Desde el ascenso al poder del presidente Luis Abinader y el PRM, los revolucionarios y comunistas debieron de iniciar al unísono un proceso amplio de conversaciones y acuerdos para materializar la unidad de acción que tanto anhelan los trabajadores y el pueblo en general.
Pero que va, no oyeron los reclamos de los revolucionarios y comunistas sin militancia partidaria, continuaron su carrera de descalificaciones, acusaciones y la reiteración de los errores en los análisis económicos, políticos y sociales de los fenómenos. Males que no permiten observar correctamente los acontecimientos presentes ni prevenir los futuros.
Parece que pretenden continuar con la mala política de hacer lo mismo de siempre, sin tener resultados positivos. Y ese no es el camino a seguir. El momento es de unidad para orquestar una poderosa alternativa política que pueda detener, en el gobierno de Abinader y el PRM, los afanes privatizadores, desviaciones éticas y morales y el modelo económico dependiente y excluyente.
Los planes unitarios implementados en la provincia de San Francisco de Macorís, y el modelo piloto en Santo Domingo Oeste, son alentadores y levantan los ánimos de unidad y lucha. El diseño de la unificación debe ser una cirugía muy delicada, con buenos profesionales, que salven la vida del paciente para continuar respirando sanamente.
Recientemente, un dirigente de la izquierda revolucionaria afirmaba que la revolución es de científicos. Y está en lo cierto. Aquí hay que estudiar siempre para evitar que la guagua nos deje. La improvisación, galloloquismo, no tienen cabida. Existen leyes, principios y normas que hay que aprender; en su aplicación en forma creadora, sin inventos.
No hay que ser egresado de Harvard para comprender que la unidad es urgente, necesaria, ante las debilidades del movimiento revolucionario. Al menos que se quiera seguir por ese camino lánguido, frustratorio y sin futuro.
El momento es propicio para actuar juntos en la organización y educación de la población. Las grandes jornadas de luchas están al doblar de la esquina, no esperemos sorpresas. El Gobierno continúa asestando duras puñaladas traperas al pueblo, sin recibir una contundente respuesta. Y es que sin unidad no es posible hacer una oposición vigorosa y de masas.
A la pandemia se le pega todo, en especial, cuando se trata de justificar la miseria, desigualdades y maltrato a la población; continuación de la carrera de empréstitos sin detener el dispendio y los subsidios irritantes; sin embargo, la gran burguesía financiera y comercial incrementan sus ganancias, bendecida por el gobierno, en medio de la desgracia sanitaria.
Si queremos avanzar, hacer la revolución, urge echar al zafacón las descalificaciones que tanto ahonda la división, alimentando la frustración en el muro aquel. Desconociendo la fuerza con que se cuenta, y lo más grave, lo fraccionado, disperso, en que se encuentra el movimiento revolucionario y comunista.
Hay que abandonar el muro de las lamentaciones, no seguir culpando a otros por los errores y debilidades. Muchas veces la impotencia radicaliza el discurso y las consignas equivocadas. Pero por Dios, de lo que se trata es dejar de llorar desperdiciando lágrimas del alma, criticando a trocha y mocha, para poder observar mejor los fenómenos en desarrollo.