No obstante tener en su próxima cercanía un destino europeo de gran frecuentación por el turismo mundial como lo es la Gran Bretaña, Irlanda es un país insular no muy visitado por vacacionistas internacionales aunque ha sido la cuna de grandes celebridades como J.Swift, Oscar Wilde, James Joyce y de cuatro premios Nóbel de literatura Shaw, Yeats, Beckett y S.Hearvey.
En el pasado siglo XX este país concitó en todo el mundo una gran atención mediática por sus desavenencias históricas, políticas y religiosas con su poderosa vecina –la llamada pérfida Albión- y en los enfrentamientos bélicos que se suscitaron adquirió una asesina notoriedad una fuerza paramilitar denominada Ejército Republicano Irlandés, el IRA por sus siglas en inglés.
Su superficie territorial es un poquito mayor que la de la Española y su población la mitad de la existente en nuestro país, y más que sus hermanas europeas la eslava Polonia y las latinas Portugal, España y Francia, Irlanda es mayoritariamente católica comprendiendo esta confesión religiosa un 90% de la población en toda la República.
En aras de la transparencia debemos precisar, que la república de Irlanda cuya capital es Dublín no debe confundirse con Irlanda del Norte que es una región de unos 14,000 kms2 localizada al noreste de la isla la cual junto a Escocia, el país de Gales e Inglaterra componen lo que se llama el Reino Unido. La capital de la misma –designada como Ulster por los unionistas- es Belfast en cuyos astilleros se construyó el Titanic.
Si en la centuria retropróxima la lucha armada caracterizó la historia del país, el inicio de este siglo XXI se ha distinguido entre otras cosas por los abusos sexuales –pedofilia- cometidos por connotados miembros de la iglesia católica, que como ha ocurrido en Alemania y los Estados Unidos, han derivado en la persecución de los pederastas y en demandas civiles contra las diócesis involucradas.
La comisión investigadora de abusos de menores en Irlanda conocida como la Comisión Ryan y el “Informe Murphy” concerniente a la arquidiócesis de Dublín, han revelado los desmanes y desafueros cometidos contra centenares de niños pertenecientes a escuelas, colegios, orfanatos y reformatorios que han acarreado la dimisión de varios obispos viéndose urgida la jerarquía de toda la iglesia local a rendirle cuentas al Papa.
El mundo entero y en especial los feligreses de esta religión residentes en Irlanda han resultado escandalizados por los atropellos sexuales en que han incurrido los sacerdotes católicos, y cuando Benedicto XVI aceptó la renuncia de J. Moriarty el obispo de Kildare y Leighlin este último señaló que aunque no estaba acusado directamente en el Informe renunciaba porque debió haber desafiado la cultura dominante; es decir que la pederastia era la costumbre preponderante en el clero.
Como sabemos por Génesis 19,1-2; por Romanos 1,24-27; por Corintos 1,6-10 y por Timoteo 1-10, la homosexualidad es cruelmente condenada en las Sagradas Escrituras, y en consecuencia los católicos irlandeses se sintieron ultrajados, escarnecidos por los custodios de su fe, por quienes deberían predicar el buen ejemplo, en fin por aquellos que preconizan que la inversión sexual es un pecado nefando.
Bajo este ambiente en que la homosexualidad sacerdotal había ocasionado una vergüenza a escala nacional, es lógico deducir que representaba un contrasentido someter a un referéndum durante el penúltimo fin de semana de mayo una propuesta para añadir a la Constitución del país un añadido de gran importancia. Lo que se pretendía agregar era esta coletilla: “pueden contraer matrimonio de acuerdo con la ley dos personas del mismo sexo”.
Pensaba que esta tentativa de legalizar las bodas entre personas de igual sexo estaría condenada al fracaso por varias razones siendo la primera que a diferencia de todos los intentos anteriores en este caso se iba consultar directamente a toda la población –nada de chanchullos y arreglos políticos por debajo de la mesa entre senadores, diputados y representantes- para poder modificar la Carta Magna. A mi entender era casi un salto en el vacío.
Al estar conformada la población por un 50% de mujeres que en su gran mayoría prefieren que sus maridos e hijos sean heterosexuales, y además por el significativo número de personas mayores que no únicamente son conservadores por naturaleza sino que a menudo insisten en que lo normal es crecer con un padre y una madre, no se esperaba en lo absoluto el triunfo del SI en el escrutinio.
A estas consideraciones se sumaba el hecho de que hasta 1993 la homosexualidad en Irlanda era un delito penado con cárcel, y que ni Dublín, Cork, Galway o Limerick o sea las principales ciudades tenían reputación de ser permisivas con esta orientación sexual, ni tampoco existía en el resto del país la tolerancia suficiente para suponer que una propuesta de esta envergadura podría ser acogida con simpatía por la población.
