Lo estoy vendiendo todo, el salón, la casa y la finca. Cuando se vendan me voy a desaparecer, lejos de todo el mundo. Tal vez así vivo en paz hasta el día que me muera. Copiosas lágrimas daban muestras de la angustia que aquella mujer está viviendo. No sólo la agobiaba la decepción de haber trabajado por tantos años y lo acumulado era ahora motivo de sus mayores desgracias. También se preguntaba ¿dónde fue que se equivocó? Acaso no se había sacrificado por su familia? Con mucho sacrificio me los traje para Estados Unidos, trabajé como un animal, para que tuvieran casa, una educación y todo lo que yo no tuve de niña. Y ahora mira, aguantándoles golpes y vejámenes.
Era difícil escucharla y no saber qué decir que pudiera consolarla. La situación es indignante en verdad. Traía la cara y los brazos amoratados a causa de los golpes que le propinaran sus propios hijos. Ambos ya hombres, exigen una vida de placeres, sin tener responsabilidad alguna. Convencidos de que son merecedores de gastar lo que su madre produce, se pasan los días fumando mariguana, viendo televisión, bebiendo cervezas y claro, metiendo toda clase de mujeres a la casa. La más reciente pelea se debió a que la madre llegó pasadas las nueve de la noche, para encontrar al hijo menor en la cama de ella, con unas prostitutas.
No tienes idea de todas las barbaridades que me dijo. ¿Tú crees que es justo que yo llegue cansada a mi casa y me encuentre con esto, y encima me caigan a golpes él y esas bandidas? ¡Yo estoy harta! El hermano llegó y en vez de ayudarme, lo que me dijo es que están locos porque me muera, para ellos gozar lo que quede. Ahí me di cuenta de lo que tengo que hacer. Ellos ni se lo imaginan. Todo lo que yo anhelaba era retirarme a mi tierra y vivir en paz. Pero ahora, voy a pensar solamente en mí. Tremenda sorpresa que se van a llevar cuando se vean en la calle. A sus mujeres que los mantengan. Dios sabe que yo hice todo lo que me tocaba. Nunca imaginé que tendría dos demonios por hijos.
Tienes razón en sentirte tan mal y querer huir, le decía la amiga; pero a donde quiera que vayas, te vas a llevar tu dolor y los sentimientos de miseria, si no le pones remedio a eso. -¿Y cómo? – preguntaba la mujer- ¿Cómo puedo olvidar todo lo que me han hecho? Ven conmigo a la iglesia, le sugirió. Es tiempo de buscar a Dios, sólo él puede sanarte las heridas y traer orden a tu vida. Yo no tengo tiempo para eso, decía, trabajo hasta los domingos y no tengo ayuda. ¿No entiendes que tienes que parar y hacer algo diferente si quieres ver un cambio en tu vida? Precisamente porque estás sola necesitas de Dios. Él traerá luz, perdón y paz. ¿No es lo que necesitas?
…las cosas van de mal en peor, me contaba la mujer con resignación; y cada domingo, por más que la llamo para irla a buscar, siempre me da una excusa. Los dos vagos siguen en lo mismo y ella en su tragedia diaria. Yo sólo puedo orar por ella, ya que no hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿Dónde se equivocó como madre, pregunta ella? En ser tan permisiva, en percibir las haraganerías como niñadas, las cuales se convirtieron en costumbre, y la costumbre en ley. Esta mujer también es víctima del afán, ese que nos convence de no dedicarles tiempo a los hijos, para tener con qué proveer y complacer así todos sus caprichos. Así, el consejo a tiempo se sustituye por un video juego. Las tareas no realizadas se ignoran tras el cansancio y la disciplina, poco a poco se convierte en una debilitada teoría. Yo me veo en su espejo, me decía mi amiga, porque como madre soltera yo también estoy sacrificada criando a mis hijos. Y no quisiera verme un día en un estado de vida tan penoso. Tú te has amparado en Dios, y estás exponiendo a tus hijos a los valores que harán de ellos hombres diferentes. No tienes que temer semejante suerte, si confías en que Dios escuchará tus oraciones y te respaldará. Bien dice Proverbios 22:6 Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.
Meditando en este caso y en tantos otros que escucho, más convencida estoy de que, entender a Dios como esa figura de autoridad incuestionable, se hace cada vez más necesaria. Más para quienes tenemos una familia dividida. La Palabra de Dios afirma, que la verdad nos hará libres, por tanto es tiempo de que llamemos las cosas como son. El niño que le a los 4 años le levanta la mano a sus padres, no es una graciosa pataleta, es el primer indicio de desconsideración y falta de respeto. Las malas respuestas y franca rebeldía a nuestra autoridad como mayores, no deben confundirse con personalidad, son lo que son: malos hábitos que de no corregirse se fortalecen como un músculo mismo con el cual terminarán dominándonos, como en el caso de esta triste mujer.
No me canso de decir, volvamos a las bases de la educación, si queremos levantar una generación que rompa con todas las contradicciones y locuras que se ven ahora. Al fin y al cabo es por el bien de ellos mismos. Dios a quien ama, corrige. Así amemos a nuestros hijos corrigiéndolos a tiempo.
Bendiciones!