¿Que cómo terminamos mi esposo y yo con una casa de troncos de madera en la ribera norte del lago Okeechobee?
Cuando algunas personas buscan una casa de recreo, a veces procuran una casa en un país distante, como cuando Peter Mayle y su esposa compraron una casa rural en la región de Provence en Francia, según su libro A year in Provence. Frances Mayes es una cocinera gourmet y cronista de viajes, compró y restauró una villa abandonada en el campo de Toscana (Under the Tuscan sun). Tenemos también amigos que han comprado o alquilado casitas en República Dominicana o en Guatemala.
Durante largo tiempo habíamos soñado con poseer una casa en el campo, lejos del caos, los crímenes y las locuras de Miami. Emprendimos nuestra búsqueda con las mentes abiertas, la única estipulación era que la casa se encontrara a una o dos horas de viaje de Miami y que pudiéramos costearla. Sabíamos de antemano que queríamos una casa individual, no un condominio o una casa adosada a otra, tampoco la queríamos en una comunidad o en un parque de casas móviles.
Después de buscar durante meses por toda la Florida para encontrar la casa adecuada -ya en los Cayos de la Florida, en la Costa del Golfo, y hasta en algunas comunidades de la Florida central- terminamos interesados en dos casas en el pequeño pueblo de Lakeport. Esta es un área desconocida para la mayoría de los turistas y viajeros de la Florida; no obstante, tiene una fascinante historia que comenzó en los principios del 1900 y, además, una intrigante historia geológica precolombina.
Hoy en día Lakeport reivindica como su mayor atracción para los vacacionistas la pesca de lubina y la cacería de patos. La mayoría de los negocios locales, bares y moteles sirven a los entusiastas de estos deportes. El área además tiene algunas interesantes reservas forestales de vida silvestre, entrecruzada con un mosaico de ranchos ganaderos y sembrados de azúcar de caña.
No obstante lo anterior, mi primera evaluación de Lakeport fue de “la naturaleza se defiende de la civilización”. La primera casa que consideramos era una vieja casa de madera, típica de Florida cracker (casa típica de pobre blanco sureño), cerca de una carretera con el nombre de “corral de serpientes”, nombre que debió de gritarnos, ¡cuidado, cuidado! La casa estaba lejos de la carretera y rodeada de majestuosos robles. El primer problema era los muchos panales de avispas que había debajo del piso. A través de una ventana pudimos ver cientos de avispas muertas esparcidas en la cocina, lo que percibimos como un intento reciente de exterminación de estas. Las avispas sobrevivientes estaban ya zumbando alrededor de nuestras cabezas en un plan de regreso. La casa también aparecía ante nuestros ojos como que necesitaba de reparaciones y cuidados. Dijimos: “Adiós, casa de las avispas”.
La segunda era una casa de troncos de madera casi nueva, rodeada de una exuberante foresta silvestre. Nunca hubiéramos podido encontrar esta casa sin la ayuda de nuestra amistosa vaquera agente de bienes raíces. La casa estaba cercada de árboles llamados pimienta de Brasil, (Schinus terebinthifolius), por impenetrables matorrales, fastidiosas hierbas malas y altas hierbas de Guinea. Una hora después de visitarla ya sabíamos que queríamos esta casa de troncos de madera en los matorrales de Lakeport. Era pintoresca, del tipo de “casa de Abraham Lincoln”.
Pensamos, de modo inocente, que una maraña de hierbas malas era menos intimidante que un sótano de avispas merodeadoras. A pesar de eso, más tarde supimos que nuestra interacción con las hierbas malas de Lakeport sería el principio de una batalla de nunca acabar, combinada con mucho sudor y ardua labor.
De esta manera encontramos y declaramos esta como nuestra casa de ¿recreo? Caray, ¿quién necesita comprar en un país lejano cuando uno puede encontrar un rancho en los humedales de la Florida, junto con algunos caimanes, culebras y cerdos salvajes?
Además, ¡no teníamos el dinero para comprar una casa en Francia!