Ante el fracaso inminente del sistema de capitalización individual, que en el inicio de la Seguridad Social se ofreció como la alternativa infalible para el aseguramiento de pensiones dignas, superiores a las que garantizaban los planes existentes en el país, hoy las mismas AFP reconocen que les es imposible ofrecer pensiones que se correspondan a los salarios con los que cotizaron las personas afiliadas.

Es evidente el fracaso del sistema de capitalización individual.

Al reflexionar sobre los cimientos sobre los que se implementó el “novedoso” Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS), muchos han olvidado las rigurosas y enérgicas acciones con las que la Superintendencia de Pensiones (SIPEN) revisó los planes de pensiones existentes, los que hasta ese momento habían funcionado con eficiencia y a los que se les aplicaron rígidas normativas con las que se decía, se garantizaría su debido funcionamiento.

Como resultado, solo algunos pocos de los planes existentes lograron mantenerse operando y la mayoría fueron obligados a cerrar.

Nos preguntamos si valió la pena que la SIPEN se enfrascara en la campaña que siguió contra esas entidades, hasta lograr que se liquidaran, tal y como muestran las evidencias documentales de cada caso.

Recientemente hemos escuchado a destacados profesionales hablar sobre el fracaso del sistema de reparto, mencionando al Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS) como el ejemplo de ese supuesto fracaso.

Pienso que es necesario analizar objetivamente las causas del fracaso del IDSS y sobre todo, las responsabilidades de todos los que, beneficiándose de malas prácticas, permitieron y condujeron ese fracaso.  No solo debe auditarse la responsabilidad de los Directores de esta institución, sino a los miembros de su Consejo Directivo y todas sus relaciones con la administración de dicho organismo.

El IDSS tenía deficiencias, que ciertamente fueron mejoradas en el diseño del SDSS, como lo es la universalidad de la cobertura, pero su descalabro no puede presentarse como un descalabro del sistema de reparto.

Es importante que veamos el otro lado de la moneda.  Me pregunto si la SIPEN ha aplicado a las AFP los rigurosos criterios con los que auditó a los Planes de Pensiones que existían antes y a la mayoría de los cuales obligó a que cerraran.

La SIPEN debería reconocer que su trabajo técnico ha sido un fracaso, pues ahora resulta que las AFP no garantizan las pensiones que prometieron y que lo único que el sistema de pensiones garantiza, son las ganancias de las AFP, las cuales incluso mejoró con la última modificación de la Ley 87-01.

¿Valió la pena hacer que cerraran todos esos planes de pensiones que existían?

¿Será que perdimos la certeza de una pensión que garantizaba un monto digno, sólo por el beneficio de saber en todo momento qué monto cada quien tiene acumulado en su Cuenta Personal del Afiliado, aunque éste no le garantice nada?

¿De qué valieron los Estudios Actuariales que hicieron?  ¿Dónde fallaron estos cálculos, que a los 20 años se evidencia el fracaso del sistema que, aunque rentable para las AFP, para los afiliados es un patético fracaso?

Da pena leer el artículo 40 de la Ley 87-01, que refiriéndose a los Afiliados a otros planes de pensiones existentes, dice: “Los afiliados a los planes de pensiones existentes instituidos mediante leyes específicas y/o afiliados a planes corporativos a cargo de administradoras de fondos de retiro podrán permanecer en los mismos, siempre que éstos les garanticen una pensión igual o mayor, le aseguren la continuidad de sus prestaciones en caso de cambiar de empleo y/o actividad y se acojan a las disposiciones de la presente ley y sus normas complementarias.”

¿Cuándo y por qué, el nuevo sistema de pensiones creado con la Ley 87-01, que se suponía mejoraría las prestaciones que recibirían sus afiliados, se desnaturalizó y se convirtió sólo en garante de jugosas ganancias para las AFP y conculcó los derechos de los afiliados?

¿A dónde se fueron los criterios y prácticas procedimentales de la rigurosa SIPEN?

Si una cosa es evidente hoy en día, es que el pueblo, las personas afiliadas, cada día comprueban el fracaso del actual sistema de capitalización individual y se comprueba que no ha cumplido lo que se suponía que serían sus grandes resultados, razón por la cual este modelo fue asumido. Ahora lo pretenden defender atacando el sistema de reparto, pero sin poder demostrar en la práctica las bonanzas del fracasado sistema de capitalización individual.

Aunque expertos al servicio de los sectores financieros y de las propias AFP hablen y hablen de las bondades del sistema, la gente lo que está es sufriendo que no ha recibido nada y que tampoco recibirá nada.

Por eso, cada día los dominicanos asumen que vale más 30% en la mano que nada volando.

Una amiga me dijo “Hace mucho sufrimos la liquidación de nuestro Plan de Pensiones, ahora vamos a sufrir de nuevo, con la ineficiencia de este sistema que no nos dará lo que supuestamente recibiríamos.  Yo quiero mi 30%.  Nosotros no tenemos garantía de nada.”

Personalmente creo que, en pensiones, salió más cara la sal que el chivo. Perdimos más de lo que ganamos al adoptar e implementar el sistema de pensiones basado en un modelo de negocio instituido con la capitalización individual.