El pasado es  tinta indeleble. Configura, crea hábitos, y compromete. No es fácil escapársele. Necesitamos  tiempo, determinación y  consistencia para liberarnos de su  influencia y transformarnos. Esos cambios súbitos sólo existen en  juegos de magia y en mascaradas.  Conociendo esa verdad universal, es posible explicar el presente y suponer el futuro de grupos y de personas.

Teniendo en cuenta el imperativo pretérito, miramos con escepticismo, desde su primer discurso, a Danilo Medina y a su equipo de gobierno. Razonamos que serían distintos pero iguales: ejemplares estilizados  de la misma raza. 

En un santiamén,  nadie  cambia. Las  imágenes de estreno  llevan escondidas  los viejos hábitos, lo que se ha sido: no puedes dejar de ser lo que fuiste, negar con quien estuviste, a quien ayudaste, lo que permitiste, aquello que callaste, ni lo que dejaste  hacer. 

Es imposible- aunque el  presidente de la nación y  muchos de quienes lo asisten hayan podido ocultar detalles- ignorar una participación, activa y pasiva  en los gobiernos desastrosos y corrompidos del PLD; es difícil hacer desvanecer historias, documentos y testigos de grandes complicidades.

Enemigos leonelistas, entre susurros a los cuatro vientos,  insisten en  señalar  al actual presidente como  “el hombre detrás del trono” en  las grandes decisiones clientelista iniciada en los primeros gobiernos morados. Dicen que no es inocente.  Afirman  que fue el autor,  “el estratega”, del pragmatismo que sepultó la doctrina bochista. Ellos  lo llaman el “teórico del clientelismo”,  el  arquitecto del canibalismo del tesoro  nacional, procurando  enriquecer a los compañeros de partido.

El código penal  tipifica el delito por omisión; la ética condena la impunidad; es crimen de lesa humanidad usufructuar el dinero de una nación pobre con fines  electorales y reeleccionista. Pero la propaganda danilistas ha querido meter debajo de la alfombra  esas infracciones  ejecutadas por su líder, y crearon, con innegable eficacia, un personaje sin culpas.  Pero a esa imagen y al gobierno   ha comenzado a salirle el cobre.

El suicidio de un arquitecto estafado por una de las tantas mafias institucionales, al parecer encabezadas por importantes y cercanos personajes de la corte estatal,  ha vertido las cloacas de la corrupción actual en la  cara del pueblo dominicano.

Las mafias que existieron en el pasado fueron llamadas al orden, se controlaron, pero nunca murieron. Los escándalos se han venido sucediendo uno tras otros. La pureza de este gobierno, que es del  PLD y no de Danilo (con sus mismos ministros, funcionarios, y bandas depredadoras), se pierde a pasos agigantados.

Las frutas podridas caen en la cara de quienes abonaron el árbol perverso de la impunidad.   Ruedan las caretas, salen las caras; queda al desnudo el  gansterismo de estado, que mermo, es verdad, pero que nunca se fue.

Ese pasado de rapiña e ilegalidad del que fueron participes, directa o indirectamente, los que gobiernan ahora- allí ejercieron y se formaron – va quedando al desnudo. Revientan las cloacas y con ellas una mercadología que se suponía  “blindada”.

Ahora, con urgencia desesperada, quieren acorralar chivos expiatorios y esconder a los jefes. Se mueve el tímido PEPCA, y anda de carreritas la Comisión de Ética. Se sacuden los viejos robles otrora anestesiados y pontifican.  El presidente, creyéndose sin pasado,  pide justicia. ! Que tarde!   El público, despierta y  deja de aplaudir.