La apertura de China en el plano económico no es reciproca a la apertura en el plano político. La descentralización del poder es una quimera, una realidad lejana a un país controlado por un sistema totalitario. Un ejemplo palmario de lo dicho son las represiones a los manifestantes por la democracia de Hong Kong y que sólo se ha visto a Pekín cernir el control absoluto desde el 1997.

Desde que Xin Jinping asumió el poder en China despareció el liderazgo colectivo y de ese modo el nuevo líder ha consolidado su propio poder para gobernar de por vida. Además, bajo su control total de la China continental, el país ha experimentado una especie de cambio en el estilo de gobernar. Ha desaparecido el límite de mandatos presidenciales y todo se centraliza entorno a su persona. La sociedad civil no tiene ni el mínimo chance de participar en las decisiones y mucho menos en lo relacionado a los asuntos de los derechos humanos.

Xi Jinping

A medida que China se torna económicamente más poderosa y ambiciosa, va consolidando cada vez más su modelo político autoritario; y por efecto sus implicaciones van estremeciendo al resto del mundo. Xin Jinping no sólo pretende ser un líder mundial, procura ser un tirano mundial con el propósito de crear un orden mundial sinocéntrico.

Mientras esto se iba moldeando en los Estados Unidos las divisiones, que llevaron a un cierre del gobierno federal en el 2013, debilitaron su correlación de fuerzas a nivel global y China iba ganando espacios. Por eso, la elección de Donal Trump en el 2016 fue su conclusión lógica. Las especulaciones propagadas por los demócratas de que si Rusia ayudó a Trump a ganar esas elecciones dispersaron la verdad, pues quién realmente ayudó a Trump a ganar esas elecciones fue China. El discurso de Trump, ya era desde entonces hasta ahora, una firme diatriba contra China y es lo que lo ha fortalecido; y por ende lo que ha contribuido a obtener más adeptos y mayor posibilidad de triunfo en su reelección.

Pero veamos que sucedió el 23 noviembre 2018 en Karachi, Pakistán. Un ataque contra el consulado chino por un movimiento separatista nos abre una caja de revelaciones ocultas. En la costa pakistaní, China está desarrollando uno de los proyectos más importante de la Nueva Ruta de la Seda. Un complejo portuario en la ciudad de Gwadar que ha sido un blanco de ataques terroristas, cuyo proyecto es un punto neurálgico para China, ya que le posibilitará el acceso directo y la presencia en el Mar Arábigo con conexión terrestre desde la ciudad china de Kashgar. Si bien, la Ruta de la Seda tiene un aspecto económico y político, entonces observamos que las infraestructuras de los proyectos chinos en Pakistán están bajo amenazas de atentados terroristas. Esto implica que China tiene que proteger sus inversiones en todas partes, donde se encuentren, y es aquí por consiguiente que el aspecto militar toma su real dimensión. En el caso específico de Pakistán, China ha tenido que subcontratar a fuerzas militares pakistaníes para que protejan sus activos en este corredor de la Ruta de la Seda. Esto significa que los países miembros de la Nueva Ruta de Seda serán más dependientes y China protegerá sus inversiones militarizando toda la extensión de ese corredor.

En el sudeste asiático, en el llamado Collar de Perlas, una cadena estratégica de bases marítimas en los países del océano Indico como son: Sri Lanka, Bangladés, pero también sumemos a Pakistán, Irán o Yibuti en el Mar Rojo; allí China ha empezado a desplegar buques y aviones. Estos son los puntos estratégicos, donde eventualmente la Nueva Ruta de Seda, podría convertirse un escenario de una nueva guerra fría con los Estados Unidos, debido a la paulatina presencia del ejército rojo chino en la zona.

Bajo estas circunstancias no estamos muy lejos de que el dialogo diplomático cese para dar lugar a un enfrentamiento bélico. Quizá, esta situación sea bastante similar a la guerra fría con la entonces Unión Soviética. Sin embargo, hay una gran diferencia fundamental y es que en la guerra fría del siglo 20 apenas existía relaciones económicas entre ambas potencias. Mientras que en la del siglo 21, hay muchos negocios entre Washington y Pekín.