La felicidad se ha convertido en uno de los discursos más rentables del actual modelo neoliberal y para ello montones de escritores, sobretodo de autoayuda, se han dedicado a ofrecer diferentes maneras de cómo encontrarla.

Se nos ha vendido por altiva y por pasiva que tenemos que ser felices y eso no está mal, de hecho el ser humano se mantiene en busca de la felicidad, pero mi problema no reside en que se busque la felicidad, sino en las alternativas que nos ofrecen cual si fuese una fórmula embotellada.

Para el modelo económico imperante la felicidad la da el dinero y la posición económica que usted tenga.

Para el mercado la felicidad la da el consumo, para las compañías telefónicas la felicidad y unión familiar vendrá por tener la misma red de interconexión aunque sabemos que esto divide más la familia.

Inclusive una bebida gaseosa ha definido su producto como el dador de la felicidad al punto de que su eslogan es que tienen más de cien años destapando felicidad.

Una empresa de bebidas gaseosas llegó al colmo de patentizar el concepto de felicidad en un país del medio oriente para que ninguna otra marca pudiese utilizarlo.

Es por ello que me he declarado en contra de la felicidad, o al menos en contra de esa felicidad pues se pone el acento en las cosas materiales y banales como sinónimo de ser felices y se deja de lado las cosas realmente importantes.

Según Platón, Sócrates identificó la felicidad con la virtud, llegando a sostener que todo hombre y mujer virtuosos son felices. En el contexto de la tradición socrático-platónica, una persona virtuosa obra de modo justo, de acuerdo con el Bien, no de acuerdo con la búsqueda del placer personal. En el contexto señalado el primer estilo de vida trae la felicidad, el segundo la desgracia.

El enfoque filosófico que asocia la felicidad con la virtud se conoce como “eudemonismo”, mientras que la perspectiva filosófica que asocia la felicidad con el placer personal se denomina “hedonismo”.

Desde la perspectiva socrático-platónica la vida eudemónica es superior a la vida hedonista. Un criterio para defender esta tesis puede consistir en argumentar que el primer estilo de vida proporciona mejores beneficios que el segundo.

Un equipo de la Universidad de California, construyó una situación experimental con 84 voluntarios analizando genes vinculados con la salud, mientras indagaban de modo separado el bienestar relacionado con el placer, así como el bienestar de felicidad relacionado con acciones dirigidas al bien o a la virtud.

A los participantes en el estudio se les aplicó un cuestionario con preguntas que trataban de medir ambos estados. El estudio arrojó como resultado que los participantes que puntuaron más alto en el bienestar placentero y más bajo en el bienestar relacionado con las acciones virtuosas mostraron genes vinculados con determinados problemas de salud un 20% más activos que el promedio, mientras mostraron genes vinculados con la generación de anticuerpos que combaten virus un 20% menos activos.

Por el contrario, en los sujetos cuyo bienestar se relacionaba con acciones virtuosas, los genes vinculados con reacciones del sistema inmunológico estaban 10% más activos, mientras la producción de anticuerpos estaba 30% más activa.

Cuando la felicidad deje de ser una fórmula embotellada y sea el resultado de las buenas acciones, entonces estaré a favor de la felicidad, mientras tanto estoy en contra de esa felicidad ficticia que ofrece la banalidad.