A casi 300 días para la transmisión de mando, el país esta siendo objeto de posturas hilarantes y mediáticas, por parte de los principales actores de nuestro acontecer político.
El discurso de marras, esta revestido de encono e incertidumbre, sobre todo al surgir, superficialmente, diatribas pasadas y peor aún, rencores y resquemores personales.
Podríamos o no otorgar a Roberto Cavada méritos y virtudes, según sean nuestras conceptualizaciones de la verdad palmaria y vivida. Sin embargo, en su alocución del Lunes 22, en el horario estelar del canal 11, dejó entrever una símil muy importante.
El árbol partidario del país, en varios lustros de su existencia, esta entrando en el Equinoccio del otoño.
Durante este sublime proceso, el árbol entrega su follaje, cual detritus innegable, para poder transcurrir el solsticio de invierno.
Este desguace otoñal se circunscribe a un proceso de preservación de su follaje, para que el invierno no calcine su verdor. Tanto así, que ese follaje, de una coloración amarillenta, servirá de abono orgánico, producto de su descomposición, al pie de dicho árbol.
El proceso culmina con el paso del invierno, y se supera con los estivales primaverales, donde vuelve a resplandecer la grandeza de la naturaleza.
En resumen: Se necesita que las hojas caigan para que el árbol pueda renovarse.
La Partidocracia, al igual que los árboles, necesitan que sus hojas marchitas caigan para poder renovarse.
Estas hojas, vencidas por la apatía, el desgaste y el anacronismo, caerán al pie de dichos partidos y servirán como abono para que estos se renueven y puedan vencer la entropía que los arropa.
Cuando este proceso, de selección natural, se interrumpe, entonces surgen los conflictos reflejados en huelgas, motines y desasosiego social.
En nuestro ocaso otoñal, la partidocracia tiene que renovarse a través de la incorporación de una juventud irredenta, ávida de trabajo e inclusión social.
Para poder superar este ocaso otoñal, la partidocracia deberá agilizar el tránsito inevitable hacia la primavera y, de esa forma, mantener su vigencia indeleble en el devenir nacional e institucional. Hacer lo contrario, seria perpetuar un otoño entrópico y lacerante a los intereses de nuestra nación.