Lo primero a destacar es que la historia tiende a enfatizar el “espectáculo”. La primera mitad de la película es un choque frenético con la otra mitad siguiente. Dramas y tragedias con un “moira” (destino) que castiga a quien se crea superior a los demás mortales.  Los protagonistas se convierten en un Macguffin (invento de Hitchcock para atrapar la atención), y todos los personajes tienden a ser meros comodines de efectos de impacto en descomunales escenas de acción.

Creyendo conocer las reacciones del público, el gusto del público, tienden quedarse en la superficie y le dan un betún de lectura donde la crítica social se destaca, pero sin tocar lo cultural, la conducta, el lado feo de la vida.

En sus manías, quienes hacen películas dominicanas como quien va al baño diariamente, demuestran sin querer las grandes deficiencias del pueblo dominicano que no hace más que vivir de falsas esperanzas, sueños truncos, pesadillas reiterativas, todo eso envuelto en un cultura de relumbrón.

Si miramos las grandes obras del cine, si buscamos sobre que se basan esos filmes, las opciones estéticas, el buen uso del lenguaje cinematográfico, veremos que las metas y los resultados deseados fueron logrados por encima de las expectativas. Lo que no es clásico ni es arte cinematográfico es porque responde más a apelaciones que buscan satisfacer grandes audiencias, precisamente la que se acomoda a la cultura de la incultura.