Estar en silencio es buscar en el interior de uno mismo la riqueza de nuestra propia vida. Estar solo, a falta de alguien con quien comunicarse a todos los niveles, no es silencio.

Se puede estar en silencio interior aun en compañía, y no encontrar el silencio aun estando solo.

El silencio no es la restricción del hablar, sino la pausa de ese constante reverbero de pensamientos en nuestra mente.

El silencio no se alcanza forzando el alma. Él se logra a través de una disciplina espiritual, que se produce dentro de nosotros mismos. Tanto el silencio como la soledad, son condiciones que permiten que nuestro ser interior haga acto de presencia.

Muchas veces, uno busca la soledad para poder tener ese diálogo interior.  Y en la soledad de la noche o de un campo, se pasa el tiempo en la vorágine del ruido que la mente y el alma saturadas producen.

Además de los elementos que construimos en nuestro interior, en muchas ocasiones la vida moderna nos da una falsa imagen de la comunicación, que perturba más ese silencio.

Los avances de la comunicación han desarrollado nuevas formas de interacción interpersonal.

¿Queremos hablarle o ver a alguien a 2000 kilómetros de distancia? ¿Queremos escuchar nuestra canción preferida? ¡Apretamos un botón del celular o de la computadora y gratificación inmediata! Pero, ¿real y duradera gratificación?