Siempre he dicho que mientras la creatividad de algunas autoridades ande de vacaciones, al Estado le sale más barato pagarle un salario por mes a cada familia de la provincia Pedernales, que auspiciar el aborto de la instalación de una cementera a las narices de Cabo Rojo y exprimir el chin de bauxita que la Alcoa Exploration Company dejó en la cordillera Baoruco.
Incómodo decirlo frente a un pueblo distante 324 kilómetros al suroeste de la capital y dejado durante décadas en las garras de doña “sálvense quien pueda”. Pero necesario si a ojos vista se ve que la medicina es muy cara y no se corresponde con la enfermedad. La agravará en cambio. En poco tiempo tendremos en la isla compartida con Haití un territorio más depredado de manera irreversible, y, por tanto, más pobres los humanos que lo habitan.
Hace más o menos treinta años que la población de aquel lugar de 2,074 kilómetros cuadrados oscila sobre los 25,000 habitantes. Para los políticos, 3 mil o 4 mil familias es poco en términos de réditos personales. Solo en las riberas del río Ozama de la capital y la provincia Santo Domingo tienen más que eso, y a precio de vaca muerta, para sus mañas demagógicas.
En términos estratégicos, el valor de los fronterizos es, sin embargo, inconmensurable. Constituyen el principal baluarte de la soberanía nacional de cara a una zona libre para los delitos locales y transnacionales de gran calado. Los titanes no son los guardias, sino ellos que, empujados a ser miseriosos, resisten y hacen de guardianes naturales.
Con la cementera estrellada sobre la cara de las hermosas playas de Cabo Rojo y Bahía de las Águilas, Pedernales solo ha ganado desgracia. Ha sido un vulgar acto de oportunismo político-empresarial de cara a una población urgida de la comida del día para para sobrevivir. Cementos Andino Dominicano ni siquiera ha guardado las formas; el estado del litoral y las vías de acceso al lugar son el mejor ejemplo de su indolencia.
El nuevo invento ahora es terminar de sacar con celeridad los bolsones de bauxita que la Alcoa decidió dejar tranquilos porque ya no le representaban tan buen negocio como en otros países. La Dirección de Minería ha concedido los permisos para que una compañía privada afee mucho más el entorno del camino hacia el hoyo de Pelempito, la sinigual maravilla dominicana.
Más que dos o tres empleos temporales, ¿qué resuelve eso? Nada. Y, para colmo, no pega con el cacareado desarrollo turístico del suroeste. Todo lo contrario: lo aniquila.
Pedernales espera una solución de fondo contundente del presidente Danilo Medina. Una a la mano para comenzar a desarrollar aquella zona es la declaración de utilidad pública de los terrenos con vocación turística robados al Estado por funcionarios gubernamentales y otros políticos ladrones. La opción de “borrón y cuenta nueva” inoculada por los vivos de siempre bajo la frase cohete de que la sempiterna pobreza del sur no aguanta más, no pasa de ser una táctica para ellos quedarse con una tajada del apetitoso pastel.
No hay por qué esperar, entonces. Cada minuto que pasa favorece a los chantajistas disfrazados de Madre Teresa.