I.- Estar en nuestra casa
1.- La desgracia del coronavirus, hay que verla como un desafío que estamos en la obligación de combatir y vencer con unidad, disciplina, comprensión decisión y organización. Los pueblos vencen las adversidades y luego salen triunfantes y fortalecidos.
2.- Este es un momento para la unión de mujeres y hombres de buenos sentimientos. Cuando las personas se ven reunidas por un buen objetivo descubren que pueden alcanzar otros fines cuya consecuencia depende de su loable y mutua unidad. Hay que actuar basados en la comunidad de exquisitas aspiraciones “como dos almas y un pensamiento, dos corazones y un solo latido”.
3.- Compartir sanamente en la casa nos hace bien. Participar en los encuentros que efectuamos en el hogar nos ayuda a mantenernos en buen estado de ánimo. Es saludable cooperar porque al auxiliarnos sentimos que estamos en común enfrentando el coronavirus.
4.- En la casa no estamos aislados a la vez que vencemos la aglomeración. Estamos impedidos de inhibirnos de lo que es preocupación de nuestro núcleo familiar. No olvides que “tu casa puede reemplazar el mundo; pero el mundo a la casa jamás”.
5.- La casa es el punto de encuentro de la salud y de la felicidad. Si no estás en tu casa “ya no te dará su bienvenida tu mujer, ni tus dilectos hijos saldrán a tu encuentro ofreciéndote sus besos ni conmoviendo con secreta dulzura tu corazón”.
6.- Es el momento adecuado para darle calor a nuestras casas. Debemos concentrarnos en ella. El coronavirus nunca visitará tu hogar, además “aun en medio de los placeres y del lujo de los palacios hallaremos que no hay otro sitio mejor que nuestra casa, por humilde que esta sea”.
II.- que el temor al coronavirus no se apodere de nosotros
7.- No debemos amilanarnos; que no se apodere de nosotros el temor; que cada quien se arme de aliento y de su lado espante aquello que venga a causarle aturdimiento mediante el miedo. El momento es para esquivar a aquel que cree nos va a amedrentar haciendo referencia del coronavirus. Mentira, no es cierto que la situación actual nos va a reducir como seres humanos.
8.- Los dominicanos y las dominicanas llegamos al mundo de los vivos y nos hemos desarrollado como pueblo en medio de dificultades, y siempre hemos salido vencedores. Estar alegres forma parte de nuestra existencia; ser risueños es algo tan nuestro como la sombra del cuerpo que nos acompaña; debemos mantenernos divertidos día a día derrotando el coronavirus.
9.- La alegría de nuestro pueblo le nace del corazón, por tal razón no la marchita una pandemia como el coronavirus. Para nosotros, “una onza de alegría vale por una libra de tristeza”. Ser risueños nos permite transmitir todo lo bonito que podemos dar a los demás para que se armen de gozo.
10.- Hay que continuar la vida. El momento que estamos viviendo es pasajero, no durará mucho. Pronto volveremos a respirar amor, para que en nuestra cara se vea lo bonito de la especie humana. Debemos pensar que llegamos al mundo para la belleza porque esta es como “una carta de recomendación abierta que por anticipado nos dispone favorablemente el corazón”.
11.- Aquel que venga a decirte que el coronavirus llegó para quedarse, no le responda nada; ese lo que quiere es llenarte de miedo. Tú debes pensar que “el silencio nunca se manifiesta con tanta superioridad como cuando se emplea como réplica al difamador, al que calumnia y al que trae presagios. Callar, a veces, espanta al que trae malas noticias”.
12.- Que el pánico nunca se apodere de nosotros. El temor acompaña a los inferiores, a los débiles de espíritu. Ahora, más que nunca, necesitamos sacar a flote la seguridad que es la que nos mantiene fortalecidos y listos para triunfar. Hay que tener presente que si existe un infierno está en el corazón de personas con un estado de ánimo dominado por tristeza permanente. Aquel que llama por teléfono para hablarte de penas desármalo respondiéndole con fervor y la firme esperanza de que pronto van a venir días mejores.
13.- Ese que habla con temor es un necio, el miedoso que quiere que de ti se apodere la cobardía, para si no te mata el coronavirus muera como un pusilánime cualquiera, como un buen pendejo. Tú debes demostrar que confías en tus propias fuerzas, que vamos a salir airosos de esta nueva prueba, y que los audaces, los valientes, son los que definitivamente con voluntad y conocimientos van a aniquilar la pesadilla del coronavirus.
14.- La ocasión manda a imitar a los individuos de correcto proceder, a los que bien actúan en los momentos de dificultad. Cuando veas a un ser humano bueno, hay que tratar de imitarlo, y siempre rechazar a los que con sus malas actuaciones dañan. Hay que pensar en ser útil ahora y siempre, y en estos momentos probar que hay que actuar bien y no pensar en los que practican el mal.
15.- Conviene razonar en el sentido de que no es grande ningún mal, si es el último. Pensemos que vamos a resistir y a vencer el coronavirus y cualquier otro que se presente. Estamos en condiciones de elevarnos y con firmeza ganarle nuevamente la batalla a la adversidad.
16.- Las dificultades que se pueden presentar con motivo del coronavirus, serán superadas porque a nuestro pueblo le sobra el valor que le falta al dificultoso que todo lo ve imposible de solucionar. Los flojos nunca salen adelante; ellos son los mismos que siempre se quedan atrás para después estar rumiando lástima y simular la compasión que no practican con los demás.
17.- La coyuntura que está atravesando nuestro país y el mundo entero es para rodearnos de personas llenas de optimismo, de esa campechanía propia del pueblo dominicana que le sale de la más profunda nobleza que es la que caracteriza a las grandes mayorías nacionales.
18.- La buena voluntad hace posible que nos comportemos con transparencia, absoluta sencillez y la posibilidad de transmitir y alcanzar mutua simpatía. No estamos para tratar a los insociables, que son gemelos de los antipáticos, los hostiles que amargan la existencia y hacen feo el medio ambiente.
19.- Por último, solamente me resta llevarte este mensaje para que lo compartas con tu familia: “Es la felicidad una limpieza de fuera y dentro, y sentir el alma fresca y transparente, hecha un cristal muy fino, al cual llegan suavemente sensaciones suaves, semejantes a seres simpáticos que se nos aparecen sin que los esperemos y con el rostro sonriente y claro”.