“Querer hacer del impuesto sobre la renta personal el principal impuesto en América Latina, es una tarea similar a querer ir a la luna en bicicleta”. Dr. Glenn Jenkins
La bala de plata es una metáfora que se utiliza cuando se le quiere buscar una solución simple o mágica a un problema complejo. Por ejemplo, el descubrimiento de la penicilina fue una bala de plata que permitió tratar numerosas enfermedades que hasta entonces no tenían cura. Son numerosos los momentos en que un proyectil de plata ha hecho el milagro.
Sin embargo, en el área fiscal, no existe o no se ha encontrado una bala de plata que solucione todos los problemas y que resuelva la aspiración que más se arraiga últimamente en el imaginario de los latinoamericanos: que bajen los impuestos y que el Gobierno gaste más.
La experiencia ha demostrado que muchos buscan esa bala de plata y proponen soluciones mágicas, y no solo con el tema de los impuestos, sino con el de los gastos. El ejemplo más típico es el de aquellos que entienden que todo se resuelve bajando el gasto público. Y esto es porque simplemente no se detienen a analizar los números. Por ejemplo, alguien dijo recientemente: “Este año la inversión pública bien puede ser 1% del PIB y seguir así varios años más y no pasará nada. Igual, la economía va a crecer mucho.”
Ese planteamiento no toma en cuenta las décadas de experiencia que muestran que para un país como el nuestro la inversión pública debería ser mucho más alta que el 3% del PIB que históricamente exhibimos; y gastar ese monto durante al menos una generación para crear el acervo de capital necesario y complementario a la inversión privada que necesitamos.
Otros buscan la bala de plata en la nómina pública. “El Gobierno derrocha en una nómina ineficiente y debe eliminarla”, es una afirmación común. Y es probable que en parte tengan razón. Pero también es cierto que hay buenos empleados públicos muy mal pagados. Nuevamente se incurre en el error de no analizar bien la información.
De acuerdo a datos del año 2020, de un total de 633,000 empleados públicos, un 65% ganaba menos de 30,000 pesos mensuales y un 80% ganaba menos de 50,000 pesos. En el otro extremo, menos del 2% del total gana más de 100,000 pesos.
No hay dudas de que hay ineficiencias en la nómina pública y este problema debe ser enfrentado con voluntad política. Pero no es sensato pedir al Presidente Abinader que se inmole, porque para conseguir un ahorro fiscal importante e inmediato con la nómina pública tendría que mandar a la calle a más de la mitad de los empleados públicos.
Sanear la nómina pública es un proceso que no debe dilatarse, pero que tampoco ha de producir ahorros porque lo que se debe hacer es ir aumentando el salario de los que ahora son eficientes y productivos, pero están mal pagados. O bien redirigir gasto a salud, seguridad, infraestructura por citar algunas prioridades.
La misma bala de plata se anda buscando en el sistema tributario. En el país siempre se hace el comentario de que los impuestos indirectos tienen un peso muy grande en la recaudación: dos terceras partes aproximadamente. Pero erróneamente se piensa que la bala de plata reducirá la recaudación de los impuestos indirectos, cuando lo que ocurre en los países desarrollados es que la recaudación del impuesto sobre la renta, sobretodo del personal, es mucho más alta que en nuestros países. Es decir, recaudan mucho más de los impuestos directos, no es que recaudan poco de los indirectos.
Pero esto es más fácil decirlo que implementarlo. No por casualidad el Dr. Glenn Jenkins, quien trabajó en la elaboración del Código Tributario de 1992, y es una autoridad mundial en la materia, me dijo una vez: “Querer hacer del impuesto sobre la renta personal el principal impuesto en América Latina, es una tarea similar a querer ir a la luna en bicicleta.” Esto no significa que no debamos seguir haciendo esfuerzos. Simplemente no hay una bala de plata.
Colombia ha aprendido esto de mala manera en las últimas semanas: el 74% del aumento esperado en la recaudación de la propuesta de reforma del Gobierno correspondía al impuesto sobre la renta, especialmente el personal. Querían parecerse un poco más a los países desarrollados en materia de recaudación, pero no les salió bien.
En el caso dominicano, el Gobierno debe someter su mejor propuesta. Una reforma tanto a los ingresos como a los gastos, que sea razonable, gradual y sobretodo política y socialmente viable. Pero sabiendo que no hay magia y que por buscar la bala de plata no termine cometiendo el error de darse un tiro en el pie.