El 4 de abril de 1972 estaban en progreso  las inscripciones para el nuevo semestre en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Aunque  ya me había inscrito, yo tenía  planeado ese día abordar en  la Universidad  un autobús para  una proyectadaexcursión  de exploración de cuevas auspiciada por el recién formado grupo espeleológico que orientabanuestro  profesor de geología doctor Gastone Lanzo.

Pero, la Policía tenía otros planes  que interferirían con los de nuestro entusiasta grupo de nuevos ecologistas. Antes de las 10:00 de la mañana de ese día se presentó  frente al recinto de la UASD, en la calle Alma Máter con Bernardo Correa y Cidrón, un contingente comandado por los coroneles Rolando Martínez, jefe del Servicio Secreto, y Julio Carbuccia Reyes, jefe del cuerpo antimotines conocido como “los  Cascos Negros”.

En esa época para rodear la UASD bastaba posicionar tropas en cuatro puntos: la parte atrás por la puerta que da al Archivo General de la Nación (no había allí ninguna puerta), la José Contreras, la Correa y Cidrón  y la avenida Santo Tomas de Aquino.  La policía, según explicóla institución  antes o después,  había tendido el cerco al recinto universitario dizque  buscando  al dirigente izquierdista Tácito Perdomo Robles porque este tenía un plan para matar al Presidente. Me enteré del cerco antes de llegar a la UASD y me devolví.

Lo que siguió después es historia Patria. Quienes ejecutarían el plan criminal no eran las tropas dirigidas por los coroneles Carbuccia y Martínez, sino las de Operaciones Especiales que llegarían más adelante  al mando del  teniente coronelFrancisco Báez Mariñez y que entraron al recinto a las 4:00  de la tarde disparando indiscriminadamente contra unos mil estudiantes, empleados y profesores allí congregados.

La única persona que resultó con una herida  mortal fue la joven estudiante de economía Sagrario Díaz.  Su hermano Fidias Omar, quien se hallaba junto a ella al momento de ser herida,  relata:

“Sagrario y yo estábamos en el primer pasillo de entrada al Alma Mater, justamente frente a los invasores policiales. Ella y yo, asidos de las manos, buscamos protección de los tiros, más que de las bombas. Dimos media vuelta y, en un pequeño jardín del Alma Máter, nos fuimos desplazando, rozando contra el suelo. Los gases lacrimógenos nos estaban asfixiando y ella, que había perdido sus lentes, desesperada me dijo "me estoy asfixiando, hermanito", y soltándome las manos hizo el intento de avanzar, pero al levantar la cabeza recibió el impacto mortal de una bala en el hueso occipital que se le alojó en el frontal. Intenté agarrarla de nuevo, pero no me respondió. "Sagrario, Sagrario, hermanita", entonces miro a ver qué le pasa y los ojos se me quieren brotar al observar que en la cabeza le penetró la bala y la sangre le estaba manando”.

Yo había jurado no volver a entierros de revolucionarios asesinados, después de varios roces con la muerte en estos actos, especialmente el de Orlando Mazara en 1967, el de Flavio Suero en 1969  y el de Catalina Ortiz en 1970. Pero, la agonía  de Sagrario Díaz durante los 10 días que duró en coma y su sepelio el 15 de mayo de 1972,   conmovieron  a la nación.

Se me hizo imposible no asistir. Así que, me encontré  entre las más de 100 mil personas que llenaron las calles,desde la catedral de Santo Domingo hasta  el cementerio nacional de la avenida Máximo Gómez,  para darle el último adiós a la malograda joven.

La misa fúnebre, presidida por el arzobispo Hugo Eduardo Polanco Brito,  fue multitudinaria. No recuerdo quiénes estaban sentados en los primeros bancos pues el antiguo templo estaba abarrotado,  pero sí que me tocó  una de las primeras lecturas.

Todo el mundo temía que en el cementerio iba “a pasar algo” en vista de la tensión creada por el alto grado de indignación pública causado por el salvaje asesinato de la estudiante universitaria.

Pero, el Gobierno debe haber pensado que reprimir esa multitud tenía un costo muy alto, además de la inusual cantidad de  más de 100 mil personas. Así que, todo transcurrió en calma.

Sagrario Ercira Díaz Santiago nació en Barahona el 25 de diciembre de 1946, hija de Abelardo Díaz y María Santiago de Díaz. Cursó la  primaria en su ciudad natal y terminó el bachillerato en San Cristóbal. Posteriormente, su familia se mudó a Santo Domingo para facilitar su asistencia a la Universidad.

La joven fue dirigenteen   la Facultad de Economía del Frente Universitario Socialista Democrático, grupo afiliado al PRD,  y representante estudiantil en el Consejo Técnico y la Asamblea de su Facultad. También era miembro del Claustro Universitario. A la hora de su muerte cursaba el tercer año de Economía

Después de Salomé Ureña, María Trinidad Sánchez y las Hermanas Mirabal, Sagrario Díaz es la figura femenina más homenajeada de la historia dominicana.