Hace unos años, la escritora mexicana Martha Bátiz me puso en las manos un libro de cuentos de su autoría con un título que me puso los pelos de punta: A todos los voy a matar. Picado por la curiosidad, esa misma noche inicié la lectura de sus relatos. Grande fue mi sorpresa al percatarme de que estaba ante una escritora de acendrada vocación, eso que Juan Bosch ha considerado como la condición imprescindible para ser un auténtico cuentista.
Bátiz se inició en el mundo editorial a la temprana edad de 23 años publicando sus cuentos en el periódico mexicano Uno más uno, en donde luego mantendría una columna semanal. A los 25 años se alzó con un segundo lugar en el prestigioso Concurso Internacional de Cuentos "Miguel de Unamuno", otorgado en Salamanca, España. Desde entonces le han llovido galardones; el más reciente fue una primera mención en el Premio Internacional de Novela Casa de Teatro en República Dominicana, el cual le valió la publicación de Boca de lobo, primera incursión de Bátiz en la narrativa de largo aliento.
Boca de lobo viene a confirmar lo que sus fieles lectores ya sabíamos de sobra, que estamos ante una escritora que asume su oficio con el estoicismo y disciplina de los grandes maestros. La novela cautiva desde la primera página con una estructura de múltiples registros y un finísimo uso del tiempo narrativo. En ella se desgaja la historia de una exitosa cantante de ópera en su debut como solista en la Ciudad de México. Minutos antes de la función debe contestar el cuestionario de una entrevista y lidiar con la noticia de la gravedad de su padre. Todo se combina para revelar una infancia traumática, caracterizada por un cuadro severo de violencia doméstica que va a contribuir a la muerte de la madre y a la virtual desintegración del núcleo familiar.
Con una pericia que recuerda las novelas del argentino Manuel Puig en cuanto al buen uso de los recursos narrativos propios del cine, en Boca de lobo se explota con asombroso éxito las convenciones del melodrama. Bátiz entiende bien las posibilidades críticas del melodrama como medio que retrata con singular crudeza las taras del paternalismo, la desigualdad y la violencia real y simbólica que caracteriza a las sociedades latinoamericanas del capitalismo tardío. El balance entre la vida del personaje de ópera que debe representar la protagonista, la Susana de Las bodas de Fígaro, y su propia historia personal, marcada por intrigas de telenovela, es sencillamente perfecto. El resultado es una pequeña obra de arte.