Finalmente un 90% de la población es católica, de obediencia papal, y así como subrayaba en un párrafo anterior que hay libros en la Biblia donde la homosexualidad es presentada como una depravación, como opuesta a la ley natural por conspirar contra el don de la vida, no hay que ser muy inteligente para conjeturar que legalizar el vínculo amoroso entre dos hombres o dos mujeres sería desaprobado, repudiado por las mayorías.
Como es muy bien conocido, el aborto, el uso de preservativos, la ordenación de mujeres y el matrimonio entre personas del mismo género constituyen el póker de espanto para las autoridades pretinas o sea que la Santa Sede se opone frontalmente a estas prácticas consideradas junto a la revocación del celibato sacerdotal como de satánica inspiración y por lo tanto totalmente inadmisibles.
Por la existencia de todos estos factores adversos creía que el optimismo reinante entre los miembros de la LGBT (La Asociación de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgéneros) en el sentido de que la comunidad irlandesa legitimaría el matrimonio homosexual se permutaría en una gran decepción, habida cuenta de que no se trataba de compromisos congresuales o acuerdos de pre-campaña sino de una consulta directa a la población.
Contra todo pronóstico el SI salió triunfante es decir que un respetable 62% de los irlandeses votó a favor del matrimonio homosexual en un contra de un 37% que apostó por el NO obligando a Pietro Parolin el secretario de Estado del Vaticano a expresar este lastimoso comentario con respecto al referéndum: No solo se puede hablar de una derrota de los principios cristianos sino de una derrota de la Humanidad.
Me parece un despropósito de este petrino dignatario identificar lo que sucedió en los dominios de la cristiandad celta con la humanidad en su totalidad, siendo más prudente la opinión del arzobispo de Dublín destacando que la iglesia debe tener en cuenta en el futuro esta triste realidad. El fracaso de estos comicios obligará a la curia romana a serias reflexiones en particular sobre la inconducta de algunos miembros que menoscaban su milenario prestigio.
No existe la menor duda que un elevado número del 90% de los católicos registrados en Irlanda votó por la legalización constitucional de las bodas homosexuales, actitud completamente en contradicción a uno de los principios fundamentales en que se sustentan sus creencias, su confesión como lo es el que ordena realizar en exclusiva el ayuntamiento carnal entre sexos opuestos. Lo contrario es anatema en el viejo y en el nuevo testamento.
Ahora bien, por qué contrariamente a su fe votaron por el SI ?. A sabiendas de su ortodoxia la única respuesta posible es que con su votación se castigaba a los gestores de su creencias, a quienes incurrieron en el mayor delito dentro de la comunidad homosexual – y de la heterosexual- consistente en violentar una conciencia infantil donde la sensualidad se encuentra aun indefensa causando en su mente traumas que luego lastrarán su personalidad adulta.
Parece extravagante y hasta novedoso que la feligresía y los cucufatos les administraran a sus superiores la misma medicina que ellos emplearon, aunque en su descargo debemos indicar que en los matrimonios gays ambos cónyuges son adultos consintientes, están de completo acuerdo en la decisión que toman, mientras que los curas pedófilos forzaban, abusaban de sus víctimas, los profanaban en gran medida.
Lo sucedido en Irlanda es un extraordinario ejemplo de que los grandes reinos, incluso los que se dicen no pertenecer a este mundo, inician su reestructuración o su colapso final desde su interior, y además que ya resulta impostergable que Roma se vaya adecuando a las coordenadas de los nuevos tiempos y más cuando su Sumo Pontífice contestara a bordo de un avión lo siguiente: y quién soy yo para juzgar a los gays?
En los momentos actuales en 76 países hay penas de prisión para los sexualmente invertidos; en 8 hay penas de muerte (Yemén, Irán, Arabia Saudita, Emiratos árabe etc) y en una gran mayoría donde la homosexualidad no es un delito- creo que aquí en República Dominicana – las lesbianas son objeto de violaciones correctoras con la finalidad de reorientar su erotismo por la vía correcta, y los homosexuales y transgéneros son blanco de palizas brutales y asesinatos por los homófobos.
Quisiera finalizar este artículo recordando lo expresado en un trabajo anterior donde advertía que si el grado de desarrollo y sensibilidad de un pueblo se acostumbra evaluar por la protección y cuidado que les concede a los niños, mujeres, personas mayores, animales, al medio ambiente y a las personas con sexualidad atípica, la población irlandesa por los resultados del referéndum en cuestión es muy tolerante y civilizada.