Planteaba en mi anterior artículo que la búsqueda de una salida a las crisis gubernamentales en algunos países europeos al margen de las urnas podía, en mi opinión debería, interpretarse como un síntoma de debilidad democrática. Ni en Grecia ni en Italia los ciudadanos han protestado por no haber sido consultados a la hora de sustituir a Papandreu y a Berlusconi, elegidos por ellos democráticamente en las urnas. Muy probablemente, tengan conciencia de que el momento presente es tan complicado que el voto no resolvería nada y que la opción tomada ha sido la menos mala, o la única viable.
En otras circunstancias, sin la presión de los inversores y de los dueños de sus colosales deudas que pesan como una espada de Damocles a punto de descolgarse sobre la yugular, la salida hubiera sido mirar el calendario y buscar fechas para un adelanto electoral.
Al margen de estas consideraciones, hay algo que también hay que observar y en lo que hay que profundizar. Me pregunto si lo que está pasando con la crisis económica mundial, y con la europea en particular, no deja en evidencia las carencias de los líderes políticos y su incapacidad para gestionar la cosa pública y dar salidas reales a la situación que mantiene a millones y millones de ciudadanos en una creciente pérdida de su poder adquisitivo o, lo que es peor, sin empleo y sin poder sustentar sus familias.
En España, por ejemplo, con cinco millones de parados, más del 20 por ciento de la población activa, hay un millón de hogares donde nadie tiene empleo ni devenga un sueldo. Sobreviven, dicen, gracias al subsidio temporal de desempleo, que se acabará muy pronto, y a las ayudas de organizaciones que, como Caritas, han visto quintuplicado su trabajo.
Que sin acudir a las urnas tecnócratas como Papademus y Monti hayan sido puestos como gestores temporales de esta crisis con la finalidad de tomar las medidas políticas que los políticos, para no perder caudal electoral no se atreven a tomar, hay que leerlo como un claro síntoma de su mediocridad e incompetencia.
Decía el presidente del gobierno español, ahora en funciones, al comentar el castigo sin precedentes que ha recibido su partido en las elecciones generales celebradas en España el pasado domingo, que el voto de los ciudadanos es soberano y que los votantes siempre acaban diciendo la verdad. Así las cosas, habrá que entender que la pérdida de cuatro millones de votos de su partido en esta justa electoral es un severísimo suspenso a su gestión. Tan severo que los españoles, al conceder al candidato de la derecha una mayoría absoluta, no sé si consciente o inconscientemente, acaban de otorgarle plenos poderes para ser golpeados con nuevas medidas de ajuste, las medidas exigidas por Bruselas para reconducir la economía española
Vamos que, lo que toca a los tecnócratas es hacer el trabajo sucio, el trabajo impopular. Los políticos, apeados por incapaces e incompetentes de la primera línea de acción, confían en que los papademus y montis de turno, hagan bien, y sobre todo pronto, su trabajo para que con las aguas sosegadas y tranquilas de la crisis superada vuelvan ellos otra vez a ponerse al frente.
¿Tendrán paciencia para esperar el tiempo necesario para que amaine la tormenta?