Las relaciones entre China y los Estados Unidos están en un mínimo histórico desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas en los años setenta. Los países más poderosos del planeta se adentran en un conflicto cada vez más tenaz y similar a la guerra fría con la entonces Unión Soviética. Igual como el coronavirus, esto podría marcar una nueva Era sobre todo en el campo militar, tecnológico, económico y político.

La rivalidad entre los Estados Unidos y China se intensifica prácticamente en todos los ámbitos de nuestra existencia y con el brote del coronavirus convertido en pandemia estas tensiones se van incrementando. Las provocaciones, hasta ahora a nivel de sanciones, tiene un trasfondo más profundo de que lo está ocurriendo con la pandemia y tiene sus raíces en el pasado y con una mayor transcendencia de lo que se percibe. Esta situación terminará definiendo las futuras relaciones entre Washington y Pekín, cuales parecen estar al borde de una nueva guerra fría. El presidente Trump acusa a China y compara la propagación del coronavirus como un ataque militar.

Empero, cuando Donal Trump asistía al Foro Económico Mundial (WEF) en el pasado enero, elogiaba las relaciones con China a las que definía como las mejores de toda su historia. Un acuerdo de colaboración entre Washington y Pekín marcaba una nueva historia entra ambas potencias. Incluso en febrero, en medio de la pandemia del coronavirus en China, Trump loaba a su homólogo chino Xin Jinping de cómo estaba manejando la contención pandémica del virus. Pero al cabo de un mes el virus se expandió de manera voluminosa por el mundo y en Estado Unidos, aún más en la ciudad de New York, se convirtió en el epicentro de la pandemia. Trump fue muy criticado por la mala gestión y al mismo tiempo se descubría que China había encubierto el brote del coronavirus por varias semanas, siendo esto un tiempo crucial que pudo haber salvado muchas vidas. Además, las especulaciones de que el virus había salido de un laboratorio de Wuhan echaban más leña al fuego desatado, boicoteando los intentos para apagarlo.

A medida que aumentaba la presión política sobre el presidente Trump, éste acusaba a China de ser la responsable de la crisis del COVID-19. La campaña electoral y las elecciones se acercan en los Estado Unidos y grupos adeptos a Trump lanzan anuncios atacando a China y vinculan a Pekín con Joe Biden. El mensaje: «No nos culpen a nosotros de lo que está pasando, culpen a China». Una estrategia que parece resultar en el marketing político de Trump y que según las estadísticas el 70% de la población estadounidense tiene una opinión negativa sobre China.

Pekín reacciona a esos ataques argumentando que los Estados Unidos y otros países intentan politizar la pandemia del coronavirus. Esta situación se ha convertido en un círculo vicioso de acusaciones mutuas. China acusa a los Estados Unidos de llevar el virus a Wuhan durante los juegos olímpicos militares celebrados a finales del 2019.

Hoy estamos frente a una disputa geopolítica en que ambas partes usan a menudo argumentos similares a las de teorías conspirativas sin ningún fundamento. Aunque, los expertos en política exterior entrambos países tienen perspectivas muy diferentes, coinciden en que las relaciones bilaterales nunca habían sido tan malas y que además la crisis causada por la pandemia ejerce una fuerte presión para el uno y el otro. Esta lucha ha llevado a tomar decisiones irracionales que afectan y que traerá consecuencias irremediables en la lucha contra el Covid-19.

Mientras las potencias se culpan mutuamente, se olvidan de que nos encontramos frente a un enemigo común y letal con la capacidad de destruirnos; y todavía sin armas para combatirlo. Indudablemente, esa es la nueva realidad y nos atañe a todos sin diferencias.