Sectores políticos y sociales progresistas han lanzado el grito de No a la Corrupción y la Impunidad, que en este momento concreta en el reclamo de que Félix Bautista, el entre muchos “metido al medio”, sea condenado por enriquecimiento ilícito.
A propósito de que este caso se dilucida en la Corte Suprema de Justicia varias organizaciones políticas se han unido para desarrollar una línea de unidad de acción con paradas, marchas y vigilias en lugares públicos, que me parece la orientación correcta y debe mantenerse, ampliarse y crecer hasta convertirse en oleadas continuas de masas.
El reclamo ha tomado el curso que aconseja la política; presionar desde las calles, plazas públicas y medios de comunicación; y no el de la pendiente jurídica, que si bien genera noticias, no es confiable por razones diversas para los fines de castigar la corrupción y poner fin a la impunidad.
El tema de la “judialización de la política” lleva poco en su tratamiento; pero bastante se ha avanzado y algunos especialistas la consideran un derrotero que no llega a los resultados que se proponen sus promotores.
En el ideal del Estado de derecho que constituye la esencia de la linea de muchas militancias progresistas, es coherente que estas recurran a los tribunales de la República para dilucidar asuntos que tienen una carga política en tanto son asuntos públicos que por demás involucran a políticos. Pero en el terreno de los hechos y de la realidad dominicana, el recurso jurídico no pasa de la propaganda.
Aquí, solo el interés político y muy personal de Balaguer convirtió en reo de la justicia al ex presidente Jorge Blanco y a algunos de sus funcionarios. Casi el 100% de los casos parecidos reposan en los archivos muertos de los tribunales.
La política tiene como escenarios las calles y plazas públicas; el debate en los medios de comunicación masiva y en los foros públicos; y por supuesto, las urnas. A estos escenarios, militancias como las que asumo, integran además las barricadas insurreccionales en un momento álgido de la confrontación nacional o de clases.
La política tiene sus dinámicas, códigos, lógica y escenarios. “Cada cosa va con lo suyo”, diría el gran José Martí.
Abre un paréntesis. En los tiempos hacia el tercer mandato de Felipe González en España, Narciso Isa Conde recibió la visita de un veterano dirigente del Partido Comunista de España, y me invitó a compartir una cena conversación con este en un restaurant del centro histórico de la ciudad. En ese momento las organizaciones sindicales de ese país preparaban una huelga general, y preguntamos a nuestro interlocutor sobre ese hecho.
Él, muy veterano y conocedor de la lógica de la política, nos dijo: “habrá una huelga total. El mismo gobierno la alienta a través de la UGTE. Por ahí serán vaciadas todas las tensiones actuales, que son muchas. El gobierno responderá luego, no antes, a algunas demandas; y en lo adelante, el camino será expedito para la reelección de Felipe”.
Efectivamente. Así ocurrió todo. Cierra el paréntesis.
En Estados Unidos, quizás en Italia, los tribunales son espacios para dilucidar asuntos relacionados con el patrimonio público frente al poder de los políticos. Pero aquí son recursos aleatorios a la lucha política, más cuando la justicia está bajo el control de los imputados. No olvidemos que en República Dominicana alcanzamos hace poco, entre 1996- 2012, la condición de “democracia de electores”, y esta misma se mueve a menos en las condiciones en la que un solo partido controla todos los estamentos del Estado.
Entonces, es algo saludable que el movimiento haya adoptado la orientación correcta cuando se propone desarrollar en calles y plazas públicas, donde puede tomar la forma de una gran alianza de masas. Este es el espacio en el que los casos de corrupción no se archivan, ni prescriben.