Este artículo lo prometí a una de esas personas en las que uno percibe un genuino interés de compartir ideas y balancear argumentos para llegar a sus propias conclusiones.  Son las que mantienen vivo el interés de comunicar e intercambiar ideas sobre los fundamentos de una economía centrada en las libertades individuales.  Todo empieza con un tuit sobre la confiscación por el FBI de cajas de mascarillas, batas y otros artículos de prevención contagio e higiene en los hospitales.

Al estilo del Jack que le gusta citar al siempre ameno DT, vamos por parte con la noticia. Empezamos con que no se trata de la recuperación de mercancías que han sido reportadas robadas por una farmacia privada o un hospital público.  Son mascarillas y batas que establecimientos tenían disponibles para todo el que fuera a comprar al por mayor o al detalle guiados por sus preferencias, ingresos y expectativas sobre como en las próximas semanas o meses estarán la oferta y los precios de esos productos. 

En el video se ve agentes del FBI incautando propiedad privada legítima de una persona que compró al por mayor artículos que consideró se iban a poner escasos en el corto plazo.  El señor Walter actuó en base a su análisis de información pública sobre la situación y amenaza de un virus por el lejano oriente, reorganizó su lista de compras sacrificando o reduciendo el consumo de algunos productos y, además, decidió usar sus ahorros para adquirir 500 cajas de mascarillas, batas y productos similares.

Su vecino gordo, beodo y barbudo, Karl, tuvo oportunidad de ver y analizar las mismas noticias sobre la situación del coronavirus y comparar los diferentes pronósticos sobre el impacto en la economía, pero actuó de manera diferente.  Con asombro veía a Walter ir y venir todos los días con cajas para llenar el sótano y la habitación vacía del hijo universitario.

A Walter le dijo que si se estaba volviendo loco cuando le contó que para obtener más efectivo pagó una penalidad por retiro anticipado de un certificado financiero en el Citibank y perdió 2,000 dólares al vender bonos soberanos de un país emergente en el mercado secundario.  Karl estaba confiado que todo sería pasajero y en las farmacias iba a conseguir, de ser necesario, las mascarillas que veía se estaban usando en China, Corea del Sur y otros países donde se estaba combatiendo el contagio.

Walter ha decidido acumular bienes que cree estarán escasos y más caros para asegurar tenerlos disponibles en el futuro al precio de hoy. Ha sacrificado el consumo de otras cosas y liquidado parte de sus ahorros. Karl no altera sus preferencias de consumo, mantiene sus activos financieros y confía en que será normal el suministro de esos bienes.  De esa misma manera actúan millones de individuos que tienen la fortuna de hacer decisiones libres sobre las cantidades de los bienes y servicios que quieren adquirir, a precios mutuamente acordados con quienes los ofrecen.  Y es una bendición, no un anatema, que existan personas como Walter que compran más allá de lo que pueden consumir directamente de un bien. ¿Por qué?

El autor del clásico libertario “Defendiendo a los indefendibles” invita a pensar lo que pasaría si todos fuéramos como Karl, que todos los individuos tengan la misma preferencia de elegir comprar sólo la cantidad necesaria para consumir a diario o por dos o tres días.  La respuesta es sencilla: en ausencia de individuos acumuladores la cantidad total que se demanda y oferta en el mercado es menor que en caso coexistan los Karls y los Walters.

En la Gráfica 1 lo ilustramos.  Sin acumuladores la cantidad de equilibrio de las mascarillas de la injusta discordia es Qsa que la colocan en el mercado los empresarios dispuestos a fabricarlas al precio de equilibrio Psa o menos.  Qsa es la cantidad que demandan todos los que desean y están dispuestos a pagar ese precio de equilibrio o uno más alto.   Estos son los valores indicados en cada eje del diagrama para el punto en que se cruzan las curvas o líneas de Demanda sin Acumuladores y de la Oferta.

Ahora bien, si de repente cambian las preferencias de un grupo de individuos que deciden acumular se incrementa la demanda y el mercado se ajusta a una nueva posición de equilibrio en el corto plazo. La gráfica muestra que es una donde las cantidades y el precio son ahora más altos. La nueva cantidad de bienes llega al mercado al precio, Pca, que iguala: a) la suma de la demanda normal por mascarillas, Qsa, y la de aquellos que quieren acumular, representada por la distancia entre Qsa y Qca; y b) la suma de la cantidad producida por empresarios dispuestos a entrar al mercado a precios iguales o menores que Psa con la que ahora producen aquellos que se motivan a producir por el empuje a los precios que da la nueva demanda (ver sombreado amarillo sobre la curva de oferta).

Los Walters acumuladores han provocado que los Karls compran al detalle para su consumo ahora tengan que pagar más por las mascarillas, ya que en la economía existe lo que se llama la Ley de Un Precio. El mercado no puede discriminar entre dar a un precio a ellos que compran cuando lo necesitan y otro más alto a los que acumulan.  Y eso es de romper pelotas, porque a nadie le gusta ver que los precios suben por quienes están comprando más de la cuenta.  De ahí que Karl insultara a su vecino Walter con gestos obscenos y una frase de oro puro: “Ojalá que te las tengas que comer con el sabich dentro de unas semanas.”

¿Qué quiere decir con esto? La gran verdad de que los pronósticos de Walter sobre lo que pasará en el mercado de mascarillas pueden estar equivocadas, que el susto será pasajero como los de las casas del terror en los parques de Disney.  Todo el que acumuló pensando asegurar su consumo ahora regala o pone en venta su exceso de inventario. En caso lo vendan por eBay, Coroto, venta de garaje o mercado de pulgas es probable tengan que liquidar mascarillas a precios menores a los que compraron. Se equivocaron y son ahora más pobres.

Hemos usado a propósito que la intención de Walter era acumular para tener provisiones aseguradas para su esposa, hijos, hermanos, sobrinos y amigos. Representa la hormiga trabajadora almacenando comida en el verano que aprendimos a querer en la fábula de Esopo. Karl es la cigarra que pensaba que el invierno sería igual de soleado y abundante en comida.  Pero si de Walter presentamos que su intención era acumular con la intención de vender cuando las mascarillas fueran escasas, entonces la hormiga previsora es peor que la cigarra ociosa.  Walter es un especulador despreciable y Karl el adorable chivato que lo denunció a las autoridades por estar vendiendo mascarillas para lucrarse. ¿Pero y si la maldición de Karl de que se las iba a tener que comer con pan pita se cumplía?  Mañana terminamos con la defensa del especulador, uno de los héroes que me enseñó admirar el profesor libertario Walter Block.