El presidente de una de las cadenas hoteleras españolas más importantes, y con millonarias inversiones en el país, Pablo Piñero, denunció que una turba armada de machetes y pistolas montada en camiones penetró por la fuerza en las instalaciones de uno de sus complejos hoteleros, el Grand Bahía Príncipe La Romana, aterrorizando a los turistas y visitantes que allí se encontraban, después de violentar las verjas de entrada al establecimiento. La denuncia revela el grado de indefensión en que se encuentran no sólo los dominicanos sino los turistas extranjeros que vienen al país a descansar y a disfrutar de sus bellezas naturales.

Como bien advierte el señor Piñero hechos como ese pueden dañar todo el esfuerzo que el gobierno y los inversionistas hagan para promover al país como un paraíso turístico y crear situaciones muy embarazosas y conflictos internacionales de muy alto costo, en términos económicos, diplomáticos y políticos. No basta con que las autoridades finalmente impusieran el orden. El momento de tensión y temor que esa bárbara invasión de propiedad ajena causara tiene ya un precio, que se reflejará en el interés de los inversionistas, porque no es la primera, y probablemente no será la última, vez que ocurra.

Hace unos años, una situación similar se dio en un importante y lujoso hotel de Bávaro, Punta Cana, cuando asaltantes acompañados de alguaciles, policías y fiscales intentaron un embargo, en base a una sentencia de un tribunal de Higüey, que nada tenía que ver con el establecimiento sino con los constructores a quienes unos albañiles, haitianos y dominicanos, reclamaban una suma supuestamente no pagada. Las escenas de parejas de turistas, llevando a sus hijos en brazos, circularon por todo el mundo, gracias al Internet y, probablemente, alguien subirá a Yutube lo sucedido en este nuevo caso.

¿En qué país vivimos? ¿Dónde está la autoridad?