La historia, es la ciencia que estudia algunos hechos del pasado cuya trascendencia marca y explica el presente y el devenir. No todo el pasado es un hecho histórico y es cuando el historiador discrimina para narrar aquellos que sirven para explicar el comportamiento y la trayectoria histórica y la manera de ser de una sociedad, muchas veces cicatrizada por el pasado. Cuando no se conoce el pasado es frecuente repetirlo como comedia o tragedia.

La historia se explica por procesos, los personajes son parte de la historia, pero dentro de una nube social de las que ellos tienen algún protagonismo, saber y entender este reto entre procesos, individuos y hechos históricos es el dilema para entender el sentido de la historia, el momento preciso que te toca vivir y tu papel en este.

El sentido de la historia no es más que la posición de cada grupo, sector social y del individuo mismo. Saber cuál es el momento en que vivimos y cuál es nuestra posición y cómo actuamos ante los hechos del momento, que luego son historia, es eso que determinará nuestro papel en la historia, el cual luego que pase el tiempo es juzgado por la historia, los pueblos y los historiadores, conocido como juicio histórico.

Juan Pablo Duarte Diez fue y sigue siendo grande, trascendente e inmortal, porque las grandes obras a favor de las mejores causas nunca mueren

Ante esta realidad es la que se enfrentan los ciudadanos y sectores sociales para que, en función de sus intereses, actuar como grupo o individualmente. En ese proceso, la toma de partida a favor de los mejores intereses sociales, luego de ser analizados los hechos históricos, es lo que perfila tu posición y si comienza bien, el juicio histórico está de tu lado, y si terminas mal, tu legado es negativo, pero con la salvedad de que el juicio histórico se hace a partir de tu comportamiento al final de tu vida, con la puesta del sol.

Como sabemos el jurado de ese juicio son: Los hechos, la sociedad, las pruebas y los resultados de los de tu comportamiento público que son analizados, escritos y documentados por los historiadores y la sociedad, formando un expediente, bueno o malo, de cada uno de nosotros, pues es un error creer que solo se enjuicia a las personalidades y los líderes, también la historia nos enjuicia individualmente.

Tu postura, luego que se hace el recuento de los acontecimientos de cómo asumiste, enfrentaste o sencillamente te sumaste a esos procesos, es parte de una visión crítica en que cada ciudadano es considerado parte de la historia, somos constructores del hecho histórico y somos parte de la historia, cuyos acontecimientos no se producen solo, sino como resultado de un proceso que lo desenlaza y en los cuales hay muchos protagonistas.

Las organizaciones sociales, partidos, líderes y grupos sociales asumen posiciones ante determinados hechos de la sociedad, el peligro es las razones sobre las cuales se fija posición ante los hechos y si en la decisión influye el bien común o tu beneficio personal, sectorial o partidario. Ese es el eje de análisis para ponderar o enjuiciar tu participación en la historia. Sin tomar en cuenta que también, sabemos el peso de la base material según la explicación marxista para justificar nuestras acciones sociales y nuestra ideología. Eso podría ser suficiente para contravenir el juicio histórico y justificar acciones y posturas, pero hay valores humanos que existen por encima de la ideología o las doctrinas políticas.

De ser así, todo se justificaría y no habría espacio para pasar revista al pasado y no sabríamos que resultó positivo o negativo para el avance social; por tanto, todo el que pasa por la historia, está sujeto a ser enjuiciado independientemente de que el poder condiciona la acción del individuo y los grupos sociales en función de sus intereses, pero las sociedades son más complejas que eso y los hechos sociales responden a determinados intereses que los mueve y es cuando tomamos partido por buenas o males acciones.

Son estas malas prácticas, las cuales luego, son revisadas, analizadas y enjuiciadas ya distantes en tiempo y fuera del juego de poder que le acompañó, lo cual no quiere decir, que la historia sea neutra, no lo es, se vale del método histórico para desarrollar su rigor científico y ponderar con equidad la participación de individuos y grupos sociales en los hechos analizados y finalmente ponderar a quien favoreció en su momento, esta participación y qué se justificación se usó para actuar del lado de quiénes se evalúa tu participación y sus propias acciones.

Distante en el tiempo, también se valora cómo comienzas en la historia, del lado de cuáles causas, a favor de cuáles ideas te comprometes y también del beneficio personal o de grupo en detrimento del bien común o lo contrario. Si estuvimos frente a un compromiso social y una vocación de servicio y entrega a los mejores intereses nacionales y no personales o de grupo.

Si comienzas bien ante la historia, es bueno, pero la historia enjuicia como terminas, no como comienzas. Juan Domingo Perón lo derrocan en 1945 como parte de gobiernos y dictaduras militares de moda en América Latina y estuvo como refugiado en nuestro incluso, y luego a su regreso a Argentina acompañado de su esposa Eva Perón, desarrolla toda una labor social, vía el programa de sensibilidad social de Evita Perón, su esposa, creando uno de los movimientos populistas y políticos más importantes en Argentina y toda América Laina: el peronismo, sin cuya influencia en la vida política de ese país, no es posible explicar su historia más reciente. La historia finalmente no lo recuerda como dictador, sino por su legado social a favor de los pobres argentinos, eso es morir del lado de las mejoras causas.

La historia da una oportunidad y a veces dos para reivindicarte, a ti de saberla asumir para quedar del mejor sitio, del lado de las causas sociales y del bien común. Si por el contrario desaprovechas la oportunidad de la historia, puedes tener un juicio negativo dependiendo la causa que defiendas al final de tu vida, pues al final es lo que queda en la memoria histórica.

La gran lección que nos deja esta reflexión es el sentido de la historia, saber jugar su papel del lado de las mejoras causas nacionales, cuando la historia te da una oportunidad y no pesar en términos individuales o de grupo, pues el sentido de la historia es un compromiso con la historia y la sociedad, ni con la familia, ni con el partido, ni con los sectores particulares de poder, ni contigo mismo, es con la historia, para que al terminar el proceso, quedes, con una hoja limpia al servicio de las mejores causas, por eso Juan Pablo Duarte Diez fue y sigue siendo grande, trascendente e inmortal, porque las grandes obras a favor de las mejores causas nunca mueren, contrario a los empequeñecimientos que muchos asumen en su paso por la historia, que por insignificantes, con el tiempo se olvidan, porque no es el nombre del sujeto individual que se recuerda, es su obra que lo eterniza.