lugar y su modo de vida, el doctor crea este Festival en los años de los ‘80 del silgo XX, de gran significación en el agrupamiento de estas manifestaciones, primeramente, regionales y más luego en la medida que crecía el contagio de la convocatoria, se hacían presentes grupos de otras partes del país y que servía para intercambiar y conocer formas culturales disímiles de nuestra diversidad cultural.
Personajes importantes del folklore como Fradique Lizardo, antropólogos como June Rosenberg, Martha Ellen Deives, Marcio Veloz Maggiolo, y especialistas como Manolito García Arévalo, artistas populares como El Cieguito de Nagua y Tatico Henríquez, eran delos invitados. las expresiones afroamericanas como los guloyas, los negros libertos de Samaná, también se hicieron presentes en el lugar. La salud del doctor Cantisano, gestor cultural, y las dificultades de mantener el festival, a lo que se sumó la familia, a pesar de un compromiso de continuidad y de la propia comunidad, hicieron que desapareciera unos 8 años después de su floreciente inicio.
En términos de secuencia social, el encuentro siguió aLa Muestra de Cultura Campesina de Salcedo, también en el Cibao. Estos organizadores ya venidos de la tradición de los clubes culturales, con experiencia en el trabajo cultural popular. La estructura de esta convocatoria se parecía en su dinámica, ala del doctor Cantizano de la Isabela y podríamos decir que se inspiró en este primero, pero más urbano en su conceptualización, reuniéndose decenasde grupos culturales rurales, que era uno de sus matices por eso le llamaron de cultura campesina.
Es Salcedo una zona agrícola y ganadera, con mucha producción de cacao por lo cual su base folklórica se sostiene en el mundo rural comoeje articulador de sus identidades, haciendo el Encuentro hincapié en una muestra gastronómica importante como expresión de la cultura popular dominicana, así como sus grupos portadores tradicionales. En los años ‘90y antes, aparece esta convocatoria en el escenario y rápidamente se convierte en destino de estudiosos, turistas, investigadores, académicos e interesados en la cultura dominicana.
Razones de múltiples procedencia hicieron desaparecer esta convocatoria, como la anterior,y que no ha podido encontrar continuadores en su gestiónpara relanzarlas,elementos a estudiar para finesdediagnósticos posteriores sobre este tipo de convocatorias que tienen un período de alza , una línea horizontal de mantenimiento y luego desparecen sin tener continuadores y crear semillas entre sus gentes para seguir adelante con ellas y es visible el abandono y desatención estatales a este tipo de organización y manifestación no estatal.
El Festival de Atabales de Sainaguá, comunidad rural de San Cristóbal, apartir de una iniciativa del Club Sol Naciente, retoma las anteriores experiencias y hace del tambor su símbolo siendo su comunidad y las demás comunidades aledañas, el tambor, el principal símbolo de musicalidad y de su propia religiosidad popular.
La experiencia del club en la gestión cultural, como la decisión de sus dirigentes de convertir el Festival en centro de atención, destino cultural y centro de divulgación regional de una cultura afrodominicana, hizo que los organizadores extendieran la celebración cada año a tres días, elevando, no solo los costos de la esta, sino también, los niveles complejos de su gestión, y la programación durante tres días, que mantuviera al público atento y dispuesto siempre. En los años iniciales de siglo XXI, y poco antes, se hizo dominante la convocatoria de todo el país, de lacultura popular donde sepresenta una muestra de diferentes manifestaciones del folklore y la cultura popular dominicana convirtiéndose en lugar de visita de públicos variados y turistas. Las razones de costo de producción, y la necesidad de readecuar la convocatoria han afectado su dinamismo, no así su celebración que sigue aún en vigencia.
El Festival Cimarrón de Nigua bajo la responsabilidad del gestor Darío Solano, hizo de las ruinas del ingenio Boca de Nigua, un sitio y una escenografía para recordar críticamente los acontecimientos de las rebeliones negras, bajo la esclavitud colonial que tuvieron presencia por estos lugares, y resaltando la cultura afrodominicana como centro de su programación. Este Festival se hacía acompañar de conferenciasy otros elementos que le dieron un marco académico más allá del divertimento y la representatividad de grupos y expresiones de la cultura popular dominicana, que incluía también presentaciones de grupos foráneos dándole un carácter internacional que no tenía los predecesores.
La usencia, como en los casos anteriores, de una política institucional del sector público que le bride apoyo a la dimensión organizativa de esta convocatoria, implica su debilitamiento. Fue dominante en las últimas dos décadas del siglo XX y las dos primeras del siglo XXI, y convirtió lo que ya era destino de turistas y especialistas, el ingenio de Boca de Nigua,en un lugar de espectáculos y representacionesde una gama muy variada de la cultual dominicana. A diferencia de los otros, elapoyo de tarima, sonido, luces y escenografías,que le dio a este Festival, una nombradía distinta en este tipo de convocatoria.
Finalmente nos encontramos con la convocatoria cada junio del año, con la festividad de San Antonio negro de los Hermanos Guillen en Yamasá, gestada y dirigida por los Guillen, un grupo de cuatro hermanos que recibieron la tradición del santo de la familia y la han transformado en un lugar de encuentro dentro de las celebraciones de más de una semana, que se hace en el lugar y que el fin de semana, domingo, culmina con un jolgorio de grupos, tradiciones orales, cantos, danzas, grupos tradicionales como los guloyas y los gagás, además de peregrinos y tradiciones religiosas populares que le hacen compañía en un gran festival de la cultura dominicana que incluye presentaciones paralelas o simultáneas espontáneas, presentaciones formales, vista de públicos diversos y de las zonas cercanas, recuperando el tema regional de la Isabela y dela Muestra de la Cultura Campesina de Salcedo y Sainaguá.
Desde los años iniciales de esta familia se ha hecho tradición guardar el santo negro de San Antonio heredado hoy por el hermano mayor, quien hace esfuerzo por preparar a su progenitor para que sea quien herede la tradición familiar, garantía para su continuidad, a diferencia de los demás.
Si bien gestan ellos el encuentro, no se hace con la formalidad organizativa de los otros, este es más espontáneo y fluye de forma más natural, apoyándose en vecinos y amigos en la operatividad del trabajo y cuidados a los visitantes, donde, entre otras cosas, se brinda comida encerrando un gran costo su celebración.
A diferencia del patrón de los demás festivales como muestra de cultura popular y del folklore dominicano, su vitalidad sigue igual, incluyendo que este año afectado por la pandemia, hicieron lanovedosa celebraciónreflexiva de forma virtual. Por el momento este encuentro representa el de mayor duración,consistencia, organización y espontaneidad respecto a los anteriores,por otro lado, el marco de su convocatoria ligado a una tradición familiar de lacultura popular dominicana, garantiza, aún más su perdurabilidad porque no está sujeto a una coyuntura del momento, ni a una ayuda gubernamental, sino a una tradición familiar y a un vínculo con los ancestros, relacionado con la tradición de guardar santos muy extendida en el país y que encierra un deber y una responsabilidad de connotado compromiso y cumplimiento cuasi sublime.