En medio de la atmósfera de contrición obligada que crean los despojos altaneros, todavía vigentes, de la Santa Inquisición, en medio, de la obnubilación religiosa y pseudoreligiosa, en medio de los falsos valores que no se corresponden con una praxis coherente y menos aun, cristiana de verdad, en medio de la búsqueda inicua de poder factual, en medio del frenesí autoritario y farisaico, en medio de esa mentalidad colonialista que como parche doloroso mantiene un contenido de rechazo de la realidad que dice que debemos ir adelante como imperativo inevitable de la Historia, en medio de la manipulación mediática llamada Provida, acotejada y enarbolada para la ocasión, que quiere prohibir los actos de conciencia, personales, individuales, garantizados por todas las convenciones de los derechos humanos universales, en medio del reclamo de las Naciones Unidas para que nos alejemos del ambiente medieval y respiremos cierta independencia de criterios propios, en medio del predominio de ideas por encima del ideal de estarse arrodillados todo el tiempo simplemente orando para que nada cambie, para que las leyes naturales no se cumplan como manda el orden universal, en medio del providencialismo que manda a una falsa neutralidad y a esperar los decretos que dicta el cielo, tan ocupado en otras cosas, en medio del enturbiamiento de las aguas para que continuemos como un país avergonzado de hacerle coro al predicamento del quietismo, del temor a un infierno cada vez más desacreditado, en medio de una autoridad que ya no puede enarbolar apenas autoridad moral alguna, cada vez más personas se preguntan ¿cuándo es que va a amanecer?