Fue extremadamente sorprendente! Dijo ella, lo veía, lo estaba viviendo y no lo podía creer! Era demasiado fantástico, aterrador y maravilloso para entenderlo! Mi cuerpo se sentía como si estuviera flotando!!! Todo sucedió luego de haber tenido una conversación con aquel hombre Hindú. Hasta ese momento, la interacción con él había sido muy cordial. Entonces tomó un giro hacia lo espiritual… Yo adoro a… (Dijo un nombre raro que gracias a Dios no recuerdo), y resultó curioso que al mencionarlo hiciera muecas con la cara y movió sus manos frente a su cara, haciendo una especie de ritual obligatorio a la tal deidad. Su mirada cambió desde ese momento, aun su lenguaje corporal. De ser respetuoso y mantener la distancia protocolar, ahora se tornaba impositivo y se acercaba como quien intenta dominarte. ¿Y tú en qué crees? Preguntó un tanto desafiante…
Con una afable sonrisa y una postura confiada, –dijo la mujer- empecé a describirle la personalidad de mi Señor… “Yo creo en el Creador del cielo y la tierra, Señor de todo lo que existe, quien estableció un orden para darnos dirección en la vida, pues quiere lo mejor para nosotros. Pero más allá de ser un ser Divino distante, se define como un Padre amoroso, que con brazos abiertos nos recibe y acepta, para darnos vida eterna. ¿No te parece eso maravilloso? A este punto la cara del hombre se había tornado dura y su postura confusa. Sacudía la cabeza cual si fuera un tic nervioso, -Mhum! Decía, haciendo un esfuerzo por no agredirme, pues su ira iba creciendo, mientras yo –explicaba ella con denuedo- continuaba tan normal como al principio de conocerlo. Entonces dije la palabra que lo trastornó… Su nombre quiere decir El Gran Yo Soy, y se pronuncia Jehová! ¡Jehová! dijo él en un tono iracundo, y a este punto todo su cuerpo estaba temblando. Su mirada tenía una oscuridad sombría y expresaba dureza. Daba miedo, pero por alguna razón, yo me sentía confiada, pude mantenerme en paz.
Un dejo de intolerancia y vergüenza forzó al hombre a irse, acabándose así nuestra extraña interacción. Lo cual agradecí a Dios! -dijo ella con honesto alivio- Sin embargo, todo había sido tan extraño, que le pregunté a Dios si yo estaba en peligro al tiempo en que pedí misericordia por el extraño hombre. Fue entonces cuando sucedió… Yo iba en una carretera, con mi hijo y de repente empecé a ver toda clase de figuras en el aire. Ángeles y demonios en los aires por encima de nosotros. Yo estaba atónita, mirando hacia los cielos y no hacia la calle y le decía a mi hijo, dime que lo estás viendo, dime que estás viendo lo mismo que yo! Santo Dios, ¿qué es todo esto?
Los carros me pasaban por el lado, y yo permanecía avanzando no sé ni cómo. Mis ojos estaban fijos en las figuras que flotaban en el aire llenas de luz, unas sobre mí, otras delante de mí, las cuales yo traspasaba mientras el carro se desplazaba. Arriba, a lo lejos en la parte izquierda vi aquella grotesca figura negra que peleaba con ángeles, queriendo venir en torno a mí, pero los seres resplandecientes no se lo permitían, el carro seguía guiándose solo, mientras yo contemplaba la épica batalla, entonces vi otra figura oscura, más grande que la anterior, con unos enormes cuernos negros, y una rabia en su cara como nunca había visto. Era satanás y estaba suspendido en el aire. Un fuerte guerrero luminoso le detenía con su espada, impidiéndole acercarse a nosotros. El carro seguía guiándose solo, yo seguía atónita mirado de un lado al otro el cielo y cómo un ejército luminoso se debatía con bravura, defendiéndonos. Yo preguntaba una y otra vez a mi hijo, los ves? Los ves? Dime que los estás viendo!!! El carro avanzó y dobló la curva, mientras yo sentía que mi cuerpo iba suspendido en el aire. Uno de los ángeles mirándome fijamente, señaló hacia adelante forzándome a girar mi mirada, entonces lo vi. Era hermoso! Entre todos los seres de luz que acababa de ver, era el más majestuoso! Su cuerpo era tan grande! A este punto toda la batalla había quedado atrás, y adelante sólo estaba Él, cual un general complacido y confiado, por estar dominando la batalla. El carro avanzó en la calle en forma recta, yendo derecho hacia Él, Extendió su mano hacia nosotros, entonces permitió que el carro la traspasara. Su luz inminente iluminó el interior del carro y a nosotros. Tras esto, el carro se detuvo y yo pude volver a tener control y volví a la realidad. Presa del impacto, no pudiendo creer lo que acababa de ocurrir, pregunté, Dios, ¿qué es esto? ¿Qué significa esto? ¿De quién era la mano, tuya Jesús? Con respiración agitada y sintiendo emociones imposibles de describir, dije: Estás peleando esa batalla por nosotros? Y es que, es fácil acusar a Dios de no amarnos, cuando atravesamos momentos difíciles. También me vino a la mente lo ocurrido con el hindú. Arrepentida por dudar, empecé a dar gracias: Gracias Defensor, gracias Salvador, dije estremecida de escalofrío, sólo de pensar qué sería de mí, de nosotros, si satanás pusiera sus garras sobre nuestras vidas. Gracias Dios mío! Gracias Padre…
Reinó un silencio, había que meditar en cuanto a todo lo que había dicho, y antes de poder hacer preguntas, dijo ella… Entonces me respondió! Escuché su voz y me dijo… “Estás en mis manos, recuerda: El Ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. Salmo 34:7
Desde entonces, no importa la adversidad, la falta de recursos, soledad o rechazo. Nada me afecta, porque El Todopoderoso tiene su mano extendida sobre mí, me cuida y me defiende!
Salmo 34:8 8 Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él.
¡Bendiciones!