Las noticias se multiplican sobre las causas del distanciamiento social y el aislamiento que derrumbaron las expectativas del candidato oficialista.  Algunos lo califican como un crimen premeditado, producto de los resentimientos de quedar relegados y otros a la división.

Todo parecía indicar que el candidato oficialista tenía el coronavirus, porque nadie del Comité Político o del gobierno, se le acercaba.

El problema es demasiado complejo. Porque explicar como una maquinaria electoral tan eficiente quedó paralizada, es materia de investigación profunda.

Como no tenemos en el país un investigador independiente y capaz para realizar ese trabajo, se decide contratar a alguien de afuera.

¿Y quien mejor que Hércules Poirot, el hombre de las pequeñas células grises, que todo lo resuelve a base de deducción?

Poirot es un personaje de baja estatura, gordito, con esmerado bigote metódico, relajado, persistente y detallista. Comienza siempre analizando psicológicamente a cada personaje de la escena y sus interrogatorios son cortos y precisos.

Comenzando sus interrogatorios con los 6 delfines que lanzó el presidente al ruedo político, descubre rápidamente que todos están directamente involucrados en la trama criminal. ¿Pero quién es el cerebro detrás de la trama? Poirot aun no lo descubre.

Continuando con su investigación, el detective entrevista al candidato de la FP y concluye que también es culpable pero no lo incluye en su lista de sospechosos porque no estuvo vinculado a los 6 delfines. Prefirió salirse del complot y actuar solo.

Sigue adelante y se encuentra con el mandamás. ¿Mesie President, estuvo usted involucrado en este crimen político? Y el interrogado saca una cantidad enorme de papeles para demostrar que gastó miles de millones de pesos apoyando a su candidato.

Poirot confirma lo dicho por el mandamás y lo descarta como sospechoso, aunque es culpable de mantener cierta distancia social, calificado de delito menor.

A la misma conclusión llega respecto al anillo palaciego y descarta a Peralta, Montalvo y Marchena, entre otros.

El detective continua su periplo de entrevistas, interrogando a todos los miembros del Comité Político y descubre que la mayoría estaba enterada del plan macabro y de alguna manera tuvieron participación en su ejecución.

Finalmente, llega donde el candidato. Poirot se pasa horas interminable interrogándolo y no llega a nada. Repite las preguntas, pero recibe siempre una respuesta diferente.

Sale compungido y le dice al capitán Hasting, amigo mío, rara vez me he encontrado con un caso tan complejo. Tampoco, en toda mi vida, he interrogado a un sospechoso que no puedo descifrar. Debo descansar 12 horas para poner a funcionar mis células grises.

Al día siguiente reúne a todos los involucrados y comienza a explicar que fue lo que pasó y quien es la mente maestra de ese crimen.

Después de exponer por una hora sus argumentos, concluye que el jefe de la conspiración fue Temístocles Montas, presidente del partido en el poder. Incluye otros 32 implicados como cómplices, entre ellos a una infiltrada llamada Margarita Cedeño de Fernández y a un traidor llamado Francisco Javier García, que se tiró del barco antes de tiempo.    

Así, el gran detective termina nuevamente con éxito su larga carrera contra el crimen.