Como prometí en mi artículo anterior (30/11/2012), continuaré refiriéndome a la participación del Dr. Leonel Fernández en el encuentro organizado por el Comité Gestor Pro Turismo Cultural y de Ocio, que tuvo lugar el 20 de diciembre de 2003, en el Hostal Nicolás de Ovando, de la Ciudad Colonial de Santo Domingo. En el mismo, hicieron uso de la palabra, igualmente, el autor de estas líneas, en su condición de coordinador del Comité Gestor, el Lic. Vicente Bengoa, coordinador del movimiento político Frente Independiente Leonel al Poder (FILA), y algunos de los invitados que, además de dolientes, son propietarios de empresas que se encuentran ubicadas en el centro histórico.
Los concurrentes al evento, en su mayoría personas con sentimientos similares a los de los organizadores del encuentro, y que entienden, por demás, las razones que los anima a luchar por el rescate y puesta en valor de la Ciudad Colonial, asistieron al evento con el propósito de enterarse, de primera mano, de lo que allí se trataría y, muy particularmente, de lo que el ex presidente Fernández prometería, en el entendido de la proximidad de las elecciones generales de 2004, y de este no haberse preocupado en hacer algo, durante su mandato anterior, aun cuando dice reconocer la necesidad de igualar el centro histórico dominicano a sus similares de la región del Caribe.
En vista de que fue posible resolver el problema que tenía el VHS, que fuera grabado durante el acto, y en el entendido de que dar a conocer, aunque fuera una parte de las palabras del Dr. Fernández, de viva voz, era mejor que transcribirlas, le solicité, al director de Acento.com.do, el poder insertarlas en este artículo.
Como habrán podido advertir, Leonel Fernández debió haberse dado cuenta de la calidad del público que lo estaba escuchando, de que las promesas que iba a ofrecer tenían que ser lo mejor calibradas posible, y mucho más asimilables que las que acostumbra pronunciar en sus comparecencias populares, en las que prometía villas y castillas. Que estas serían tomadas en cuenta, posteriormente, y comparadas con los cantos de sirena, que difundió por todo el territorio nacional, al igual que por casi todo el Mundo, que recorrió como un monarca.
Pero las promesas fueron dichas tan enjundiosamente, que era muy posible convencer al más audaz e inteligente de cuantos escucharon sus palabras, aquella noche. Aunque para mi, particularmente, resultaba difícil creer, que su actuación, en este caso, iba a resultar diametralmente opuesta a como fueron en su primer gobierno. Debo recordar, que como Director de la OPC, pedí mi traslado, después de advertir que no tenía sentido, para mí, permanecer de brazos cruzados en la misma.
Hoy, algún tiempo después, y convencida una buena parte del pueblo dominicano, y algunos de los asistentes a las peroratas en las que encantaba, de un lugar a otro del planeta, vemos como las promesas han tomado otros rumbos. Se está haciendo más fácil comprobar, cuanta demagogia utilizó para, finalmente, descender del trono, que él mismo se propuso levantar, con ayuda de su corte, para complacer su propio ego, y provecho personal.
En esta oportunidad he querido repetir lo que tantas veces me he preguntado. ¿Será posible que nosotros los dominicanos seamos incapaces de exigir lo mismo que se ha hecho en otras partes del mundo? Parece mentira, que herederos de una de las riquezas patrimoniales más valiosas de América, permitan que la misma permanezca tan descuidada, por culpa de unos y de otros. Y que solo algunos de esos gobernantes tuvieran la “sensibilidad” necesaria para hacer algo. Como fue el caso del dictador Rafael L. Trujillo, y de su sucesor Joaquín Balaguer. El primero, ordenando la restauración del Alcázar de Colón y de la Compañía de Jesús (Panteón Nacional), y el segundo, creando el tan necesario programa, y su agencia rectora (OPC), así como rescatando un sinnúmero de monumentos, edificaciones, y sitios, tanto en la Ciudad Colonial, como en el interior del país.
El primero, sin estar dotado del intelecto necesario, que le permitiera poder justificar su actuación, y el segundo, con lo que le faltaba al primero, pero sin disponer los recursos con los que han contado gobiernos posteriores, pero que se han destacado por no hacer nada.
Así es. Y así será, como se escribe la historia.