En el funeral interno del PLD yo no tengo vela. Pero en el del quiebre y retroceso de la institución electoral del país yo sí tengo vela. La práctica y la experiencia humanas, conceptualizadas por la filosofía en diferentes vertientes y orientaciones, han demostrado que cuando conviertes en regla o norma general un determinado tipo de acción o de conducta, tarde o temprano ésta se revertirá contra ti.

Actúa de tal manera que la máxima o regla que guía tu acción se pueda convertir en ley universal, dice más o menos la formulación que hace el filósofo Emmanuel Kant en su Imperativo Categórico del curso de acción de las personas. De ello se deriva, que si conviertes el acto de mentir en tu norma general de acción, prepárate, que cualquier día alguien te aplicará tu propia regla; si conviertes el robar en tu norma común de actuar, prepárate, que cuando menos lo esperes te aplicarán a ti tu propia norma de robar; si conviertes el engaño en tu norma de actuar respecto a los demás, descuida, que en cualquier momento te engañarán a ti. Y así en múltiples contextos y escenarios.

Esto que expongo no es nada nuevo, se ha planteado y expuesto de múltiples maneras y en innumerables situaciones y contextos. Ahora lo utilizo como premisa para decir que lo que ha pasado con los controvertidos resultados de las primarias del PLD no es más que la expresión del principio o imperativo ético que acabo de exponer. Se trata del resultado acumulado de una práctica que viene de lejos y es consustancial a las flaquezas y contradicciones del sujeto humano y la sociedad, pero que se exacerba en determinados momentos y situaciones, como el de la historia reciente de la República Dominicana.

La historia de manipulación, engaño, traición, corrupción, etc., en la práctica política de nuestra sociedad desemboca en la debilidad y deterioro institucional que vemos ahora. No es un secreto para nadie que una parte de los gobernantes de turno, desde la desaparición del tirano Rafael Trujillo hasta nuestros días, ha ido imponiendo y generalizando la práctica de manipulación de los procesos electorales en detrimento de la institucionalidad democrática del país. Y ahora, ni ellos mismos están exentos de que los aniquilen aplicándoles el mismo rasero que contribuyeron a entronizar. 

La situación a la que se ha llegado resulta ahora muy difícil de revertir, porque no sólo se sustenta en el poder económico, político, militar, religioso y mediático dominante, sino también en una población, gran parte de la cual, ha sido penetrada por esa práctica perversa de engañar, corromper, robar, traicionar, manipular en aras de obtener beneficios materiales inmediatos.

Esto último ha quedado demostrado hasta la saciedad en el reciente proceso de elecciones primarias, en donde se ha puesto en práctica una serie de actos que riñen con la pulcritud y la decencia de un ejercicio de este tipo, como el uso desorbitado de los recursos del Estado a favor de un candidato, la compra masiva de cédulas, entre otros, sin que la institución electoral le prestara la más mínima atención. Pero lo más grave de todo ha sido la incapacidad del órgano electoral para dar a la ciudadanía una respuesta satisfactoria a los alegatos de manipulación del proceso técnico de las elecciones. Todo esto se resume en una institución débil, que ha dado muestra de un desempeño mediocre, que no garantiza ni transparencia ni credibilidad. Por ello, muy pocos creen en su capacidad para llevar a cabo unos comicios con los estándares adecuados de imparcialidad y pulcritud en el 2020.

Por todo lo expuesto, entiendo que se equivocan los que creen y manifiestan que esto se trata de un simple escarceo interno de los peledeístas de cara a las elecciones generales de mayo del 2020 y no de un signo de enfermedad, deterioro y retroceso de la institucionalidad de nuestra sociedad.

Es por ello que, a diferencia de algunas voces que se encogen de hombros y dicen que no tienen vela en este entierro, yo reitero, en el entierro de la institucionalidad democrática del país yo sí tengo vela.